Solamente con leer este artículo desde tu smartphone, desde tu tableta o desde tu ordenador, estás contribuyendo al calentamiento global y al cambio climático. Es la triste realidad, pero hay maneras de reducir el impacto que, con voluntad, podrían realizarse. Un nuevo informe de The Shift Project sobre la sostenibilidad de la industria tecnológica revela que el consumo energético del sector se incrementa un 9 % cada año, por lo que, sea o no de forma involuntaria, nuestro creciente consumo de tecnología resulta cada vez más pernicioso para el planeta.
Si tomamos en comparación los datos de 2010, el consumo directo de energía generado por cada euro invertido en tecnología digital se ha incrementado en un 37 %, una cifra nada desdeñable. Según apuntan los expertos que han llevado a cabo este amplio estudio, la explosión del uso del vídeo, ya sea a través de aplicaciones de videollamada o de consumo de eventos en directo vía ‘streaming’, y la tendencia a renovar los equipos digitales, son los principales factores que han propiciado que la intensidad energética del sector de las TIC esté creciendo hasta un 4 % al año. Una cifra que contrasta con la tendencia a la baja de la intensidad energética del PIB mundial, que se reduce un 1,8 % anualmente.
Y no solamente se trata del consumo de tecnología, sino que la tendencia a sustituir nuestros dispositivos con mayor asiduidad también contribuye al calentamiento global. Sobre todo porque cada vez se producen más y más aparatos, y eso conlleva un mayor consumo de electricidad. Esto se traduce en un aumento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, por parte del sector de las tecnologías de la información y la comunicación, que ha pasado del 2,5 % en 2013 a estar en el 3,7 %. Es más, en los países de la OCDE, las emisiones de CO2 aumentaron en unos 450 millones de toneladas desde 2013, un periodo en el que las emisiones totales en ese mismo grupo de países se redujeron en 250 millones de toneladas.
Es por esto que, como apunta el estudio de The Shift Project, los países más desarrollados económicamente son los mayores responsables de esta situación. No hay más que comparar el caso de Estados Unidos, por ejemplo, con el de la India: mientras que en el primero cada ciudadano tiene una media de 10 dispositivos conectados y consume 140 gigabytes al mes, en el segundo la media se reduce hasta un dispositivo por persona y apenas 2 gigabytes mensuales.
A esto se suma que para abastecer a un mundo cada vez más ávido de tecnología, la industria necesita de mayores cantidades de distintos metales raros y críticos cuya disponibilidad se encuentra sumamente limitada por factores físicos, geopolíticos y económicos, y que, además, resultan fundamentales para las tecnologías energéticas de baja emisión de CO2. Por último, hay que tener en cuenta que, al contrario de lo que muchos pensaban, digitalización no ha servido para reducir el consumo de energía en otros sectores y, por lo tanto, a reducir el impacto medioambiental de los mismos. En contrapartida al escenario que muchos dibujaron, se ha producido un efecto rebote.
¿Qué hacer para evitar esta situación?
Para tratar de revertir la situación, los autores sugieren adoptar la “sobriedad digital” como principio. Esto implica, entre otras muchas medidas, que los ciudadanos de los países más ricos apuesten por reemplazar los dispositivos tecnológicos con menor frecuencia, al tiempo que tanto las personas de a pie como las empresas adoptan enfoques tecnológicos que consuman lo menos posible, e incluso dejar de lado aquellas tecnologías de alto impacto medioambiental en favor de esas otras más sostenibles.
Poniendo en práctica estas medidas de sobriedad en relación al uso y consumo de tecnologías digitales, según los cálculos que presenta el estudio, se podría limitar el aumento del consumo de energía al 1,5 %. Pero, al margen del logro que esto supondría, todavía sería insuficiente e incompatible con los objetivos del Acuerdo de París.
Otra de las claves fundamentales para este grupo de expertos es la concienciación, no solo del público general, sino también de los investigadores, así como de las organizaciones públicas y privadas a nivel global. De esta forma se podría realizar una planificación en la inversiones en el sector tecnológico para que tanto las políticas tanto de compra como de uso de herramientas tecnológicas se realice de forma más eficaz y sostenible. Para ello, las organizaciones deben de contar con herramientas que les permitan evaluar cuál será el impacto ambiental de las decisiones que tomen y este sea un factor más a tener en cuenta en los ámbitos de decisión.
Fuente: Tecnoxplora