En nuestra entrega anterior se mostró la alta vulnerabilidad estructural del aparato productivo nacional, no lograremos la reactivación económica, mucho menos un desarrollo sostenido, sin haber superado la pandemia, la cual según expertos, como Merrill Singer, se ha convertido en Sindemia dado el efecto multiplicador, generado por la desigualdad, la pobreza y las enfermedades crónicas (diabetes, cancer, hipertensión, alimentación chatarra, etc).
El cortar las vías de contagio no ha sido, no es, ni serán suficientes, lo que explica el comportamiento errático y diferenciado en los países y regiones, pero siempre afectando en mayor medida a los grupos mas empobrecidos.
Lo que en la posguerra fue la guerra fría, hoy estamos viviendo una bipolaridad Tecnológica, dado que el conflicto entre los Estados Unidos y China/Rusia, es atribuible a sus avances tecnológicos, debido al escalamiento de sus capacidades tecnológicas, en rubros como robótica, Inteligencia artificial y conectividad, sin faltar su industria militar.
La economía global marca una tendencia de mayor desequilibrio, según Agustín Carstens, del Banco de Pagos Internacionales, “La crisis a durado más de lo esperado y durará más, llegará el momento en el que la acción gubernamental no pueda prevenir el incremento de la bancarrota”.
La complejidad del panorama geotecnológico y económico se ha venido incrementando, puede derivar en una confrontación secuencial y llegar a un conflicto armado de consecuencias impredecibles.
El Acuerdo Económico Público-Privado presentado el 6 de octubre, para invertir en 39 proyectos el monto de 300 mil mdp equivalente al 1% del PIB, junto a los programas sociales del gobierno federal, no serán suficientes, en tanto no incluyan a la Investigación y al desarrollo tecnológico como estrategia fundamental de reactivación económica.
A pesar de lo que dice el Presidente Lopez Obrador que “sí le interesa la ciencia y la tecnología”, el Acuerdo Económico anunciado, confirma la evidencia, de que ni a los empresarios ni al gobierno les importa el desarrollo tecnológico; tanto el TLC como el T-MEC, siguen siendo tratados para satisfacer las necesidades de los EU, sin proponerse insertar a México en el paradigma tecnológico que se está viviendo a nivel global.
México no debe seguir al margen del paradigma tecnológico global, sobre todo por el nivel de incompetitividad de nuestros productos, ya que solo las grandes empresas establecidas en territorio nacional, en mayor numero trasnacionales, son las que tienen las capacidades tecnológicas y organizacionales, para hacer que sus productos sean competitivos globalmente, claro esas organizaciones no dejan de realizar Investigación y desarrollo tecnológico.
Según INEGI existen en el país 4 millones 182 mil 064 empresas manufactureras, de las cuales el 97.02% son micro, 2.26% pequeñas, 0.45% medianas y solamente 0.27% grandes, éstas últimas son las que realizan investigación y desarrollo tecnológico, cabe recordar que el 95% de las solicitudes de patentes que se presentan en el IMPI son de extranjeros.
Contamos con más de 35 Instituciones de Educación Superior Públicas, y 26 Centros Públicos de Investigación, coordinados por el CONACyT, ¿porque nuestras mipymes están al desamparo de los procesos de Investigación y desarrollo tecnológico?
La Balanza de pagos Tecnológica es crónicamente deficitaria, en 2016 el saldo negativo fue de 340.7 mil mdd; en el Índice de Competitividad global del FEMD, México ocupó en el 2019 el lugar 48, cuando en 1999 era el 31, en el Índice de Innovación publicado por la OMPI, pasó de la posición 37 en 2007 al lugar 55 en 2020. Según la Encuesta sobre I+DT del CONACyT, las empresas que realizaron proyectos de I+D pasaron de 4.8% en 2010 a 3.8% en 2016, las empresas que realizaron innovación en el mismo periodo, pasaron de 10.3% a 5.9%; en cuanto al gasto federal de I+D experimental para el sector energético pasó del 49.3% entre 1990-1998 a menos 3.9% en el periodo 1999-2007.
Las reducciones sucesivas y sistemáticas en materia de I+D desde la década de los 90s hasta el presupuesto para 2021, donde lo destinado a I+D representa el 0.3% del PIB, el más bajo en los últimos 30 años; todo esto representa la Deuda Tecnológica que es Deuda Social porque afecta al desarrollo económico y al bienestar social de los mexicanos de a pie.