El mercado es el instrumento por excelencia del auténtico e irrebatible, poder realmente digno (sin dignidad)…el poder económico y financiero trasnacional y pluri-continental, no es democrático por que no lo eligió el pueblo, porque no está regido por el pueblo, porque no contempla la felicidad del pueblo.
Cualquiera diría que estas palabras son de algún economista con sentido social, pero fue José Saramago quien nos dejé, entre otras tantas, ésta reflexión, que da testimonio del poder imperial del capitalismo financiero, a través de la Inversión Extranjera Directa, que se dirige siempre, hacia la más alta rentabilidad, para seguir acumulando capitales, ya que gratuita no es.
Quién realiza más rápidamente el desarrollo tecnológico y su apropiación intelectual, domina los mercados y quien domina los mercados, domina el mundo, que ha arribado ya a la globalización digitálica, por el cada vez más grande comercio electrónico, pero no se puede prescindir de los energéticos.
A pesar de los colapsos en los precios del mercado del petróleo y del gas, según expertos, se prevé que seguirá siendo un mercado multimillonario durante décadas, siendo evidente su carácter estratégico para cualquier economía.
Dejar que se fortalezca la presencia de las trasnacionales en el mercado de los energéticos en México, sería claudicar en la lucha por el bienestar social; para muestra está la industria farmacéutica y los servicios de salud, entre más privatizados, más deshumanizados, incapaces de aportar soluciones con carácter social para la pandemia que flagela al mundo, cuya respuesta positiva está en los gobiernos y los recursos del Estado.
La polémica que sucitó el Acuerdo por el que se emite la Política de confiabilidad, seguridad, continuidad y calidad en el Sistema Eléctrico Nacional, publicado en el Diario Oficial de la Federación el pasado 15 de mayo, evidencia, dos posturas irreconciliables en el contexto político-económico actual, por un lado los que defienden que sean las llamadas fuerzas del mercado las que controlen la producción y distribución de los energéticos, que ya casi lo tenían ganado con la llamada reforma energética de Peña Nieto, por otro lado, ésta el gobierno que enfatiza y recupera la Rectoría del Estado en la gestión de los energéticos.
El dedo en la llaga son los Certificados de Energías limpias (CELs), que son fuente de vida de las empresas privadas de energía renovable, aunque también se estableció que las empresas que generan electricidad usando gas natural y combustóleo, tenían que suministrar un porcentaje de electricidad limpia o renovable, en un 5.8% en 2019 y de 7.4% en 2020, pero solo podían participar en este esquema, las organizaciones que tuvieran plantas posteriores a 2014, lo que significa dejar fuera a las hidroeléctricas de la Comisión federal de Electricidad, que representan más del 15% de la capacidad instalada del país.
El resultado sería que el mercado estaría en manos de inversionistas extranjeros, quienes, claro, verían más por su rentabilidad que por el impacto social en los mexicanos.
Es indiscutible las ventajas que tiene el uso de energías como la eólica, pero se habla poco de las desventajas, como es la fragmentación del hábitat de la fauna silvestre, la muerte de aves por colisión, y la escasa generación de empleos.
En México la industria eólica se concentra en el Istmo de Tehuantepec Oaxaca con 22 parques y mil 600 turbinas; en ésta región pasan 12 millones de ejemplares de 130 especies de aves diferentes, se reporta la muerte de 26 mil 200 aves al año, es una zona habitada por pueblos indígenas que reciben una renta entre 100 y 600 dólares por ha. al año, mientras que en otros países se pagan 4000 dólares por ha. al año; las regalías van del 0.025% al 1.9%, en tanto que en países como Holanda, España y Dinamarca, son del orden del 4% al 10%.
Se observa que en el caso de México las empresas extranjeras solo ven su alta rentabilidad sin preocuparse por un impacto social positivo. Mientras que sea el libre mercado el que determine el proceso de rentabilidad-acumulacion de capital, propicia la desigualdad, lo que hace que el crecimiento económico se anule como factor para reducir la pobreza. ¿y usted qué piensa?