Por: Roberto Morales Estrella
La esencia de la economía es su relación con el bienestar material de los seres
humanos, en un contexto social, es decir generar los bienes satisfactores
fundamentales para vivir, en el proceso histórico se le mutiló el sentido social,
dando paso al libre mercado, transformando los bienes satisfactores en
mercancías, imponiendo la lógica de la ganancia y la acumulación concentrada,
en los que dominan los mercados; en contraparte se precarizó el valor del
conocimiento-trabajo, trasladando las ganancias desmedidas hacia el capital, en
detrimento de los salarios, generando una gran desigualdad social.
El crecimiento de la economía expresada en indicadores como el PIB (Producto
Interno Bruto) y el IGAE (Indicador Global de la Actividad Económica) no
miden el bienestar de la población empobrecida.
Según Arturo Herrera, Secretario de Hacienda, “México saldrá mucho más
fuerte que sus pares latinoamericanos en términos macroeconómicos y fiscales”
lo fundamenta en la decisión del gobierno de no endeudarse para apoyar a las
empresas, sobre todo a las grandes.
Recientemente el INEGI publicó el PIB correspondiente al primer trimestre del
2021, en las variaciones respecto a 2020, se observa que decreció 2.9%; las
actividades primarias fueron las únicas que mostraron crecimiento de 2.8%,
pero las actividades secundarias y terciarias, disminuyeron en 2.3% y 3.6%,
respectivamente. En comparación al trimestre previo el PIB creció 0.4% es
comprensible por el confinamiento.
Tanto como que vamos a salir más fuertes de la pandemia, es cuesta arriba, pero
lo que sí es irrefutable es que la ciencia económica es una ciencia social, lo que
significa que no se debe reducir a la eficiencia de los factores de producción y
al manejo de tasas de interés que favorezcan solamente a las grandes
corporaciones.
Sino que el Estado-Gobierno es el único que puede instrumentar políticas y
programas para definir una ruta que dé respuesta positiva a las crisis económica,
sanitaria, ecológica, como a la superación del rezago tecnológico, fenómenos
que están estrechamente relacionados.
Dado que éstas crisis son de alto impacto, se requiere un Estado-Gobierno fuerte
que retome la rectoría de los procesos económicos y políticos, en dicha fórmula
es imprescindible ejercer la soberanía en rubros estratégicos, como los
energéticos, la salud, la política fiscal, monetaria, financiera y comercial; si bien
ayuda no son suficiente los acuerdos internacionales, dado que la economía
prepandémica tiene aún un fuerte perfil corporativo trasnacional, que ha
precarizado al trabajo, profundizando la desigualdad y desmantelando al sector
salud, generando una alta vulnerabilidad en la población empobrecida.
Como lo dijo Arturo Huerta, el COVID-19 y los efectos del Cambio Climático,
han mostrado ostensiblemente, la inoperancia y la falta de sentido humano del
modelo neoliberal, al preferir a la libertad de mercado en detrimento de una
mayor participación del Estado-Gobierno, crearon las condiciones para que en
paralelo a la precarización social de la economía, se fomentaran las cadenas de
la corrupción institucional, favoreciendo a los dirigentes en turno.
La transformación de la cadena de valor económico, en las cadenas de la
corrupción a gran escala, no solo es injusto socialmente hablando, sino
aberrante desde la perspectiva de la ciencia económica.
El aplicar las políticas neoliberales de más mercado y menos gobierno,
descapitalizó a los sectores fundamentales como la salud y el cuidado del medio
ambiente, propiciaron la precariedad laboral, con salarios menores al nivel de
subsistencia, creando las condiciones de incremento de la informalidad
económica, sin empleos fijos y mal remunerados, pero sobre todo carentes de
prestaciones sociales. Mientras que los servicios médicos privados
incrementaron sus precios, haciéndolos inaccesibles a la mayoría de la
población.
El binomio ciencia-tecnología que es otro de los sectores estratégicos, está
relegado a su suerte, con un sistema nacional desarticulado, favoreciendo desde
la era neoliberal prepandémica, a los grandes consorcios, que ostentan el
monopolio de la producción y aplicación del conocimiento codificado.
La crisis pandémica, sanitaria, tecnológica y ambiental, obliga a un
replanteamiento del Estado-Gobierno desde una perspectiva de la
globalización, más allá de la 4ªT, pero claro ningún retroceso al neoliberalismo
del mercado libre; los partidos que abogan por el regreso a una economía
corporativista sin justicia social son algo más que apátridas.
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