La ausencia de una perspectiva de género en la investigación afecta a los resultados obtenidos.
La “desigualdad científica” perjudica la salud de millones de mujeres.
El Día Internacional de la Mujer conmemora el incendio en la fábrica Cotton Textile Factory de Nueva York que acabó con la vida de más de 130 trabajadoras. La jornada reivindicativa sirve también para recordar que la equidad entre ambos sexos aún no existe. Y la igualdad de género, como sostiene la profesora Concepción Fernández, es también una cuestión de justicia. Por desgracia, la desigualdad existente en los laboratorios sigue afectando a la salud femenina.Las mujeres no participaban en ensayos clínicos hasta los noventa. Los efectos adversos de los medicamentos son mayores en el sexo femenino.
Hasta la década de los noventa, las mujeres no participaban en los ensayos clínicos necesarios para autorizar un nuevo medicamento. “No siempre se entendió que no era científicamente apropiado estudiar solo a hombres y aplicar estos resultados en mujeres”, comenta Janine Austin Clayton,Associate Director for Research on Women’s Health de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos.
En ese sentido, ocho de cada diez fármacosprescritos en EEUU entre 1997 y 2001 presentaban mayores efectos adversos en mujeres que en hombres. La mitad era porque se administraban más a la población femenina, mientras que en el caso del otro 50% no se conocían los motivos. Pero lo cierto es que medicamentos como Posicor, Raxar o Propulsid ponían en riesgo la salud femenina. ¿Qué estaba ocurriendo?
La ausencia del otro 50%
Según señala Clayton a NPR, el 80% de los estudios científicos realizados en ratones se hace en ejemplares machos. Es decir, la no inclusión durante décadas de la mujer en ensayos clínicos y los sesgos en la investigación preclínica podrían estar detrás de graves consecuencias para la salud de la mitad de la población. La razón de esta “desigualdad científica” se basaba en que las hembras de roedores eran más variables, una consideración cuestionada por trabajos como este publicado en Neuroscience and Biobehavioral Research.Los gobiernos pretenden ahora evitar los sesgos de género en la investigación
Los sesgos introducidos, según un artículo publicado en Annals of the New York Academy of Sciences, afectaban a la investigación sobre el cáncer, las enfermedades cardiovasculares o la depresión. En otras palabras, los problemas en los estudios con modelos animales suponían un grave lastre para los ensayos clínicos y, como consecuencia, para la salud de miles de mujeres.
Por estos motivos, expertos como Donna Mergler apuntaron la necesidad de tomar en consideración la perspectiva del sexo y del género también en la investigación científica. Meses después, los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos anunciaron que harían un esfuerzo en este sentido, aportando10 millones de dólares para reducir los sesgos de género. La Unión Europea, que ya publica la información sobre los ensayos clínicos incluyendo datos sobre hombres y mujeres, o Canadá, que promueve análisis similares, también trabajan en esa dirección. España, por su parte, publicó una guía en la que recomiendan considerar las diferencias de sexo/género “en los factores de riesgo, los mecanismos biológicos, las causas, el momento, la manifestación clínica, las consecuencias y el tratamiento de enfermedades y trastornos.”
¿Dónde está la desigualdad?
¿Evitar esta “desigualdad científica” solucionará los problemas sobre la salud femenina? Expertos en farmacología señalan que “el sexo es una variable biológica fundamental” y que, como tal, no puede ser excluida de los análisis realizados.Otros expertos señalan, sin embargo, que el género es algo más que el sexo biológico. La salud femenina también está condicionada por factores socioeconómicos
Otros autores, sin embargo, critican la elección de líneas celulares como “masculinas” y “femeninas”. Stacey A. Ritz, por ejemplo, plantea que es imposible trasladar como “equivalentes” los resultados obtenidos en cultivos celulares y en modelos animales a las diferencias entre hombres y mujeres. Una perspectiva similar a la apoyada por el grupo de Sarah S. Richardson en la revista PNAS, en la que plantean que el género es algo más que el sexo biológico. O, en palabras de Fernández, “el individualismo atribuye los logros a la capacidad la psicología de los individuos como si estuviesen libres de barreras sociales”.
¿Es posible realizar una consideración biologicista de este tipo sin caer, de nuevo, en errores? La ausencia de especialistas sobre el feminismo y la perspectiva de género pesa sobre los trabajos que tratan de reducir la “desigualdad científica” en pro de la salud femenina.
Y es que, por desgracia, las relaciones entre sexo y biología no siempre han sido bien documentadas. Como recogía un trabajo publicado en JAMA, solo el 12,7% de los estudios asociaba de forma correcta las variables genéticas con la diferente interacción entre sexos. Además, la mayor parte de investigaciones no aborda con claridad la desigualdad que también existe en la salud entre hombres y mujeres en el mundo. Es decir, estos expertos comentan que la “desigualdad” no estaría solo en los análisis de cultivos celulares y animales de laboratorio, sino especialmente en las condiciones socioeconómicas tan dispares que afronta la mitad de la población. Y es que según la UNESCO, más de mil millones de personas viven en condiciones de extrema pobreza, la mayoría mujeres. Una problemática que afecta de manera extraordinaria a la salud femenina y que debería hacernos reflexionar en un día como hoy.