Josep Maria Echarri preside Inveready, una de las firmas de capital riesgo más volcadas en invertir en ciencia. Su receta para convertir conocimiento en empresa incluye mucha autoestima sobre el nivel de la investigación en España y un importante papel para el sector público.
Como un actor de teatro que se hace rico y famoso por un exitazo en el cine y luego vuelve a las tablas, la firma de capital riesgo Inveready puede presumir de un gran éxito que, en realidad, poco tiene que ver con el núcleo de su negocio. En 2010, su cofundador y ahora presidente, Josep Maria Echarri (Barcelona, 1976), promovió la entrada de la firma en Masmovil, entonces un Operador Móvil Virtual (OMV) más. “Íbamos a los bancos a pelearnos por una póliza de 200.000 euros y ahora refinanciamos cientos de millones; facturábamos 2,8 millones y ya estamos en los 1.400”, explica. Fue una apuesta arriesgada, pero hoy Inveready posee, según los datos de la CNMV, el 2,6% del capital de una empresa con una capitalización de casi 2.500 millones de euros.
A pesar de su éxito con la teleco, Inveready invierte en otro mundo. Apuesta fundamentalmente por compañías de software y Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) y empresas de biotech o ciencias de la vida. En su cartera destacan compañías como Palobiofarma, que tiene un contrato de licencia con Novartis para un fármaco contra el cáncer de pulmón; Ability Pharma, que estudia el cáncer de endometrio, y Agile, una empresa de televisión OTT que ya comercializa su plataforma en España con esa marca.
En esta década de recorrido han gestionado más de 200 millones de euros, apostando por unas 110 compañías. Más de un tercio de ellas se dedican a la biotecnología, y específicamente invierten en muchas startups volcadas en el descubrimiento de fármacos innovadores. ¿Con qué enfoque se acercaron a ese mundo?
En España se hace ciencia fantástica, tanto desde el mundo privado como desde el público. Y nosotros somos un catalizador que convierte el conocimiento en dinero. Convencemos a la gente que tiene dinero para que invierta en conocimiento. Y lo hacen para ganar más dinero. Tenemos muy claro que, lamentablemente, esto no va de hacer buena ciencia, sino de ganar dinero. Si el conocimiento no se convierte en dinero, no habrá dinero que financie el conocimiento.
¿Y esa ciencia de primer nivel que defiende que tiene España, cómo se transfiere a la industria, ya sean startups o grandes farmacéuticos?
En los últimos años no ha mejorado mucho: sigue siendo una asignatura pendiente. Hay mucha ciencia que se quiere transferir pero, como no es fácil, acaba siendo barata. A nosotros, siendo cínicos, nos hace la vida más fácil, porque las startups consiguen licencias de los centros académicos en unas condiciones muy ventajosas, y eso acaba siendo una ventaja competitiva tremenda de invertir en biotech en España. Pero como contribuyente me resulta triste.
¿Por qué vendemos buena ciencia a un precio muy bajo?
Hay muchos motivos, y no todos son responsabilidad del sector público. Lo explico con un símil: nuestro pozo de conocimiento es tan bueno como el de Boston, pero allí está vallado y con cola de gente; y aquí casi regalamos el agua porque no sabemos qué hacer con ella. Es un problema de país. Tenemos pozos de conocimiento científico rodeados de desierto, y deberían ser un vergel. Ese ‘agua’ no se aprovecha.
Formado en Administración de Empresas, Finanzas y Ciencias Actuariales (la disciplina que mediante la estadística y la matemática calcula riesgos, especialmente para la industria aseguradora) Echarri, con gafas de ratón de biblioteca, exquisita educación y hablar calmo, se aleja mucho del prototipo del tiburóndel capital riesgo. Más bien parece un eficiente financiero que prefiere el perfil bajo.
¿Se consideran una compañía financiera?
No, no somos financieros puros; este negocio no es solo de financieros. Necesitamos, además de tecnólogos, expertos que hayan estado al otro lado de la mesa, que entiendan lo que es emprender; gente que, como es mi caso, haya ido al notario a montar una empresa. Sin esas tres patas, el negocio no va a funcionar, aunque evidentemente todo tiene una vertiente financiera, porque en esencia al final se trata de comprar barato y vender caro, como muchos negocios. Lo que ocurre es que, como suelo decir en broma, aquí el periodo de maduración del stock es muy amplio.
Es esencial entender que la inversión en ‘startups’ tiene que ser local”.
En esta década, ¿qué cambios ha visto en el ecosistema de la inversión en España?
Es esencial entender que la inversión en startups tiene que ser local, por un motivo muy sencillo: un fondo de Londres o de Silicon Valley puede invertir 20 millones en una empresa española sin problema, pero no va a poner dos millones de euros, o 500.000 euros, en una startuplocal. No le compensa bajar a ese nivel, le supone unos costes de transacción que no le interesan y tiene a su alrededor un ecosistema muy potente.
El problema es que si no hay dinero en esa fase inicial, ¿cómo van a ser capaces los emprendedores españoles de crear empresas tan atractivas como para que los de los fondos de 20 millones de Londres o Silicon Valley se fijen en ellos? Pues precisamente esa ha sido la evolución fundamental: se ha creado un mercado de inversores locales. Así que ya no solo hay emprendedores de calidad y ciencia de calidad; también hay inversores, no solo Inveready, capaces de cerrar el círculo. Por eso hay ahora más empresas españolas que protagonizan rondas internacionales de buen tamaño. Es todo más sencillo, para todos, que hace diez años. Hasta 2007 nadie había ganado dinero con un fondo de capital riesgo relacionado con tecnología en fases iniciales, aunque parezca mentira.
Y ustedes se lanzaron en plena crisis financiera global…
Teníamos claro que era muy difícil explicarle al emprendedor que éramos tan listos que, usando las técnicas de siempre, íbamos a conseguir ganar dinero cuando hasta entonces nadie lo había conseguido. Así que apostamos por hacer algo distinto: contar con el sector público, que permite disminuir el riesgo, ya que normalmente aporta un capital que no hay que remunerar o, si es una subvención, a veces ni eso.
¿Con qué instituciones públicas trabajan?
Con el ICO, Sodena [Sociedad de Desarrollo de Navarra], el Instituto Catalán de Finanzas, el Instituto Valenciano de Finanzas… Participan en los fondos y en algunas empresas directamente. Hacen un gran papel como financiadores de la innovación, y nosotros colaboramos a que ciencia de esas instituciones académicas acabe en las empresas.
Nunca he visto nada parecido a la corrupción en este mundo, y esto se logra a base de controles”.
¿Y no son un problema los ritmos y procesos políticos, tan distintos de los financieros y empresariales?
Los procesos con estas instituciones pueden ser más lentos y burocráticos, pero hay que tener en cuenta que hablamos de dinero de todos. Por ejemplo: los procesos de transferencia de licencias son complicados, pero es que lo tienen que ser. Imagina una universidad que ha dedicado millones de euros y mucho tiempo a la investigación de un proyecto; si lo transfiere a alguien que no sea capaz de hacerlo crecer, ¿qué pasa con esos recursos empleados? Pero nunca he visto nada parecido a la corrupción en este mundo, y esto se logra a base de controles. Pediría más agilidad, pero nunca menos rigor.
En el otoño de 2017 Inveready, empresa de origen catalán, cambió su sede de Barcelona a Madrid. ¿Por qué tomaron esa decisión?
Manejamos dinero de otros, y esos otros quieren seguridad regulatoria y fiscal. Sería una irresponsabilidad por nuestra parte poner en riesgo el dinero de la gente que ha confiado en nosotros, por pequeño que sea ese riesgo. Es así de sencillo.
Fuente: Retina