Para los bancos e instituciones financieras, 2020 fue un año lleno de retos: por un lado, el semáforo epidemiológico en rojo impactó la operación de la mayoría de las casi 17,000 sucursales bancarias en México, lo que orilló a los bancos a elevar la apuesta por la digitalización.
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Otro de los fenómenos que se han dado durante la pandemia es la expectativa en la reducción del uso de efectivo. De acuerdo con el Banco de México, en el país 93% de la población utilizaba el efectivo como medio de pago en transacciones financieras antes de la contingencia sanitaria. Actualmente, en contraste, la proporción es de 86%.
El SARS-Cov-2 trajo consigo la modificación de la mayoría de los procesos asociados a la banca y el sistema financiero. Es un periodo de gran oportunidad para el aprendizaje, aunque también existen riesgos para las hojas de balance.
¿EL FUTURO DE LA BANCA ES (MÁS) RENTABLE?
El cambio de hábitos sería sólo el comienzo. El informe “El modelo de negocios de los bancos en el mundo post Covid-19” (“The Bank Business Model in the Post-Covid-19 World”), elaborado por Voxeu.org, explica que los bancos se enfrentan al riesgo de ver una presión fuerte sobre su rentabilidad a nivel global.
“El sector bancario sufrirá una situación de estrés por elevadas pérdidas crediticias, una vez [que] surjan insolvencias a gran escala entre las empresas y [los] particulares debido a la recesión económica mundial provocada por la crisis de Covid-19. Y todo ello a pesar del que el sector ha disfrutado de un momento positivo durante la pandemia, canalizando el flujo de crédito y los programas de préstamos de garantía pública a la economía, y aprovechando medidas de flexibilidad por parte de reguladores y supervisores”.
En México hubo dos rondas de facilidades para el diferimiento y reestructura de créditos. Al cierre de 2020, la Asociación de Bancos de México documentaba cerca de 2 millones de financiamientos beneficiados.
En la primera ronda, de marzo a julio, la banca reestructuró 8.6 millones de créditos con valor de 1.1 billones de pesos, equivalentes al 22% del crédito al sector privado. De octubre al cierre del año, el segundo programa benefició a 1.1 millones de clientes con créditos reestructurados por 334,000 millones de pesos (mdp), equivalentes a 7.4% de crédito al sector privado.
La rentabilidad se presenta como uno de los indicadores a monitorear en la era post-Covid-19. Eduardo Gómez Alcalá, socio líder de la Práctica Regulatoria del Sector Financiero en PwC México, explica que los bancos deberán estar atentos a los impactos de los diferimientos en materia de morosidad y requerimientos de reservas.
“Será importante que exista una vigilancia de cómo impacta la morosidad, y si existe la necesidad de tomar provisiones adicionales para anticipar pérdidas”.
El siguiente factor a considerar aquí, comenta, es qué va a pasar con la demanda de crédito, pues, para el cierre de 2020, la ABM reportaba una reducción en los créditos otorgados de 4.3%.
“Hay más oferta de créditos, pero [también] más cautela. Será interesante ver qué va a pasar: ¿Se van a seguir dando los créditos? Si se reduce el número de créditos, se reduce la rentabilidad y el atractivo. Actualmente, no hay un problema de liquidez, pero probablemente veremos otros meses más de facilidades para el pago y eso, eventualmente, se verá reflejado”.
Para Jorge Ortiz, Managing Partner en The Fintech Hub y fundador del wallet Tan Tan, la rentabilidad es un reto para los bancos grandes, lo cual representa una ventaja para las fintech que apenas han entrado al mercado.
“Los grandes bancos cotizan en bolsa. El problema es que los accionistas ponen presión sobre el desempeño financiero. La exigencia de los bancos es reportar utilidades; la mora o impagos afectan los balances. La presión de los accionistas es más fuerte sobre el margen de acción de los bancos que de las fintech, pues quienes fondean a las startups financieras tienen más tolerancia al riesgo de deterioro de los balances. La pandemia es un fenómeno tan fuerte que se van a poner a prueba los modelos de riesgo y de crédito de todas las instituciones, grandes y pequeñas”, afirma Ortiz.
LA ERA DE LA DISRUPCIÓN
El tercer fenómeno más notorio entre las tendencias bancarias, explica Gómez Alcalá, es la digitalización.
“Hablamos no sólo de las fintech, sino del Open Banking y el Open Data. Esas tendencias implicarán una nueva forma de inclusión. De cierta forma, se está forzando al sector financiero a ser más inclusivo”, afirma.
Jorge Ortiz, fundador del wallet Tan Tan, explica que la digitalización que se observó a partir de la pandemia es un efecto que se derivó de la una sensibilización que ya existía previamente, pero que se vio forzada a ponerse en marcha de manera activa.
“De pronto, todos los aspectos de la vida se volvieron digitales: las reuniones, el aprendizaje… Ya existía una gran tendencia a lo digital, pero el hecho de tener que realizar no sólo transacciones financieras, sino pagos de forma remota, orilló a que todos usaran las plataformas al alcance para cubrir la necesidad de realizar pagos a tiempo”.
La apuesta de los bancos a los canales digitales es amplia. Por ejemplo, Scotiabank destinará 610 mdp a su estrategia de digitalización.
La necesidad es grande. De acuerdo con datos de la “Encuesta telefónica 2020: medios de pago durante la pandemia”, los pagos con tarjetas de débito y crédito se vieron reducidas de 28 a 26% y de 14 a 11%, respectivamente.
Al mismo tiempo, las transferencias a través del Sistema de Pagos Electrónicos Interbancarios (SPEI) aumentaron del 0.5 a 4% de la población objetivo. A un paso más lento, el uso del sistema de pago digital CoDi alcanzó 1% de las transacciones luego de ser lanzado en 2019.
Este fenómeno indica que los productos bancarios tradicionales ahora conviven más con las transferencias y los pagos digitales. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que los pagos no son la única modalidad de servicio que ha tenido que transformarse.
“El uso de la tecnología llegó para quedarse. En el sector financiero falta todavía incorporar más data science. La pandemia nos ayudó a desarrollar capacidades integrales, con el objetivo de tener más inclusión financiera, modelos perfeccionados”, señala Victor Manuel Borrás Setién, fundador y director general de la sociedad financiera de objeto múltiple (Sofom) Bien para Bien, que ha colocado más de 1,000 mdp en financiamientos y está dedicada a créditos con garantía inmobiliaria.
En su trayectoria se registra que Borrás Setién fue titular del Infonavit y trabajó durante 30 años en Bancomer. El empresario explica que la necesidad del uso de las plataformas digitales ha permitido que los clientes del sistema financiero tengan más opciones.
“A través de las plataformas tecnológicas, los usuarios adquieren más herramientas para decidir; pueden comparar opciones. La tecnología es un gran beneficio porque empodera a los consumidores y los hace más exigentes. Al mismo tiempo, hace los servicios más accesibles”, señala.
Como ejemplo de digitalización, Borrás señala que en Bien para Bien desarrollaron una herramienta de avalúo digital que permite automatizar el proceso de valuación de una propiedad.
“Dice un dicho: ¿Cuándo has visto a un elefante bailar zapateado? Los bancos son instituciones grandes, con mucha historia y una cultura distinta. La tecnología logró que las instituciones pequeñas sean ágiles, al tiempo que la regulación permite que sean empresas muy sólidas. Entonces, son [éstas] las que sí pueden bailar ese zapateado”.
UN FUTURO SIN EFECTIVO, ¿ES POSIBLE?
El 84% de los mexicanos señaló que el efectivo no era el medio más seguro para realizar pagos en la contingencia sanitaria. Así lo arroja la “Encuesta telefónica 2020: medios de pago durante la pandemia”, realizada por el Banco de México.
Siete de cada 10 mexicanos manifestó temor a contagiarse de Covid-19 por el contacto con billetes y monedas, mientras que sólo cuatro de cada 10 consideraron que pagar con tarjetas de crédito o débito en un punto de venta podría representar un riesgo de contagio.
“El uso de efectivo sigue siendo un tema cultural. Hay 116 millones de teléfonos celulares y 90 millones de cuentas en Facebook, pero, cuando se habla de pagos y tecnología, prevalece la desconfianza. Los pagos electrónicos son un tema innovador que todavía requieren de la difusión adecuada”, afirma Jorge Ortiz.
De acuerdo con datos del Banco de México, entre octubre y diciembre de 2020 se incrementó en más de 150,000 mdp el efectivo circulante entre la población. Datos de PwC apuntan a que sólo siete de cada 100 transacciones se realizan a través de medios electrónicos. Víctor Manuel Borrás explica que el creciente uso del efectivo, incluso pese a la oferta de medios de pago, encuentra su explicación en la informalidad.
“Es un tema que está relacionado con la fiscalización. Muchos pequeños negocios prefieren seguir empleando el efectivo, por un tema de reporte. Hay señales encontradas. Amazon, por ejemplo, tiene opción a pagar en efectivo. Eso es un contrasentido. No hemos avanzado lo suficiente”.
Por su parte, Eduardo Gómez Alcalá considera que la adopción de medios de pago digitales está relacionada con la evolución del propio consumidor.
“El reto con [ir dejando atrás] el manejo de efectivo es importante, pero forma parte de la evolución que se está viendo [con la pandemia]. Hay que poner énfasis en la educación financiera y en el desarrollo de tecnología sencilla de usar. La cultura del efectivo sigue siendo fuerte; mucha gente lo prefiere y lo sigue manejando. Y está bien; es importante que no se satanice a las personas que lo siguen usando”, añade.
Fuente:
Escamilla, V. M. (2021b, marzo 12). La banca del futuro • Nuestra Revista •. Recuperado 12 de marzo de 2021, de https://www.forbes.com.mx/nuestra-revista-la-banca-del-futuro/