Si hay algo que caracteriza el modo de vida de nuestra sociedad es su dependencia de fuentes de energía fiables y económicas. Todas las actividades que realizamos y todo lo que producimos, el fundamento y el motor de nuestro sistema económico, requieren grandes cantidades de energía. ¿De dónde viene hoy esa energía? De los combustibles fósiles, que en la actualidad suministran el 86 por ciento de toda la energía primaria que se consume en el mundo, además de proporcionarnos numerosos productos muy presentes en nuestro día a día, como los plásticos. Estos compuestos orgánicos, caracterizados por poseer una gran densidad energética (un kilogramo de diésel proporciona unos 11.700 vatios durante una hora) son los que han posibilitado el enorme nivel de desarrollo alcanzado por nuestra sociedad y los que permiten el estilo de vida que conocemos.
Nuestra gran dependencia de los combustibles fósiles, como el petróleo, «la sangre que corre por las venas de nuestra civilización», en palabras del autor del libro objeto de esta reseña, hace difícil que podamos imaginarnos siquiera cómo sería nuestro mundo sin él. Antonio Turiel, doctor en física e investigador del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC que lleva desde 2010 divulgando desde su blog The Oil Crash sobre el pico de petróleo (el momento en el cual la producción de petróleo llega a su máximo histórico y a partir de ahí comienza a disminuir), analiza en este ensayo las posibles alternativas a nuestra dependencia del petróleo y sus derivados. Con un lenguaje claro y accesible para el público general, el autor aborda todos los temas relevantes que giran en torno a nuestro sistema energético actual y sus posibles alternativas. A lo largo de 23 capítulos, breves pero muy bien argumentados, Turiel proporciona cifras clave y nos explica de forma concisa pero contundente por qué las alternativas energéticas que se están planteando en la actualidad no podrán cubrir toda la energía que proporciona el petróleo, y por qué, de no aplicar cambios profundos en nuestro sistema económico y social, nos encaminamos a un escenario de descenso energético, el petrocalipsis, que tendrá calamitosas consecuencias para nuestras sociedades [véase «Los límites del crecimiento tras el cenit del petróleo», por Charles A. S. Hall y John W. Day; Investigación y Ciencia, octubre de 2009].
Una de las principales virtudes del libro es su sencillez. El autor ha realizado un gran esfuerzo para explicar de una manera entendible por todo el mundo cuestiones de gran complejidad. Para ello ha optado por no emplear tecnicismos, infografías, gráficas ni tablas, algo nada habitual cuando hablamos de asuntos como las tendencias y previsiones en la producción y consumo de petróleo y otras fuentes de energía, o cuando explicamos cómo se obtienen los hidrocarburos mediante técnicas como la fracturación hidráulica, o fracking. En un principio comencé a leer el libro con cierto escepticismo, pensando en que fracasaría en su intento, pero he de reconocer mi error. Es más, los capítulos son tan cortos, el lenguaje resulta tan entendible —hasta ameno— y los argumentos tan convincentes que el libro invita a leer un capítulo tras otro buscando respuestas al siguiente por qué no (por qué otras fuentes de energía no podrán sustituir por completo al petróleo) como si de una novela se tratara.
Resulta también muy acertado haber incluido una discusión sobre lo que necesitaríamos hacer para evitar el petrocalipsis: avanzar en la construcción de un sistema económico y social que no esté basado en el crecimiento continuo [véanse «El fin del crecimiento», por Bill McKibben; Investigación y Ciencia, junio de 2010; y «Decrecimiento energético», por Carles Riba Romeva; Investigación y Ciencia, enero de 2012]. Otro acierto del libro es que su sencillez no viene reñida con el rigor, ya que incluye numerosos datos que dan solidez a sus argumentos y una bibliografía seleccionada que los lectores podrán emplear para profundizar en diversas cuestiones.
Como bien dice el autor en el prólogo, este es un libro del «no», y los lectores no encontrarán en sus páginas mucha información que invite al optimismo, más bien todo lo contrario. En mi caso, su lectura me dejó algo de zozobra nada más terminarlo. Pero esa zozobra, ciertamente alentadora de la reflexión, es también necesaria para conocer mejor y tomar conciencia sobre la magnitud del problema al que nos enfrentamos y sobre lo difícil que será resolverlo en el marco de nuestro sistema social y económico.
Paradójicamente, quizá la principal virtud del libro (su sencillez) sea también uno de sus pocos defectos, ya que creo que varios lectores (entre quienes me incluyo) hubieran deseado un tratamiento con algo más de profundidad de algunas cuestiones. Y aunque no es algo que se estile en un ensayo de esta naturaleza, he echado en falta un índice alfabético que facilite la consulta de conceptos concretos. Una adición interesante para futuras ediciones sería poder contar con una serie de tablas que, al final de cada capítulo o del propio libro, compilen las principales cifras que aparecen a lo largo del texto y las referencias bibliográficas de las que provienen, algo que sin duda agradecerán estudiosos y profesionales de la energía, el entorno natural y el desarrollo sostenible. Ello otorgaría un valor añadido a esta obra sin que por ello perdiese un ápice de legibilidad e interés para los lectores no especialistas.
Petrocalipsis es un libro muy actual y recomendable para todo aquel interesado en el medioambiente, la energía, la sostenibilidad, la transición ecológica y la reducción de nuestro impacto sobre el planeta. La obra adquiere especial importancia en un momento en el que la descarbonización de la economía y las energías renovables ocupan un lugar clave en la agenda política y económica, ya que nos muestra que estamos poniendo el foco en algo que difícilmente va a ocurrir: seguir como hasta ahora sin más que cambiar unas fuentes de energía (fósiles) por otras (renovables). El libro invita a reflexionar sobre algo de lo que no se habla en los medios de comunicación y en las discusiones políticas tanto como debiera: cómo va a ser nuestro sistema social y económico en un mundo sin petróleo abundante y barato. O, en otras palabras, un mundo sin tanta energía disponible para nuestro uso y disfrute.
Evitar el petrocalipsis no será fácil ni rápido. Pero hacerlo será imperioso para garantizar el bienestar de las generaciones futuras y la supervivencia de nuestras sociedades. No es posible mantener un crecimiento económico continuo cuando los recursos que lo sustentan son finitos. Por lo que, como bien reflexiona el autor, «no existe solución al problema porque estamos intentando resolver el problema equivocado». ¿Nos ponemos, pues, a intentar resolver el problema correcto?
fuente ;
Por qué deberíamos imaginar un mundo sin petróleo. (s. f.). Recuperado 5 de mayo de 2021, de https://www.investigacionyciencia.es/revistas/investigacion-y-ciencia/el-arte-de-la-transformacin-832/por-qu-deberamos-imaginar-un-mundo-sin-petrleo-19800