La adopción de nuevas tecnologías depende de muchos factores y el demográfico, por su ritmo pausado, recibe poca consideración. Esto a pesar de que, al afectar el tamaño y la composición de la fuerza de trabajo, influye directamente en el precio de la mano de obra y en los incentivos para buscar formas de transformarla o sustituirla. A su vez, la tecnología tiene impacto en la forma y velocidad en que evoluciona la población.
La Revolución Industrial en Gran Bretaña fue posible por el crecimiento de la población (entre 1550 y 1820 se incrementó en un 280 por ciento, mientras que en el resto de Europa lo hizo sólo entre 50 y 80 por ciento) y por su rápida urbanización (Manchester pasó de diez mil a dos millones de habitantes). La mecanización de las fábricas tuvo efectos en la movilidad de los trabajadores entre ciudades y sectores y también en la fecundidad, la pirámide de edades y el nivel de vida.
La entrada de Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial incidió en la inmigración de campesinos mexicanos pobres, lo que retraso la tecnificación de los campos californianos. Produjo también mayor participación de las mujeres en las fábricas y eso determinó la modificación de la maquinaria para requerir menor esfuerzo físico.
Gracias a los avances en la tecnología médica se vive más años y con buena salud en los países desarrollados, pero su alto costo dificulta que puedan acceder a ella en los emergentes. En aquellos declina la tasa de nacimientos y hay más viejos, por lo que la tecnología es la única forma de elevar la productividad. En los emergentes tienen claro que la capacidad de innovar depende del capital humano, pero no cuentan con las inversiones suficientes para asegurar su nutrición, salud y educación. La emigración es una válvula de escape pero provoca pérdida de talento que nunca se compensará con las remesas.
Acompasar demografía y tecnología es un reto que tienen en todas partes. Alemania, Japón y Corea del Sur decidieron desde hace tiempo enfrentar su escasez de personal con la automatización de sus procesos productivos. China, con una gigantesca población que envejece, la ha abrazado con determinación hasta convertirla en su principal política de Estado. Las naciones del sur de Europa no parecen muy preocupadas por el tema y ya están pagando las consecuencias. Israel tuvo desde el principio la visión de convertirse en campeón de la ciencia y el desarrollo técnico y ha podido incrementar su producto nacional y per cápita. En los países emergentes han privado la timidez y los esfuerzos discontinuos.
Caso aparte
Estados Unidos cuenta con las mejores universidades, en las que trabajan la mayoría de quienes han merecido premios Nobel. Su espíritu innovador se ha manifestado en docenas de inventores que empezaron en talleres domésticos. Nadie los supera en el registro de patentes y en la velocidad en la que se convierten en artículos de consumo masivo. Sin embargo su tasa de automatización industrial no avanza y se ha rezagado en sectores como el automotriz y el de productos electrónicos.
Es efecto de tener una población que crece y no envejece pero también de un gran desinterés de los gobiernos. Se han contentado con otorgar ventajas fiscales (amortización acelerada) y comerciales (tarifas y preferencias) a las empresas; han sido demasiado condescendientes con los sindicatos y se han recargado demasiado en la inmigración. Algunos gobiernos estatales y de grandes ciudades han tenido iniciativas valiosas pero insuficientes.
La situación se agrava con el advenimiento de la inteligencia artificial. Ya no se trata de máquinas que producen en gran volumen, con calidad controlada y bajo costo. Ahora son equipos que pueden aprender. Manejando enormes cantidades de información a gran velocidad son capaces de estimar la probabilidad de que, bajo ciertas condiciones, se produzca un resultado y reaccionar en consecuencia. El mejor ejemplo de ello son los automóviles autónomos. Con información detallada y actualizada del clima y las condiciones del camino; de la ubicación, velocidad y comportamiento de los otros vehículos; de las intenciones y necesidades del propietario; pueden ser conducidos con mayor seguridad y confiabilidad que un ser humano.
En ese sentido hay que entender las tardías medidas que ha propuesto el presidente Donald Trump para facilitar la inmigración de personas con calificación profesional y las que buscan retener a los egresados de estudios de posgrado.
Fuente: El Financiero