Las principales empresas del país coquetean ya con esta tecnología en busca de mayores ratios de eficiencia en tiempos y costes a la hora de abordar tareas repetitivas Hoy existen muchas definiciones de Inteligencia Artificial (IA), pero todas, con más o menos tecnicismos, concluyen en una misma idea: la de la capacidad de las máquinas de ofrecer los mismos comportamientos que el ser humano a través de un proceso de aprendizaje similar.
Ya en los años 20 el matemático, criptógrafo y pionero de la computación Alan Turing ideó un test para demostrar la existencia de esa inteligencia artificial. Decía que una máquina será inteligente cuando sea capaz de confundir a un ser humano. Él estaba convencido de la existencia de esa cualidad en las computadoras más avanzadas, y aún hoy su programa sigue siendo demasiado simple como para que un humano sea engañado.
Sin embargo, el concepto de inteligencia artificial, acuñado por el científico estadounidense John McCarthy en 1956, dos años más tarde de la muerte de Turing, se presenta hoy como uno de los grandes retos que debe afrontar el mundo globalizado y debe adoptarse por aquellos que no quieran perder el tren del progreso.
«Intentar reproducir el comportamiento humano», resume el profesor del área de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial y director del Departamento de Informática y Automática de la Universidad de Salamanca (USAL), Juan Francisco de Paz Santana. Claro que, para ello, «los humanos tenemos que dar la información adecuada para que la máquina haga una predicción correcta», explica, concediendo aún buena parte de la responsabilidad del desarrollo de esta ciencia en los humanos.
Fuente: latribunadealbacete