La ONU apuesta fuerte por el análisis de datos para salvar vidas

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by OtechUAEH

Miguel Luengo-Oroz es el jefe de los científicos de ‘big data’ del laboratorio de la ONU Global Pulse. Su equipo ha ayudado en campos de refugiados o en los terremotos de México

Fue el primer cien­tífico de datos que contrató la ONU. Era 2011 y el big data estaba en pañales. Ban Ki Moon le enroló para UN Global Pulse, un laboratorio de ideas que utiliza los algoritmos y las tecnologías emergentes para actuar en contextos de desa­rrollo y crisis humanitarias.

¿Qué vieron en él? Quizás influyera que en 2004, cuan­do todavía no se hablaba de inteligencia artificial (IA), ya había creado un robot capaz de escribir poesía. O quizás lla­mó la atención de la persona indicada cuando en 2010 pasó por la Singularity University, el centro de élite de Google y la NASA en California, convir­tiéndose —por cierto— en el primer español en pisarlo.

La obsesión de este inge­niero de telecomunicaciones y de su equipo es producir solu­ciones que ayuden. Lo ha con­seguido en varias ocasiones.

¿Cómo ha evolucionado tu trabajo en UN Global Pulse?

Cuando empezamos la idea era ver qué señales emitimos las personas a través de los móviles y las redes sociales. Ahora nos centramos en có­mo utilizarlas para mejorar la salud, la seguridad alimenta­ria o la educación.

¿Y cómo lo hacéis?

Si algo hemos aprendido es que la parte complicada de so­lucionar los problemas no es la tecnológica, sino la humana. La clave es entender a quienes van a usar la herramienta que estés preparando. Hay que empaparse del contexto.

¿Podrías darnos un ejemplo?

UNICEF acudió a nosotros para mejorar el sistema de reparto de agua en el campo de refugiados de Zaatari, en la frontera entre Jordania y Siria. Ayudamos a digitalizar el sistema para que la flota de camiones, que abastecen a 90.000 personas, supiera a qué puntos tenían que ir a suministrar el agua y recoger luego la sucia. Tras probar la herramienta nos dimos cuen­ta de que los camioneros hacían trampa: panelaban por dentro los depósitos para que pareciese que recogían más agua usada.

¿Qué puede aportar la IA a la gestión de catástrofes naturales?

Mucho. Ayudamos a UNO­SAT a hacer algoritmos para evaluar daños o agilizar el conteo de tiendas en campos de refugiados. En México, junto al BBVA, diseñamos una aplicación para medir el impacto económico de un huracán a partir de los gastos y las retiradas de efectivo realizadas antes, durante y después. Para decidir dónde enviar la asistencia, las tien­das de campaña, etcétera se recurre a los censos. Eso es un problema porque en algu­nos países están muy desac­tualizados. Tras el terremoto de Haití se calculó el número de desplazados detectando las zonas con mayor densi­dad en función de la torre de telefonía a la que se conecta­ban los móviles. Ese proceso se replicó luego en Nepal.

¿Para qué más le puede ser­vir el big data a la ONU?

En Brasil, con ONUSIDA y el gobierno del país, lanzamos un proyecto para monitorizar mensajes homófobos en redes sociales. En Indonesia hicimos lo mismo para combatir los falsos rumores sobre las vacu­nas. En Uganda, donde no hay un uso tan extendido de las redes sociales, hemos creado una herramienta para trans­cribir a los lenguajes locales lo que se dice en la radio pública y monitorizarlo. Es muy útil para detectar catástrofes de baja intensidad, como derrumbamientos, que no se reportan y causan estragos.

Fuente: Retina El Pais

Por Manuel G. Pascual