A quien le interese la robótica, en Japón encontrará El Dorado y una visita más que obligada para saciar su curiosidad. Hoteles, hospitales, restaurantes y hasta establecimientos de lotería cuentan con androides al servicio de los humanos. Tal es la fiebre por la inteligencia artificial que hasta RoboPin se ha convertido en un auténtico reclamo publicitario y sus coreografías triunfan en la televisión. Sin embargo, esta tecnología, desarrollada masivamente por las compañías japonesas en las tres últimas décadas, tiene un fin menos folclórico de lo que el turista puede apreciar. La intención de la mayoría de organizaciones es especializarla para mejorar el trabajo humano y colaborar con ellos.
Uno de los errores más comunes fuera del país asiático es dotar de muchos datos desestructurados a las plataformas de deep learning. Esta es una de las principales razones, tal y como argumenta Martin Schulz, director del instituto de investigación de Fujitsu en Tokio, que ha propiciado que Japón se sitúe a la vanguardia de la inteligencia artificial. “Los robots nipones son cada vez más inteligentes e interactúan más con los humanos al centrarse en funciones cognitivas simples, basadas en datos limitados y de gran calidad”, añade. En su opinión, lo relevante se halla en conocer cuál es el valor que tendrá para la gente y cómo puede aplicarse.
Schulz lleva más de 20 años viviendo en Japón. Conoce a la perfección su economía. Entiende cuáles son las grandes diferencias que están llevando a este país al éxito en el uso de la robótica en comparación con el resto del mundo. “En lugar de intentar imitar la inteligencia humana, como muchos proyectos de inteligencia artificial pretenden, aquí evoluciona sobre tareas especializadas que ayudan a los humanos a que vayan más lejos en las labores que pueden desempeñar por sí solos”, razona. De lo que se trata, o al menos así es como lo interpreta, es de que haya una interacción real entre máquinas y trabajadores.
La empresa Kawasaki Geological Engineering, dedicada a controlar imperfecciones en las carreteras, ha visto cómo el uso de machine learning ha cambiado por completo su forma de trabajar. “Un despliegue rápido de la tecnología y los procedimientos para identificar datos completamente precisos solo ha sido posible gracias a una comprensión absoluta de cada uno de los aspectos de nuestro negocio”, asegura Toshihiko Sakagami, director ejecutivo de la compañía. Su organización ha pasado de repasar miles de páginas con números, planos y fotografías en semanas a determinar el estado del asfalto en días. La propia inteligencia artificial detecta sin problemas si hay un socavón o una tubería.
Esta buena relación entre humanos y máquinas se extiende a otros muchos sectores de la actividad económica nipona. La industria óptica, en la que están a la vanguardia de la visión artificial; los sensores industriales, que ya diferencian e interpretan mejor que los trabajadores olores, vibraciones y tacto; y la automoción, donde se han integrado como parte indispensable de los coches autónomos ejemplifican esta situación. “Los propios robots ya han llegado a hospitales y ambulatorios para ayudar a doctores y cuidadores en una sociedad envejecida”, apunta Schulz.
- Aprender a ser inteligentes
Una vez que en Japón han comprendido que el desarrollo de la inteligencia artificial les coloca en una posición de ventaja con respecto al resto de competidores, su siguiente salto discurre por que las máquinas aprendan por ellas mismas. Según afirma Schulz, en el centro de estas aplicaciones especializadas de la robótica está la comprensión por parte de las empresas de que existen diferentes facetas cognitivas que han de convertirse en inteligentes por sí solas. “El valor añadido que obtienes con esta tecnología deja de ser rentable en el momento en el que está disponible para todos. La puedes copiar o pagar por su licencia”, advierte.
La relevancia que ha de adquirir la inteligencia artificial en la economía está fuera de toda duda para el investigador de Fujitsu. No como la salvadora de las organizaciones, sino como un elemento que mejora la eficiencia. Considera que las grandes plataformas la necesitan para seguir creciendo y ofrecer unos servicios de mayor calidad. Eso sí, nunca como parte central del desarrollo empresarial por mucho dinero que se pretenda invertir. “El negocio, para entendernos, no es un altavoz que se llame Alexa o Google Home, sino el uso y las aplicaciones que esta tecnología tendrá para cualquier actividad económica”, concluye.
Fuente: Ecoinventos