“Es una máquina que he creado y que estará generando retratos de personas que no existen para siempre”. El artista Mario Klingemann ha creado un sistema de inteligencia artificial que genera obras de arte originales. La obra se vendió en una subasta de la casa británica Sotheby’s por 46.500 euros.
Los responsables de la popular casa de subastas británicas se fijaron en el trabajo de Klingemann tras una exposición que el alemán realizó el año pasado en el Espacio SOLO, una galería de arte moderno situada en Madrid.
La instalación, titulada Memories of Passersby, consiste en dos pantallas enmarcadas que utilizan redes neuronales para “pensar” por sí mismas, creando un sinfín de retratos que la máquina “imagina” en tiempo real. No hay dos caras que se parezcan entre sí, con lo que cada espectador recibe un espectáculo único.
Klingemann lleva años utilizando IA para crear obras de arte. En sus orígenes, el artista alemán se dio cuenta de que una pantalla es un mapa de puntos en los que al hacer todas las combinaciones posibles, se conseguirán obtener todas las imágenes que uno pueda imaginar.
Sin embargo, teniendo en cuenta el número de puntos de una pantalla digital, este proceso sería prácticamente eterno y la mayoría de las imágenes mostrarían simplemente ruido, así que Klingemann tuvo que buscar una forma de filtrar la generación de imágenes.
Imitando el funcionamiento del cerebro
“Tuve que esperar hasta hace pocos años para que la ciencia y la tecnología llegaran finalmente a un punto en el que la inteligencia artificial fuera capaz de analizar y generar imágenes de una forma muy relacionada con el funcionamiento de la percepción humana”, explica el artista alemán.
Klingemann sea refiere a las redes neuronales artificiales, un sistema basado en la estructura neural del cerebro humano en el que cada neurona electrónica recoge una serie de números, realiza un simple cálculo y luego envía el resultado a la siguiente capa de neuronas, que a su vez realiza cálculos más complejos a partir de esos datos.
El enfoque de Klingemann parte de un sistema de dos redes neuronales conocido como Redes Generativas Antagónicas. Una de ellas genera imágenes basadas en un determinado tema y la otra evalúa las imágenes basándose en su conocimiento de dichas directrices. De esta manera, el generador aprende y crea cada vez mejores obras.
La creatividad computacional
Pero las redes neuronales de Klingemann no son el primer acercamiento de una inteligencia artificial al mundo del arte. Aunque los primeros pasos se dieron en el mundo de la música (a finales de los 50 el ordenador ILLIAC fue capaz de crear una pieza musical para un cuarteto de cuerda), en el mundo de la pintura también ha habido algunos proyectos interesantes.
El primero de ellos fue AARON, creado por Harold Cohen en 1973 y que, a día de hoy, sigue en desarrollo. Los dibujos creados por este brazo robótico con inteligencia artificial han pasado por gran cantidad de museos de arte moderno y son estudiados por gran parte de la comunidad científica y artística.
A partir de ahí se han desarrollado otros proyectos, como el del colectivo Obvious, que desarrolló la primera obra que se vendió en la popular casa de subastas británica, una pintura realizada con un sencillo algoritmo que se adjudicó el pasado año por 380.000 euros.
Los humanos como máquinas biológicas
Pero ¿es el trabajo de esta máquinas realmente original y creativo? En su libro Inteligencia artificial y el hombre natural (Tecnos, 1983), Margaret Boden planteaba que los pensamientos nuevos que se originan en la mente humana no son completamente originales, sino tienen su raíz en representaciones que ya existían.
A partir de este razonamiento, uno podría pensar que una creación artística, por muy original que sea, no es más que una combinación nueva de ideas conocidas y, en este sentido, los resultados que ofrece una máquina no deberían tener una consideración diferente a los que provienen de un humano.
Para Klingemann, ”en última instancia, los seres humanos son meras máquinas biológicas y una computadora pensante y soñadora podría considerarse una forma de vida de silicio. Si podemos ser creativos, ¿por qué no los ordenadores?”.
Fuente: Tecnoxplora