Con del nacimiento y evolución de los robots en las últimas décadas, la imagen agresiva y perjudicial que la mayoría de personas tenía sobre ellos se ha disipado. Los autómatas que existen hoy en día son capaces de realizar múltiples acciones y con propósitos diferentes, pero siempre con una misma misión: ayudar al ser humano. Algunos están programados para sustituir a las propias personas en sus trabajos, como los que ejercen de mensajeros. Otros, realizan tareas domésticas, como los robots de cocina, e incluso existen los que sirven para perfeccionar ciertas intervenciones médicas. Sin embargo, resulta complicado descubrir cuál será su futuro y en qué campo estarán más presentes.
Uno de los usos para los que los robots se están desarrollando más últimamente es para asistir a las personas. En Japón, las residencias están repletas de estos androides que cuidan y acompañan a los más mayores. Debido a la crisis demográfica que sufre este país -en 2017 el saldo entre nacimientos y muertes fue negativo en 394.000- el Gobierno ayuda a las empresas para que desarrollen robots que ayuden a los ancianos.
Por otro lado, ingenieros del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) con la colaboración del Hospital Infantil de Boston, han realizado un estudio, publicado en la revista Pediatrics, sobre unos robots sociales que acompañan a los niños en sus estancias hospitalarias. Huggable –así es como se llama el peluche robótico- se utiliza en las sesiones de apoyo celebradas en unidades pediátricas en los centros y los resultados han indicado que los pequeños que juegan con él experimentan emociones más positivas. Además, los hospitalizados se mueven más e incluso hablan con ellos: “Estos resultados podrían contribuir a una mejor y más rápida recuperación de los niños hospitalizados”, explican los investigadores.
Según Nicolás García, profesor del departamento de Control y Sistemas Ingenieros de la Universidad Miguel Hernández (Elche), la sociedad está envejeciendo, especialmente en países como España, Portugal o Japón, y por ello “hay más posibilidades de tener enfermedades neurodegenerativas, que conllevan discapacidades físicas. En ese sentido, hay robots que pueden ayudar a mejorar o recuperar habilidades, y también existen los que realizan por nosotros tareas que no podemos hacer, como explicarnos el camino para llegar a casa”.
En Japón, las residencias están repletas de estos androides que cuidan y acompañan a los más mayores.
Para Luis Merino, del Laboratorio de Robótica de Servicios de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), los androides asistentes pueden ser de gran ayuda: “Hay trabajos que son físicamente muy demandantes, como los que levantan a las personas, y ahí la robótica no está para sustituir a las personas sino para simplificar las tareas y aumentar la calidad de su realización”, explica.
En España, aunque la sociedad no lo conozca, se trabaja (bastante) en el ámbito de la robótica. El Centro Tecnológico de Cataluña (Eurecat) participa en el desarrollo técnico y funcional de un robot que, según cuentan en su web, “permite la teleasistencia robotizada a personas mayores que viven solas, por parte de familiares y de personal de atención domiciliaria y médica”. Por otro lado, la Universidad Pablo Olavide tiene un laboratorio robótico de servicio que ha desarrollado TERESA, un robot de telepresencia de inteligencia social pensado para incluirse en entornos que requieren una interacción humana sustancial (hogares, escuelas, hospitales).
En el ámbito educativo existe una gran oferta de grados y postgrados de ingenierías y robótica, aunque Merino cree que cada vez es más importante la robótica social y se debería involucrar más a las humanidades: “Se está llegando a un momento en el que hay que crear grados más específicos para este tipo de demandas”, añade.
Pero los dos ingenieros consideran que la financiación para el desarrollo de la robótica en España ha disminuido y que en general los grupos de investigación dependen más de las ayudas europeas, que, aunque son considerables, hay una mayor competencia porque intervienen ingenieros de todos los países de la unión. Según García “las ayudas públicas en España han tenido un bajón importante y ahora parece que se empiezan a recuperar, pero muy poco a poco”. Además, García cree que se deberían incrementar estas subvenciones “para motivar a las empresas privadas a desarrollar cosas”.
Desde 2014 está en funcionamiento el programa Horizon 2020, el mayor en cuanto a investigación e innovación más grande de la Unión Europea, con casi 80.000 millones de euros de financiación, y con una duración de siete años (2014-2020). Dentro de este proyecto, se organizan encuentros como el Fórum Europeo de Robótica y actividades en la Semana Europea de la Robótica, celebrada en 2016.
Además, el Centro Europeo de Coordinación para el Desarrollo de la Robótica Abierta (ECHORD++, por sus siglas en inglés) es un proyecto pretende promover la interacción entre fabricantes de robots, investigadores y los usuarios. En esta iniciativa colabora la Universitat Politècnica de Barcelona y participan ingenieros españoles como Nicolás M. García, Roemi Fernández, de la Universidad Politécnica de Madrid y Guadalupe López, de la Fundación Tecnova (Almería). En el proyecto se desarrollan trabajos que abarcan desde la agricultura y la alimentación a la medicina y la rehabilitación.
Respecto al futuro, se pueden esperar robots como los que señala García, conectados al sistema nervioso: “Se están desarrollando aproximaciones. Sería conectarlos al cerebro con implantes y servirían para conseguir mover partes del cuerpo con un robot de exoesqueleto”, zanja.
Fuente: El Pais