“Somos una granja y siempre lo seremos”, esas son las palabras de Brandon Alexander, cofundador de la granja Iron Ox
Pero no es una granja ordinaria. Para empezar, los 15 empleados humanos de la compañía comparten su espacio de trabajo con robots que se dedican en silencio a ocuparse de filas y filas de lechugas.
A principios de octubre de este año, Iron Ox inauguró su primera planta de producción en San Carlos, cerca de San Francisco. La instalación pretende producir lechigas a una tasa de aproximadamente 26000 piezas por año. Ese es el nivel de producción de una granja convencional 5 veces mayor. La apertura es el próximo gran paso hacia el cumplimiento de la gran visión de la compañía: una granja totalmente autónoma donde el software y la robótica ocupan el lugar de los trabajadores agrícolas humanos, que actualmente escasean.
Teóricamente Iron Ox es una empresa de robótica, pero sus responsables lo niegan: “somos una granja y siempre lo seremos”. Puede que lo sean, pero desde luego no lo son en un sentido convencional, porque se dedican a diseñar robots que tienen como objetivo convertirse en los granjeros del futuro.
Al principio, asegurarse de que estas diferentes máquinas trabajaran juntas fue complicado. “Teníamos diferentes robots que realizan diferentes tareas, pero no estaban integrados en un entorno de producción”, dice Alexander.
Así que Iron Ox ha desarrollado un software, apodado “El cerebro”, para que colaboren. Como un ojo que todo lo ve, vigila la granja, monitorea los niveles de nitrógeno, temperatura y la ubicación. Orquesta tanto la atención humana como la del robot donde sea necesario.
Sí, aunque la mayor parte de la operación es automatizada, todavía requiere un poco de información humana. Actualmente, los trabajadores ayudan con la siembra y el procesamiento de cultivos, pero Alexander dice que espera automatizar estos pasos.
Pero, ¿por qué tomarse la molestia de automatizar la agricultura?
La empresa espera que algún día sus máquinas funcionen de forma totalmente autónoma, algo que podría solucionar la escasez de mano de obra en el segmento agrícola. Según un estudio de New American Economy, en Estados Unidos la producción agraria lleva 10 años en desaceleración, y eso le ha costado una media de 3.100 millones de dólares al año a este país.
Por ahora la planta se dedica al cultivo de lechugas en una nave hidropónica (se usan disoluciones minerales en lugar de suelo agrícola), y la producción no se comercializa: está reservada a los empleados de dicha empresa. Varios son los tipos de robots implicados en un proyecto que sigue dependiendo de 15 empleados humanos que gestionan que todo el sistema funciona como debe.
Alexander ve el uso de robots como la solución de dos problemas en uno: la escasez de trabajadores agrícolas y las distancias que deben enviarse los productos frescos en la actualidad.
En lugar de eliminar empleos, la compañía espera que los robots llenen los vacíos en la fuerza laboral de la industria. Y cree que al permitir el cultivo cerca de áreas urbanas sin pagar salarios, las granjas automatizadas permitirán a las tiendas elegir verduras más frescas que las que tuvieron que viajar miles de millas para llegar allí.
Como explicaba Yiannis Ampatzidis, profesor de ingeniería agrícola en la Universidad de Florida, el principal problema de este sistema está en la elevada inversión inicial que uno debe hacer para lograr poner en marcha una granja de este tipo. Eso podría crear un desequilibrio y desigualdades entre los pequeños granjeros y las grandes organizaciones que destacan en este segmento.
A pesar de esto, Ampatzidis dice que llevar la automatización a la agricultura tanto en interiores como en exteriores es necesario para ayudar a una parte más amplia de la industria agrícola a resolver la escasez de mano de obra.