Las redes 5G ya han arrancado en España, aunque de momento tímidamente. Se espera que en los próximos años esta tecnologías contribuya en buena medida a cambiar nuestro día a día iniciando la 4º Revolución Industrial, que se basará principalmente en la conexión entre dispositivos, la robótica y el internet de las cosas (IoT). El intercambio rápido -hasta cien veces más rápido- de una gran cantidad de datos y su procesado e interpretación permitirá producir de forma más flexible y eficiente, ahorrar costes o mejorar la seguridad, entre otras muchas ventajas. Esto se plasma en medidas concretas como el control en tiempo real de la calidad del aire; reaccionar antes cuando sucede un accidente de tráfico; prevenir enfermedades (si se detecta que alguna constante vital se ha alterado) o que la calefacción funcione solo si hay alguien en casa. Junto a estas ventajas surgen nuevos peligros o se potencian otros ya existentes, y son tan variados que van desde la desconfianza de los efectos en la salud de toda esa información transmitida constantemente por los objetos que nos rodean, hasta el pelligro de que se produzca una ataque informático a una sociedad tan tecnológica, pasando por el miedo a que suponga el final total de la privacidad.
Amenaza a las infraestructuras
La Unión Europea lleva ya tiempo preocupada por los riesgos de ciberseguridad que pueden llegar con las nuevas tecnologías, aunque en todas sus comunicaciones repite su confianza en las ventajas que traerán las redes 5G. Éstas se convertirán, dice la institución, en «la columna vertebral de nuestras sociedades y economías y conectarán miles de millones de objetos y sistemas, entre los que se encuentran sectores fundamentales como la energía, el transporte, la banca y la sanidad, así como sistemas de control industrial que contienen información delicada y sirven de respaldo a los sistemas de seguridad».
Con las 5G despegará la inteligencia artificial y el Internet de las cosas, ya que ahora estamos conectadas las personas, pero entonces estarán conectados los objetos: desde el coche a toda la maquinaria de una fábrica o la nevera de casa, y también la información oficial: redes de edificios públicos, servicios, infraestructuras, cuerpos de seguridad…
Consciente de que cualquier ataque a un país europeo afectaría a los demás, la UE encargó a todos los estados miembros una evaluación nacional de riesgos. En octubre, la Agencia de Seguridad de la UE presentará unas pautas de intervención europea. Si una torre de la red 5G cercana a un aeropuerto o un centro militar resultase atacada o hackeada podría resultar en un incidente grave.
La Comisaria Europea responsable de Economía y Sociedad Digitales, Mariya Gabriel, ha señalado que la protección de las 5G tiene por objeto «salvaguardar la infraestructura que respaldará funciones sociales y económicas vitales, como la energía, el transporte, la banca y la sanidad, así como muchos otros sectores automatizados del futuro. Esto también implica proteger nuestros procesos democráticos, como las elecciones, frente a las interferencias y la difusión de desinformación».
Nuestros datos, expuestos
La experiencia del pasado demuestra que la Comisaria tiene razones para estar preocupada, tras la sacudida política que supuso el uso que hizo la empresa Cambridge Analytica de los datos de 87 millones de usuarios de Facebook, al detectar aquellos votantes estadounidenses susceptibles de ser convencidos para votar primero por el precandidato republicano Ted Cruz en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016 y, ya al final de la campaña, por Donald Trump, según revela el documental ‘El Gran Hackeo’. Éste también expone cómo Cambridge Analytica influyó en las elecciones del Brexit.
Cambridge Analytica presumía de tener 5.000 datos de cada votante estadounidense, y los analizó para prever su comportamiento y saber a cuántos de ellos podía convencer para que votasen a un candidato concreto. El siguiente paso fue enviar a dichos votantes publicidad dirigida a animarles a hacerlo.
¿Cómo consiguió la empresa esos datos? Pues los propios usuarios se los dieron voluntariamente al rellenar un test online. La mayoría de condiciones que aceptamos al descargar una aplicación o usar un servicio gratuito en Internet contemplan la opción de que otras empresas usen los datos que los usuarios revelan. Estamos entrando en la era de los datos, con sus luces y sus sombras. «Ahora nosotros somos la mercancía. Pero estábamos tan enamorados de esta conectividad gratuita que nadie se molestó en leer los términos y condiciones», dice en el documental David Carroll, profesor asociado en Parson’s School of Design y el hombre que demandó a Cambridge Analytica por el uso de la información de esos millones de personas que no habían dado autorización previa.
Espionaje internacional
Precisamente Estados Unidos ha visto un enemigo en la multinacional Huawei -una de las más avanzadas en la infraestructura de redes móviles 5G-, al considerar que el gobierno chino utiliza los dispositivos de esta empresa para espiar a otros países. El presidente estadounidense, Donald Trump, llegó a prohibir a las empresas de su país cualquier trato con Huawei, utilizando de paso a la compañía como arma en la lucha comercial en la que están inmersos EE.UU. y China.
Aunque Trump finalmente desactivó el veto, no es el único que siente preocupación por el hecho de que empresas chinas gestionen buena parte de las redes de comunicación mundiales y, por tanto, pudieran tener un hipotético acceso al transporte, redes eléctricas, gestión del agua y las comunicaciones vía satélite de numerosos países. Esta inquietud procede del hecho de que en China está vigente una ley que permite a los servicios secretos solicitar cualquier información a cualquier empresa.
Cuando interactuamos en una red social, pagamos con una tarjeta de crédito, buscamos algo en Internet, accedemos a una app para que registre nuestra ubicación… todo se va vinculando a nuestra identidad y si una empresa compra esa información puede analizar los datos y predecir -utilizando el algoritmo adecuado- nuestras acciones. Así, puede crear contenido publicitario personalizado con aquello que saben puede interesarnos o hacernos llegar información sesgada con el objetivo de inclinarnos ideológicamente en una dirección.
Apple, Amazon y Google nos escuchan (y predicen nuestro comportamiento)
En el pasado encuentro de videojuegos Gamelab, celebrado a finales de junio en Barcelona, Pei Pei Chen (jefa de Ingeniería de Aprendizaje Automático en la empresa Japonesa Yokozuna Data) explicó que los datos telemétricos que reciben las editoras de videojuegos les permiten «saber lo que un jugador necesita y qué prefiere«; con tal precisión que desde el segundo día que alguien empieza a jugar, su empresa puede establecer qué día lo abandonará, a qué nivel, en qué momento se va a aburrir y qué premio puede conseguir retenerla. Con las 5G nuestra vida será tan transparente como un juego online, y circulará la información sobre cuándo y qué desayunamos, qué camino usamos para ir al trabajo, qué ropa compramos y qué hacemos en nuestro tiempo libre.
Cambridge Analytica ya no existe, pero probablemente haya muchas más empresas trabajando en esta dirección. Este es el caso más conocido y el que más ha escandalizado a la opinión pública y las asociaciones defensoras de los derechos civiles, pero no es ni mucho menos la única empresa que utiliza datos de los usuarios con un objetivo diferente del que estos buscaban. A mediados de junio se supo que miles de personas escuchan y transcriben conversaciones privadas de usuarios de Google en distintos idiomas, entre ellos el español. La empresa admitió que «expertos del lenguaje» escuchan el 0,2% de las conversaciones que los usuarios mantienen con el asistente virtual de Google -y que son privadas.-, al objeto de comprender mejor esos idiomas y mejorar la calidad del servicio. Pero también Amazon transcribe las conversaciones de los usuarios con Alexa; y Apple, con los que preguntan a su asistente virtual Siri. Aunque todo apunta a que estos trabajadores solo escuchan aquellas conversaciones dirigidas a los asistentes virtuales, las grabaciones recogen también sonidos privados de hogares o negocios (discusiones de pareja, relaciones sexuales, planes ilícitos e incluso diagnósticos médicos).
¿Un riesgo para la salud?
Hace ya tiempo que surgen voces denunciando el fin de la privacidad, según Internet se ha ido desarrollando y ganando importancia en la vida cotidiana. No ha hecho falta la presencia de un estado autoritario como en la novela ‘1984’, sino que hemos entregado voluntariamente todos los datos personales. Cuando accedemos a una aplicación gratuita o un test de personalidad en Facebook, es probable que estemos dando permiso para que la empresa que ha creado la app o el test acceda a nuestros datos personales. Véase lo sucedido con ‘Ovia’, una app de seguimiento de embarazos con más de 10 millones de descargas que, según desveló el Washington Post, compartió los datos de sus usuarias con las empresas en las que trabajaban y sus aseguradoras. Así, los empleadores podrían saber cuántas trabajadoras habían seguido un tratamiento de fertilidad o quiénes tenían un embarazo de riesgo. Según el periódico, los datos recopilados son anónimos, pero en entornos de trabajo reducidos sería fácil identificar a las usuarias. De manera similar, las pulseras de actividad transmiten a las empresas información del estado de salud de sus propietarios.
Otro de los miedos que ha surgido en una parte de la población es el posible riesgo para la salud de la radiación emitida por los aparatos. Es una cuestión que algunos colectivos llevan tiempo planteando, pero no ha tenido fuerza porque los estudios realizados indican que no hay ningún peligro para las personas en el intercambio de datos. Quienes sostienen esta teoría creen que esa ‘contaminación’ electromagnética puede causar infertilidad, cardiopatías, enfermedades autoinmunes o psiquiátras, entre otras, y apuntan a que las altas frecuencias de las 5G tienen mayor capacidad para pentetrar en el organismo y a que las personas con sensibilidad a los campos electromagnéticos serán más vulnerables.
Como cualquier tecnología que se supone va a tener un papel destacado en la vida social, política y económica, las redes 5G deben luchar para combatir estos peligros evitando que los ciberdelincuentes accedan a ellas y se hagan con su control. De lo contrario, por poner sólo un ejemplo, los futuribles coches autónomos podrían convertirse en bombas de relojería (tan pronto uno de estos hackers tomase el volante a distancia).
Fuente:
Sara borondo, S. B. (2019, 29 julio). La otra cara del 5G: cómo las nuevas redes móviles podrían ponernos en riesgo. Recuperado 30 julio, 2019, de https://www.elcorreo.com/tecnologia/moviles/cara-privacidad-20190729114912-nt.html