Por: Roberto Morales Estrella
Si bien el año 2020 fue difícil, el 2021 no será menos complejo, porque los problemas de salud se combinarán con los efectos del cambio climático, la ascendente contaminación, los conflictos políticos y la persistencia de la supremacía del mercado, como centro de la actividad económica global, donde las grandes trasnacionales se han venido apropiando de los recursos naturales, motivadas por las ganancias financieras en escalamiento, sin importar la depredación de la naturaleza, ni el incremento de la desigualdad y la pobreza.
Los grandes cambios de la sociedad global se han fundamentado en la lucha por sobrevivir, solo a través de procesos de aprendizaje-creatividad-conocimiento científico y desarrollo tecnológico, la especie humana ha logrado pasar de recolectores y cazadores a la construcción de ciudades y reinos, cuyas formas de organización se asentaron en el poder destructivo de ejércitos para someter a pueblos y saquear regiones enteras, indiferentes a los derechos Humanos. Los grandes cambios históricos obedecen al agotamiento de las estructuras y modelos que se deterioran a la luz de las injusticias, poniendo en riesgo la existencia de la humanidad.
Hemos llegado a un punto de inflexión donde la riqueza acumulada en el 1% de la población mundial, frente al empobrecimiento de grandes masas marginadas, ponen en riesgo la estabilidad tanto social, como el intenso agotamiento de los recursos naturales, donde el binomio ciencia-tecnología, que en la medida que se crean y construyen, convergen intensificando la automatización y la conectividad, en un contexto de lucha por la hegemonía tecnológica y el dominio de los mercados, que deriva en el dominio del mundo. Esta yuxtaposición de fenómenos, muestra la complejidad que pone en riesgo a la humanidad, resolverla no es tarea de una persona, ni solo de un país, es tarea de toda la espécie humana, de una inteligencia colectiva, con base a los aprendizajes que nos ha permitido la historia, para encontrar la ruta y superar las calamidades de nuevas pandemias, del hambre, de la violencia, de género y de la criminalidad, de las distorsiones que propician los mercados cuyo esquema
de mercancias, que no de bienes, propician el empobrecimiento a través de la privatización de los recursos, que por derecho humano, son de todos, como el agua, que ya se cotiza en el mercado de valores. Una inteligencia colectiva con conciencia ética y solidaria, es el fundamento.
Para algunos parecerá romántico o ilusorio, pero debemos aprender de otras especies que también son inteligentes, error es pensar que únicamente los humanos son inteligentes y sienten.
Un estudio divulgado por Jenifer Ackerman en su libro “El genio de los pajaros” explicó que el cerebro de las aves tienen el doble de neuronas que los primates, lo que les permite crear, como la ave llamada corneja de Nueva Caledonia, puede construir herramientas moldeando ramas, o también como los cascanueces, que pueden esconder hasta 30 mil semillas en lugares diferentes y luego recuperarlas, se han identificado aves que pueden hacer matemáticas básicas, aves que se besan para consolarse, pero lo sorprendente es que entienden lo valioso de la reciprocidad al compartir, esto lo han aprendido y realizado por generaciones, es lo que les ha permitido sobrevivir.
Según expertos como Flashman, el tamaño del cerebro de un homosapiens es menor al cerebro de un delfin y la sexta parte del de una ballena; Kandel estima que el humano tiene 100 billones de neuronas y 100 trillones de sinapsis, o sea las conexiones entre ellas, que se realizan mediante un sistema de comunicación en diferentes tonalidades, hallazgo al que llegaron los neurobiólogos del laboratorio de Biología Marina de Massachusetts al que denominaron “canto de las neuronas” cuando alcanzan una armonización de entendimiento, que puede considerarse como básico para la sobrevivencia humana.
Si se replicara este canto de las neuronas en cada uno de los habitantes del planeta, sobre todo de los líderes políticos, empresariales y religiosos que toman las decisiones, e hicieran a un lado los intereses de dominio y hegemonía, económica, política y militar; todas las naciones estarían construyendo una ruta de entendimiento global para garantizar la sobrevivencia de la humanidad. Si no lo hacemos en el 2021, tal vez después será demasiado tarde.