Una de las primeras personas que se hizo la pregunta ¿pueden pensar las máquinas? Fue Alan Mathison Turing (Wooldridge, 2025), matemático que en 1950 publicó su trabajo denominado “Maquinaria informática e inteligencia” (Computing Machinery and Inteligence) para mostrar que una máquina podría tener un comportamiento similar al de un ser humano (FIB, 2012). La máquina aprobaría el test, cuando el humano no pueda distinguir si la respuesta es de un humano o de la máquina (Gabriel, 2007).
La Conferencia realizada en Dartmouth EU, organizada por John McCarthy en 1956, le dio un gran impulso a la IA, la cual, según la Asociación Americana de Inteligencia Artificial (AAAI), “es la comprensión científica de los mecanismos que fundamentan el pensamiento y el comportamiento inteligente, y su incorporación en las máquinas” (Cairo, 2011, pág. 2).
Tanto la prueba de Turing, como la definición de la AAAI prevén el desarrollo del pensamiento humano en las máquinas, lo cual ha desatado la carrera por contar con modelos cada vez más potentes, para lograr el dominio de los mercados, así tenemos al ChatGPT- OpenAI, DeepSek-Hig-Flyer; Grok-xAI-Musk; Gemini-Google; Claude-Anthropic; Llama-Meta-Facebook entre otros. Todos están en constante escalamiento.
La información es el principal insumo, sin ella no pueden funcionar, por lo que los Centros de Datos-nube son la infraestructura fundamental, para captar la información.
El presente trabajo que hoy presentamos a ustedes, ha sido el resultado de una amplia trayectoria y experiencia que se tiene, sobre la Inteligencia Artificial, cuyo uso y aplicaciones exigen una responsabilidad ética y moral, más allá de las normas, reglas y regulaciones que cada país pueda dictar y/o legislar, dada la omnipresencia, en todos los medios educativos y académicos, en el uso de la IA, demanda una conciencia en el comportamiento de todos y cada uno de los usuarios.
El proceso histórico de la humanidad ha sido resultado de la convergencia, del conocimiento de la tecnología, la economía y la cultura, su interacción en contexto de Estado-Nación, definen las condiciones de vida de su población, las cuales están en proporción directa al sistema de gobernanza, afectando directamente a la sociedad en su conjunto y hoy es la Inteligencia Artificial, que si bien puede y debe ser un gran aliado, no está exenta de sesgos y de riesgos, que puedan profundizar, por un lado las desigualdades sociales, por otro priviligiar a grupos y naciones, identificadas como expansionistas, para que la sigan utilizando y perfeccionando, como instrumento tecnológico en la economía digital, olvidando el carácter humano.
En este siglo XXI, la Inteligencia Artificial, dado su crecimiento exponencial, cuenta con capacidad de tomar decisiones por sí misma, al ser entrenada como modelo disruptivo tecnológico y de negocio, sin considerar los efectos sociales negativos implícitos en su uso.
Los dispositivos tecnológicos móviles, tienen alto impacto en la dinámica social, como en lo cultural y en el sector educativo, sectores que están conectados a la llamada nube, la cual está formada por millones de servidores integrados en centros de datos, propiedad de los grandes corporativos tecnológicos, creando una nueva cultura digital, siendo necesario un entrenamiento especializado y una recapacitación tanto en los educadores como en los educandos.
Este desarrollo tecnológico-digital impacta los patrones cotidianos de comportamiento de la sociedad, propiciando la formación de nuevas creencias, nuevos mitos, y una nueva intersubjetividad, transformando las costumbres heredadas.
El desafío es construir una sociedad más humana, que defienda los derechos humanos y respete la propiedad intelectual de todos, que los modelos económicos tengan como compromiso fundamental, la inclusión y por lo menos disminuir la desigualdad, así como la sustentabilida, trascienda las fronteras del discurso, para que sea compromiso de todo ser humano.
En cuanto al sector de investigación, es necesario que impulse el desarrollo cientifico y tecnológico con calidad y beneficios sociales, con valores éticos, en el uso de la Inteligencia Artificial, incentivando procesos de innovación inclusiva y social.
La regulación no debe de impedir el avance innovativo de la humanidad, ni limitar la creatividad que debe estar al servicio de la sociedad global.

