Por: Roberto Morales Estrella
El reciente 17 de mayo se celebró el día mundial del Internet y de la Sociedad de la Información, establecido por la ONU desde 1969, aunque los antecedentes de la sociedad de la información datan de 1975, cuando el gobierno de Francia Comisionó a Simón Nora y Alain Minc para analizar el fenómeno de la sociedad de la información a partir de la informática, la cual tenía un papel preponderante en los impactos en la sociedad.
Posteriormente Manuel Castells en “La era de la Información” publicada en 1997, concluyó que la revolución tecnológica, centrada en las tecnologías de la información reconfiguró, la base material de la sociedad, de manera vertiginosa, propiciando que las economías del mundo, sean interdependientes a escala global, derivando en nuevas formas de relacionamiento de las economías y las sociedades, por lo que tanto el conocimiento como los flujos de información, se constituyeron en el eje articulador, de los procesos productivos, científico-tecnológicos, políticos y sociales como también lo dijo Juan Carlos Tedesco.
Estos desarrollos tecnológicos convergen con el surgimiento del internet a partir de 1967 en el que la Agencia de Proyectos Avanzados del Pentágono, creó una red militar, la cual gracias a la cooperación con varios centros de investigación académica dieron forma al ARPA, la cual, bajo la dirección de John Licklider del Instituto Tecnológico de Massachusetts, articularon una red de ordenadores llamándola ARPANET, logrando conexiones internacionales a partir de california y Hawái, con Noruega e Inglaterra.
Fue el físico Tim Berners-Lee el que inventó en 1989 la World Wide Web como herramienta para científicos, que se constituyó en la red informática mundial, como un sistema lógico de acceso y búsqueda de información, creándose así las páginas web.
Peter Drucker manifestó que el procesamiento de la información, aplicado en los diferentes momentos de las cadenas productivas transformaba cualitativamente el mundo del trabajo.
Los ordenadores conectados por el internet comparten información, mediante una comunicación permanente, lo que dio lugar a múltiples aplicaciones; esta digitalización de procesos se ha venido acelerar e intensificar en rutas de escalamiento vertiginoso, por los efectos de la pandemia del COVID-19.
La convergencia de la economía del conocimiento y de economía digital, han configurado un paradigma tecnológico de altos impactos en todas las actividades humanas, acelerando, por una parte, pero por otra rezagando los avances Tecno productivos y por ende de desarrollo y bienestar en los distintos países, dando paso a nuevas brechas de desarrollo. ¿Dónde está México?
Según el informe de 2020 de la Asociación de Internet MX, en México existen 86.8 millones de internautas, que representan el 76.3% de la población de 6 años y más, mientras que en el 2015 los internautas sumaban 61.3 millones; el 20.2% del total de internautas tienen entre 25 y 34 años, el grupo de edad con menos participación son los de 55 años y más, ya que solo alcanzan el 9.8%, inferior al 10% de los niños de 6 a 11 años.
Debido a la pandemia el uso se incrementó en 51%, a pesar de que se registró una lenta velocidad en la navegación, ya que representó el 69.2% de los principales problemas de navegación, ocasionando interrupciones en la transmisión, otros problemas que se presentaron en la navegación son: servicio intermitente 25.8%, hackeo 5%. En cuanto a los dispositivos que se usaron para conectarse el smartphone alcanzó el 92%. Llama la atención que los usuarios de redes sociales alcanzan el 66%, mensajería instantánea, 26.5%, correo electrónico el 17.8%, ver películas 15.3% y escuchar radio 15.1%.
Los mexicanos estamos caracterizados más como usuarios que como creadores de tecnología, un indicador es el 95% de las solicitudes de patentes son de extranjeros; el acceso a internet, son principalmente por los jóvenes de 25 a 34 años, fundamentalmente en redes sociales, lo cual quiere decir que nuestras organizaciones productivas, sobre todo las pymes, no utilizan esta tecnología en sus procesos productivos y de mercado, lo que denota un rezago en su inserción en la economía digital, sumado a la falta de transferencia de conocimientos codificados, explica su falta de productividad y competitividad.
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