Por: Roberto Morales Estrella
Toda política fiscal es parte esencial de la Política Económica, que está determinada por un modelo económico, con sus diferentes matices hay dos grandes modelos, por un lado, está el de libre mercado, donde la política económica genera las condiciones estructurales y la valoración de factores como el trabajo, siendo la contención del salario elemento fundamental, para garantizar la rentabilidad del capital, sobre todo de la trasnacional.
Para este modelo capitalista perse, las prestaciones sociales no deben existir, salvo cuando son resultado de filantropía por las empresas, la cual es instrumento para evitar el pago de impuestos, esto salió a la luz en los EU
cuando el llamado Servicio de Rentas Internas (IRS), presentó en el Comité de Finanzas del Senado, los registros que exhiben a las grandes corporativas trasnacionales, que evitan el pago de impuestos.
Magnates como Warren Buffet que opera múltiples organizaciones como The Giving Pledge, Bill Gates Microsoft, Rupert Murdoch News Corporations y 21st Century Fox, Mark Zuckerberg Facebook, Elon Musk de Tesla, Jeff Bezos de Amazon, George Soros que maneja Open Society, son solo una muestra que aplican como estrategia la donación de fondos caritativos con lo cual deducen hasta el 60% de sus obligaciones fiscales. Con esta falsa filantropía logran un empoderamiento electoral geopolítico, para llevar a cabo sus intromisiones en otras naciones del mundo.
Son la mejor evidencia de un neoliberalismo rapaz que ve en la desigualdad y la pobreza su fuente de riqueza, las trasnacionales, sobre todo las norteamericanas que operan en México tienen muy fuerte su cordón umbilical
con ese modelo de libre mercado, pero en nuestro país están tranquilas porque las defienden, cual mastines, los jueces neoliberales.
El otro modelo económico es el que se sustenta en el desarrollo humano, según Amartya Sen, premio Nobel de Economía 1998, el desarrollo humano con un enfoque de desarrollo como libertad, significa superar el límite de un desarrollo basado en el ingreso, para situarse en un desarrollo definido por la capacidad de todas las personas, para transformar ese ingreso en aquello que ellas mismas consideran necesario, para llevar la vida hacia niveles de armonía social, donde el conocimiento sea algo más que una simple mercancía, siendo esencia del ser humano para su supervivencia, sea este el camino para superar desafíos pandémicos y climáticos; solo así se superarían las condiciones tan inhumanas y contrastantes de la opulencia sin precedentes, frente a notables privaciones, miseria y opresión. La desigualdad es evidencia irrefutable de la economía de mercado que hay que desterrar.
La disyuntiva de una política fiscal en la situación por la que atraviesa la economía nacional plantea, por un lado, el incremento de impuestos, lo que provocaría mayor efervescencia en los empresarios neoliberales; al respecto el presidente López Obrador ya anunció que no habrá aumento de impuestos, ni tampoco aumento de deuda, la austeridad tampoco será suficiente, por lo que la ruta de la reforma fiscal es cerrar el paso a la evasión y a disminuir la fuga de capitales.
Según el SAT los adeudos de contribuyentes detectados, en los últimos 12 meses se incrementaron 34% alcanzando una suma de más de un Billón 48 mil millones de pesos, de los cuales el 92% lo adeudan empresas e inversionistas, siguiendo el mal ejemplo de los multimillonarios trasnacionales.
En cuanto a las fugas de capitales cabe mencionar, que en noviembre del 2020 las cuentas de mexicanos en EU sumaron 93 mil 618 mdls, 29% más que en 2018, de hecho, el monto de esos depósitos en EU representa el 84% del saldo de la deuda externa del gobierno federal.
Ante la fragilidad del proceso de recuperación económica por la pandemia, los expertos recomiendan aplicar una política fiscal expansiva, pero las condiciones políticas dicen lo contrario.
Lo que no se debe dejar de lado es el sentido social del gasto público, con una perspectiva estratégica incrementando la inversión en investigación y desarrollo Tecnológico, impulsando la productividad, fortaleciendo la protección social, generando más empleo y mejores salarios, para lograr la universalización del acceso a la canasta alimentaria, mejorando la calidad de la educación en todos sus niveles.
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