“El trabajo más sexy de la década”, es la frase que usó el ejecutivo de un consorcio tecnológico para definir al nuevo tipo de profesionista que comenzará a formar la Universidad Nacional Autónoma de México.
La acuñó Hal Ronald Varian, jefe economista de Google, de acuerdo con un artículo publicado en 2012 y que describe al “científico de datos” (data scientist), convocada a ser la carrera de moda como en su tiempo lo fueron la medicina, el derecho, la ingeniería o las ciencias de la comunicación.
Al menos esa debiera ser la ambición que llevó al Consejo Universitario de la UNAM a aprobar el miércoles 27 la licenciatura en Ciencia de Datos, cuyos egresados —de acuerdo con el parte informativo de ese día— serán capaces “de seleccionar, preparar, analizar, evaluar y comunicar cantidades masivas de datos de cualquier tipo, de manera ética y responsable para la toma de decisiones inteligentes y la resolución de problemas complejos en los sectores científicos, tecnológicos, empresariales y sociales”.
Probablemente esta definición no sea del todo clara para los padres de familia cuyos hijos estén a punto de decidir su vocación, y que se sientan más bien atraídos por ocupar uno de los 2.72 millones de puestos de trabajo que se abrirán en 2020 para los egresados en esta materia, según proyecciones de Business Higher Education Forum & PwC Professional, citadas por el mismo boletín.
No será tarea fácil “vender” las bondades de esta nueva carrera a una población poco familiarizada con el lenguaje técnico y que no ha encontrado en el sistema educativo mexicano el estímulo suficiente para sentirse atraído por los números.
Sin embargo, el concepto que está detrás de esta carrera es fascinante: alude a la inmensa cantidad de datos que todos los días generamos millones de personas por el solo hecho de usar internet. Desde una simple búsqueda en Wikipedia hasta la publicación de un post en Facebook.
Millones de operaciones bancarias que ocurren por minuto, sumados a iguales cantidades de videos y fotografías que inundan redes sociales, pasando por la publicación de informes, canciones, archivos de Excel… el famoso Big Data.
Información inconmensurable que pareciera acumularse virtualmente en montañas infinitas de bytes y algoritmos, que sólo necesitan un mecanismo que les dé orden y los convierta en conocimiento productivo.
Un anticipo del anuncio del pasado miércoles lo tuvimos en septiembre del año pasado, cuando otro comunicado de la UNAM dio a conocer que estaba en preparación la licenciatura en Ciencia de Datos, proyecto explicado por Demetrio Fabián García Nocetti, exdirector del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS), una de las principales involucradas en la planeación de este proyecto.
En abril de 2017, el propio García Nocetti publicó en Nexos un ensayo en el que explica las diferencias entre los conceptos de Big Data (gestión y procesamiento de datos) y ciencia de datos (que involucra conocimientos de uno o más dominios: finanzas, medicina, geología, matemáticas, computación).
Una de las particularidades de la nueva licenciatura es que será de acceso indirecto. Es decir, se tendrá primero que cursar cuatro semestres de alguna carrera afín (actuaría, computación, ingeniería, matemáticas) y en el quinto semestre optar por “cambiarse” a Ciencia de Datos, pasando por otro proceso de selección que incluye exámenes, entrevistas y acreditación de dominio de idioma inglés.
Suena a picar mucha piedra. Pero aquí cobran valor las palabras de Varian, citado en 2012, sobre lo que él vislumbraba como la profesión estrella de la década que está a punto de terminar, pero que parece que seguirán vigentes en la próxima.
“El trabajo sexy en los próximos 10 años será el profesional de la estadística. La gente cree que estoy bromeando, pero ¿quién habría imaginado que los ingenieros informáticos habrían sido el trabajo sexy de los años 90?”.
Y esta vez hay que entender “sexy” como sinónimo de atractivo, codiciado y escaso: un tipo de profesional que combine dedicación y apego a las matemáticas, pero a la vez dotado de una mentalidad curiosa que lo guíe a encontrar fórmulas que brinden soluciones a necesidades cotidianas, de aplicación práctica en ámbitos que van desde la salud y la planeación urbana hasta el turismo o la industria del entretenimiento.
Fuente: Proceso