A fin de aprovechar un efluente de la industria alimentaria, especialistas del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste S.C. (CIBNOR) detectaron una serie de bacterias marinas a las que sometieron a un proceso especial, del que obtuvieron un biopolímero con las características del poliéster y el polipropileno.
Se trata de un plástico biocompatible y biodegradable que bien puede tener aplicaciones industriales, por ejemplo, en los sectores automotriz, farmacéutico y de alimentos en los procesos de empaque. “Es material impermeable, cristalino (quebradizo) y se comporta como fluido no newtoniando, es decir, que al aplicarle fuerza se hace duro”, detalla el líder del proyecto, doctor Alejandro López Cortés.
El investigador de CIBNOR explica que el estudio científico inició en 2006 en el puerto de San Carlos, Baja California Sur, en conjunto con una industria dedicada al enlatado de atún y sardina, la cual como parte de su proceso de producción generaba un desecho, un efluente, rico en materia orgánica, en especial bacteria productoras de un polímero del tipo polixidroxialcanoato.
“De la colección de bacterias que se obtuvo se trabajó con dos del tipo Bacillus y Paracoccus, y del polímero logrado se caracterizaron sus propiedades químicas y mecánicas, lo cual nos dio luz a posible aplicaciones. Vimos que se trata de un termoplástico que se derrite a 260 grados centígrados de fusión y 300 grados centígrados que es como se degrada, lo cual resulta muy importante para su manipulación”.
CIBNOR es de las primeras instituciones que han experimentado la producción de bioplásticos con microorganismos marinos, los cuales presentan importantes ventajas respecto a los tomados del suelo, pues los primeros son más fáciles de manejar, crecer más rápido y necesitan menos espacio para reproducirse.
El biopolímero se encuentra protegido por secreto industrial con el nombre BIOPHA y el modelo de negocio que la Oficina de Transferencia Tecnológica de CIBNOR propone es como licenciamiento.
El doctor López Cortés refiere que la cepa bacteriana no está modificada genéticamente, que crece más rápido que la bacteria convencional, que requerimiento de oxígeno es bajo y las fuentes de carbono son más baratas, lo que reduce los costos del producto.
Sin embargo, se han hecho estudios para que los costos de operación del proceso industrial para obtener el bioplástico se reduzcan y ellos tienen que ver con la fermentación a gran escala y el uso de sustratos de bajo costo; para ello se ha probado el uso de efluentes que procesan materia orgánica a nivel industrial, como papel y/o aceites.
“Hemos presentado el proyecto a varias empresas en busca de apoyo, incluso fuera de México, y no ha sido fácil. Como parte de lo que se ha intentado nos hemos acercado a conocer modelos europeos, donde como institución invertimos y después el organismo nos recupera el dinero, pero no hemos estado en posibilidad de llevarlo a cabo de esta manera”.
Noviembre 2016
Fuente: ID