Jaime Iván Castillo es un chavo de 17 años de Tijuana apasionado por la biología y la tecnología, ha tenido la oportunidad de colaborar con investigadores tanto de la UCSD (Universidad de California en San Diego) como de la Universidad de Varsovia, en Polonia. Durante su estancia en la Universidad de Varsovia (que duró un ciclo escolar), Jaime tuvo la oportunidad de interactuar con científicos de diversas universidades polacas, y otros compañeros del extranjero en el Laboratorio de Máquinas Biomoleculares.
Al ser un estudiante de preparatoria, los investigadores polacos se mostraban renuentes a dejarlo participar de sus proyectos, así que él se encargaba de limpiar las pipetas, probetas, cajas de petri y demás instrumentos que utilizaban, además, cabe decir que a ese laboratorio solo tienen acceso personas con maestría y doctorado. Ser joven, latino, mexicano, sin carrera profesional, y además sin hablar polaco, no fue precisamente de ayuda para él.
Pero Jaime ya tenía cierta experiencia que había adquirido durante su estancia en San Diego, y poco a poco se fue ganando la confianza de sus compañeros, hasta el grado en que empezaron a permitirle participar de sus investigaciones, su desempeño fue notable, de tal manera que pronto le permitieron diseñar su propia investigación.
Así que Jaime comenzó a reflexionar acerca de la pérdida progresiva de efectividad de los antibióticos, debido a la capacidad de las bacterias de mutar para hacerse inmunes a las sustancias con las cuales pretendemos erradicarlas, de hecho sabía que de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, para el año 2050, más de 10 millones de personas estarían condenadas a morir al no contar con un antibiótico efectivo. En ese momento supo que diseñar otro antibiótico no sería la mejor opción, y nació su idea de proyecto de investigación.
Su estrategia fue tan simple como efectiva: utilizar combinaciones de antibióticosde manera que cuando la bacteria recibiera el primero de ellos y se preparara para ese ataque, llegara otro antibiótico distinto y terminara de desarmarla por completo, utilizando la metáfora de Jaime “es como darle un golpe por el frente y otro por la espalda” de tal manera que ya no sabe con qué la mataste.
Durante algunos meses realizó unas 96 pruebas cada dos horas para encontrar con la mejor combinación de medicamentos, de manera que con una menor dosis, y con una mayor efectividad, se reducía la posibilidad de que las bacterias se volvieran inmunes a esos antibióticos.
Como sus compañeros investigadores veían el potencial de la idea, lo animaron a inscribirse en laCompetencia Interuniversitaria de Biotecnología, él accedió por probar, pero jamás pensó que estaría entre los ganadores. Al concurso se presentaron 100 proyectos, y el de Jaime era el único de un latino, mexicano y preparatoriano, y no solo eso, también ganó el segundo lugar frente a estudiantes de licenciatura, maestría y doctorado.
Obviamente ese concurso le abrió las puertas a universidades del viejo continente, pero él desea seguir cerca de su familia, así que es muy probable que continúe sus estudios en San Diego, por supuesto estarán vinculados con la ciencia, y aunque aún le queda un año de bachillerato para terminar él tiene una certeza:
“Me gusta la ciencia que está relacionada con la sociedad, esa ciencia que al hacerla tendrá un impacto casi inmediato en el hombre”
En este país necesitamos más jóvenes como Jaime, jóvenes entusiastas que vean en la ciencia una manera de resolver algunos de los problemas que nos aquejan como humanidad. Pero la ciencia no es el único camino, hay otros más, siempre y cuando aprendamos a poner nuestros talentos al servicio de los demás.