Desde un pequeño kibutz en el norte de Israel se exporta a todo el mundo un curioso producto: millones de moscas de la fruta esterilizadas con radiación nuclear para combatir plagas agrícolas.
Sde Eliyahu, situado al norte de Cisjordania y a poca distancia de la frontera con Jordania, sería una más de las comunidades de organización comunal similares de la zona dedicadas a los cultivos agrícolas o vitícolas si no fuera por el pequeño reactor nuclear de apenas dos metros que alberga BioBee, la empresa alojada en el kibutz, propietario en parte de ella.
Este se utiliza para una peculiar producción: moscas esterilizadas tras segundos de exposición nuclear para salvar plantaciones de manera natural y evitar el uso de químicos.
“Nos dedicamos a la producción de insectos benéficos para el control biológico” como ácaros depredadores, pequeñas avispas o abejorros polinizadores, además de la mosca de la fruta, explica a Efe Yesurun Pleser, director comercial de BioBee para América Latina, zona por la que la firma busca expandirse.
La historia del proyecto se remonta a tres décadas atrás como resultado de las divagaciones de dos fanáticos de los insectos residentes en esa pequeña comunidad israelí que buscaron y encontraron la manera de obtener un beneficio tanto económico como social de su pasión.
Qué hacer con ellos, cómo explotar los beneficios de que un “bicho bueno se coma a otro malo”, qué químicos usar o el fenómeno del control biológico fueron las bases sobre las que se articuló lo que poco a poco se perfiló como una empresa puntera en el sector y que, desde el pequeño kibutz, opera hoy en más de una treintena de países.
La idea clave del control biológico de plagas de insectos, ácaros o malezas, entre otros, se sustenta en el empleo de organismos vivos que interfieren o actúan sobre la plaga parasitándola, depredando o enfermándola.
Como el número de “controladores” que existen de manera natural no son suficientes para limitar la expansión o reducir la presencia de la plaga, empresas como BioBee se pusieron en marcha para reproducir el curso de la naturaleza y disminuir el uso de plaguicidas.
En ocasiones, lo logran introduciendo algunas modificaciones en el ciclo vital, como ocurre con su producto estrella, la mosca de la fruta esterilizada.
“En lugar de producir o crear el antagonista de la plaga, se crea la plaga misma. La mosca es la plaga y la creamos. Seleccionamos los machos, eliminamos las hembras y a ellos les esterilizamos con radiación nuclear”, cuenta Pleser, quien afirma que son capaces de producir entre 50 y 100 millones de pupas a la semana en sus instalaciones.
Después, los machos son transportados hasta el lugar donde el cultivo es arrasado por sus congéneres, se liberan masivamente y, al ser tantos, cuentan con muchas posibilidades de fecundar a sus iguales hembras. Entonces el huevo fecundado por la mosca estéril se pone y queda sobre la fruta.
“Así se disminuye la población en la plantación y la fruta no se daña. Y de nuevo, logramos disminuir los químicos empleados”, sintetiza el responsable.
Además de recortar los pesticidas y los daños que provocan al cultivo, el riesgo de contaminación en el consumidor final y el combate contra la resistencia de la plaga a los plaguicidas, el control biológico conlleva también el ahorro de un alto porcentaje de agua en las plantaciones -estimado hasta en un 75 por ciento- lo que lo convierte en una apetecible alternativa para los agricultores.
Croacia ha sido uno de los últimos clientes en decantarse por los servicios de esta empresa, que comenzó empleando a los habitantes del kibutz y tiene ahora a una plantilla de más de 200 trabajadores sólo en Israel, más de las filiales que ha abierto en Rusia, Chile, Colombia o la India.
400 millones de moscas israelíes infértiles fueron trasladadas hasta la frontera entre Serbia y Croacia tras ganar un concurso promocionado por la propia Agencia Internacional de la Energía Atómica, que financia parte del proyecto por su interés en “promover el uso de la energía nuclear para fines pacíficos”, afirma Pleser.
¿Su secreto frente a otras empresas similares?: “Controlar a la perfección los factores climáticos en la producción de insectos. Su vida, su metabolismo, están muy ligados a la temperatura y la humedad”, señala Pleser.
“Estamos creciendo, buscamos cómo dar mejores soluciones al manejo de cultivos para beneficio de todos”, sostiene este responsable que revela con cierto orgullo haber encontrado competencia en una nueva compañía israelí que se lanzó al mercado tras comprobar la trayectoria de BioBee.