Un equipo de científicos ha logrado convertir botellas de plástico en diésel de manera eficiente.
Las cantidades de residuos plásticos que se generan día a día son una enormidad. Se trata de un problema medioambiental sobre el que entidades internacionales ya han lanzado la voz de alarma. En un informe reciente el Foro de Davos advirtió que a este ritmo en 2050 habrá más plástico que pescado en los océanos. De ahí que sea necesario encontrar nuevas fórmulas para reciclar este tipo de residuo. Una investigación conjunta entre la Universidad de California y el Instituto de Química Orgánica de Shanghái.
Los científicos de estas dos instituciones han logrado convertir botellas de plástico en diésel de una forma más eficiente que los procesos que se habían probado hasta ahora. El problema del plástico es que se compone de polietileno, un material muy estable debido a que los átomos están unidos por enlaces simples.
Esta sólida estructura solo se puede romper con condiciones extremas. Normalmente se calienta el compuesto hasta 400 grados centígrados para romperlo, pero el resultado es una mezcla de gas, cera e hidrocarburos líquidos poco provechosa.
El proceso que han creado los científicos de la Universidad de California y del Instituto de Química Orgánica de Shanghái pasa por emplear los catalizadores que se utilizan habitualmente para producir el polietileno. En este caso realizan el proceso inverso. Uno de los catalizadores separa el hidrógeno y el carbono. Los átomos de este último elemento se unen mediante enlaces dobles, que el segundo catalizador es capaz de romper, para acto seguido dar entrada al hidrógeno de nuevo.
De esta forma la combinación de átomos de carbono y de hidrógeno se reformula y en una serie de reacciones químicas se alcanza la estructura de diésel o de una especie de cera que se puede usar para propósitos industriales.
La eficiencia del proceso está en que solo hace falta calentar el polietileno a 175 grados, con lo que se ahorra energía y se evita la dispersión de los compuestos resultantes. Aunque lo cierto es que las reacciones se toman su tiempo, con lo que los resultados se obtienen lentamente. Esta es quizá la principal pega del nuevo sistema, que además tendrá que escalarse para que sea verdaderamente efectivo. Y es que el ritmo de producción del plástico –así como el de la generación de residuos derivados de este– se acelera cada vez más.