En el mundo se producen anualmente 13 millones de toneladas de residuos de uva. ¿Podríamos utilizar estos desechos para fabricar biocombustibles? La respuesta es sí.
La ciencia, qué duda cabe, es cuestión de ingenio y creatividad. Los investigadores tratan de responder preguntas o superar nuevos desafíos gracias a su tesón e imaginación. De este modo, uno de los grandes retos del siglo XXI -contar con alternativas a los combustibles fósiles- está siendo abordado desde múltiples formas. Una de ellas es la de los biocombustibles. También conocidos como biocarburantes, estas fuentes de energía son unas de las líneas de investigación más fructíferas de la biotecnología. Y sin duda, a los biotecnólogos no les falta ingenio ni creatividad. En los últimos meses, hemos visto estudios en los que se producían biocombustibles a partir de tequila, cactus, termitas marinas o incluso basura.
Esta variedad de fuentes para fabricar biocarburantes responde a un nuevo paradigma, también llamado bioeconomía o simplemente economía circular. En otras palabras, esta disciplina trata de aprovechar tanto materias primas como residuos para producir bienes y servicios. Siguiendo esa idea, las principales estaciones de Reino Unido se han unido recientemente para recoger posos de café y fabricar con ellos biofuel.
Pero los residuos de las cafeterías londinenses no son los únicos que pueden ser aprovechados en este gran reto energético. Científicos de la Universidad de Adelaida en Estados Unidos han estudiado la posibilidad de utilizar los residuos de las uvas para producir bioetanol. Y es que a veces no se trata (sólo) de buscar ideas ingeniosas, sino simplemente de aprovechar lo que tenemos delante de nuestros ojos.
Estos investigadores lograron utilizar restos de las uvas (como las pieles, las semillas o los tallos) para fabricar de manera competitiva biocombustibles. Su resultado parece bastante eficaz, pues a partir de una tonelada de residuos -anteriormente no aprovechados-, consiguieron 400 litros de bioetanol. Para situarnos, los restos de uvas que se desechan a nivel mundial alcanzan los 13 millones de toneladas anualmente.
Según la científica Rachel Burton, “los residuos de uvas presentan un gran potencial para ser aprovechados y transformados en biocombustibles”. Y es que la mayor parte de azúcares presentes en estos restos son convertibles por fermentación a etanol, y los que no pueden transformarse, podrían ser usados como fertilizantes o alimento de animales.
En el futuro, los biocombustibles serán una de las alternativas que emplearemos en el transporte, producción de energía eléctrica o alumbrado. Saber qué fuentes utilizar para fabricarlos será clave, y en ese sentido, esta investigación nos ayuda a promover la economía circular para aprovechar cualquier tipo de residuo con el fin de valorizarlo y que pueda ayudarnos a ser más sostenibles.