En este sector de la tecnología, cada cierto tiempo se reproduce una serie de mantras que, repetidos cual estribillo de la canción del verano, no deja de repetirse en los mentideros de la industria. De ellos, algunos directamente no hacen referencia a absolutamente nada en concreto (como, por ejemplo, el BYOD o la famosa ‘transformación digital’) mientras que otros, al menos, tienen un vínculo más o menos estrecho con alguna técnica concreta. Su nexo común siempre es el mismo: las expectativas que generan son mayúsculas, y no siempre correspondidas con la realidad.
Una de estas últimas es, sin duda, el blockchain. La tecnología de cadenas de bloques que se dio a conocer con la aparición de las criptomonedas ha sido elevada ahora a salvadora de un sinfín de casos de uso, muchos de ellos ni tan siquiera conocidos por el momento.
Su capacidad de registrar de forma inmutable y segura diferentes procesos transaccionales ya está siendo usada en la industria logística(IBM y Maersk disponen de una importante alianza en estas lides) y, por supuesto, está siendo explorada en el sector financiero para evitar la necesidad de pasar por un Banco Central para validar cualquier operación. Pero, al mismo tiempo, se están disparando las expectativas irrealistas sobre esta tecnología, tanto que la principal firma de análisis a escala global, Gartner, ya alertó hace unos meses de que no debíamos “sobreestimar” el potencial del blockchain. Según su criterio, apenas el 1% de las grandes compañías a escala mundial ha adoptado el blockchain en su seno y únicamente el 8% tiene planificado hacerlo a corto plazo.
Pero, como en toda buena burbuja, estos análisis realistas chocan con la visión optimista de muchos otros actores del sector. En este caso, la bajada a la tierra de Gartner choca con las estimaciones mucho más optimistas de su gran rival, IDC, que estima un mercado global asociado al blockchain de más de 12.400 millones en 2022, de los que 674 millones corresponderán al Viejo Continente.
Según las cifras desglosadas en el día de hoy por Emilio Castellote, analista senior de esa casa, en estos momentos ya se mueven alrededor de 568 millones de euros en este segmento de actividad en Europa Occidental, con lo que cabe esperar un crecimiento nada desdeñable del 64,6% en los próximos tres años. Ingente pero no imposible, máxime si lo comparamos con el 110% que la propia IDC estima crecerá el mercado de blockchain en países como Japón.
“No se concibe tanto como una tecnología independiente, sino como un proceso añadido en el Internet de las Cosas, la inteligencia artificial o la ciberseguridad”, asegura el analista. A preguntas de INNOVADORES,Castellote obvió detallar cómo el blockchain superará uno de sus grandes defectos técnicos -la escalabilidad, a la que se le busca solución mediante técnicas como el sharding aún en estado muy incipiente- y se limitó a pedir una “regulación y estandarización clara”. Sin duda ambas son necesarias, pero no solventan la base de una tecnología que está llamada a ser masiva.
Tampoco quiso ahondar, bajo la misma respuesta apelando a una mayor regulación, en la contradicción de base entre un modelo descentralizado como es el blockchain con el centralismo que imponen ciertos modelos de cadena de bloques permisionada. Recordemos que este aspecto ha sido destacado recientemente por reguladores australianos como una barrera difícil de solventar para la implantación del blockchain en el sector público, pidiendo directamente que se “utilice cualquier otra tecnología comercial alternativa” en su lugar.
Entonces, ¿realidad o burbuja? Nadie duda de las bondades del blockchain y de su potencial en determinados casos de uso, pero parece igualmente obvio que se están creando unas expectativas en el mercado que no se corresponden con el estado de la técnica actual, aunque sí con la ilusión comercial de la misma. Sirva una anécdota como muestra de ello: hace más de un año, una compañía de té helado logró triplicar su valor en Bolsa con tan solo añadir blockchain a su nombre. Hasta ese punto llega el ‘hype’, ahora queda aterrizarlo en el mundo real…
Fuente: Innovadores