Jannen Contreras Vargas, restauradora especializada en patrimonio metálico, estaba en la ciudad europea de Edimburgo cuando recibió en su celular un mensaje que marcaría el inicio de uno de los procesos de restauración más comentado en nuestro país: la restauración de la estatua ecuestre de Carlos IV, mejor conocida como El Caballito.
“Estábamos una compañera y yo en el Congreso Mundial de Conservación de Metales del ICOM —Consejo Internacional de Museos— en Edimburgo. A las cinco de la mañana empezaron a sonar montones de notificaciones del teléfono. Me preguntaron qué pensaba —sobre el daño causado a la estatua— y aunque no conocía la superficie de la obra, limpiar con ácido nítrico es algo que ya no se hace desde los años 50”.
La intervención fallida, realizada a El Caballito en 2013 por una empresa privada, provocó la pérdida de los materiales superficiales de la obra —pintura, asfalto y cera coloreada, entre otros— en casi 45 por ciento del área total de la pieza, debido a la aplicación de ácido nítrico y al uso de cardas metálicas para tallar la efigie de Carlos IV.
“Se tiene la idea de que todas las obras se producen igual. Hasta donde entiendo, quien ejecutó estas acciones era un fundidor, no un restaurador (…) Un fundidor no hace diagnósticos —de las piezas—, ellos ejecutan trabajos”, explicó Jannen Contreras, quien encabezó las labores de restauración de El Caballito.
Una profesión necesaria
Al igual que El Caballito, textiles, esculturas, pinturas, fotografías, instrumentos musicales y vestigios arqueológicos son ejemplos del patrimonio cultural material que los alumnos de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía Manuel del Castillo Negrete (Encrym), ubicada en la Ciudad de México, tendrán la tarea de salvaguardar al egresar de esta institución, referente internacional de la formación de restauradores.
“La posibilidad de formar profesionales capacitados y dotados de competencias para la conservación del patrimonio cultural es una garantía de que la sociedad cuente con personas integradas en los campos científicos, de las humanidades y técnicos que pueden ayudar a la conservación del patrimonio cultural y garantizar este legado de nuestra historia”, comentó en entrevista el maestro Andrés Triana Moreno, director de la Encrym.
Asimismo, explicó que la institución está adscrita al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), junto con la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México (EAHNM), lo que permite a los estudiantes tener “contacto directo” con el patrimonio cultural del país.
“Nuestros alumnos se forman en la práctica directa de la conservación del patrimonio cultural, no es un asunto que se vea en un libro de texto o en situaciones imaginarias”, agregó.
Más de medio siglo de historia
El origen de la Encrym fue el Departamento de Catálogo y Restauración del INAH, hoy conocido como Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC), fundado en 1961 por el historiador del arte Manuel del Castillo Negrete. El objetivo de esta instancia era formar conservadores y restauradores del patrimonio cultural, siguiendo el ejemplo de centros de enseñanza europeos.
Durante 1964, el descubrimiento de los murales de la ciudad maya de Bonampak, en el estado de Chiapas, motivó la visita a México del doctor en ciencias químicas Paul Coremans, especialista en conservación del arte y representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Luego de conocer parte del patrimonio cultural mexicano y gracias a la intervención de Manuel del Castillo Negrete, Paul Coremans recomendó a la Unesco fundar en nuestro país el Centro Latinoamericano para la Restauración, el cual se inauguró en 1966 y es el antecedente oficial de la Encrym.
En 1968, el centro se convirtió en la Escuela de Restauración del Patrimonio Artístico, siendo la primera institución en ofertar la licenciatura en restauración a nivel internacional. En 1977, la escuela tomó su nombre actual, debido a la suma de otras cátedras y en honor a Manuel del Castillo Negrete.
Hoy, la oferta académica de la Encrym incluye la licenciatura en restauración; las maestrías en conservación y restauración de bienes culturales inmuebles, en museología y en conservación de acervos documentales, y la especialidad en museografía.
La ciencia de la restauración
De acuerdo con el maestro Andrés Triana Moreno, una persona dedicada a la conservación del patrimonio cultural tiene la responsabilidad de considerar las implicaciones sociales, históricas, estéticas y técnicas de su objeto de estudio. Para generar esa reflexión en los alumnos, la figura pedagógica del seminario-taller se implementa en algunos de los planes de estudio de la Encrym.
“El seminario-taller se instituyó en los años 80 y parte del principio de que el conocimiento sobre el patrimonio cultural es multidisciplinario. Ponemos a los estudiantes en situaciones de aprendizaje en donde despliegan un conjunto de saberes vinculados a la historia, la antropología, las ciencias básicas y la conservación, guiados por un grupo interdisciplinario de docentes”, explicó.
En cada seminario-taller los alumnos trabajan con objetos patrimoniales de diferentes materiales, como textiles, cerámicas, papel o metales. Las labores que los estudiantes realizan en los seminarios-taller son posibles gracias a la colaboración de otras áreas de la institución: los laboratorios.
“Aquí en el laboratorio hay varias líneas de investigación, la primera es la identificación de materiales orgánicos, principalmente maderas y fibras textiles. Los resultados de esos muestreos se mandan a los talleres para que los alumnos puedan saber cuáles son los materiales y tomen mejores decisiones a la hora de restaurar y conservar”, explicó la bióloga Irais Velasco Figueroa, encargada del Laboratorio de Biología de la Encrym.
Otro de los trabajos que se realizan en este laboratorio es la atención de piezas con biodeterioro —alteración de los materiales causada por algún organismo o microorganismo.
“Si es un ataque activo, les damos los resultados a los alumnos y ellos pueden realizar un manejo integral de plagas mediante una limpieza y un método de eliminación”, apuntó la bióloga.
Asimismo, el laboratorio cuenta con una xiloteca, conformada por donaciones en especie de la Universidad de Guadalajara (UdG), la Universidad Veracruzana (UV), la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Iztapalapa, el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y el Instituto Nacional de Investigaciones sobre Recursos Bióticos (Inireb).
Por otro lado, el Laboratorio de Geología de la Encrym auxilia en las labores de los seminarios-taller con la toma y análisis de muestras de materiales como estuco, rocas y cerámicas.
“Estudiamos materiales constructivos y cerámicos utilizando la técnica que se llama petrografía; los materiales se montan en un portaobjetos y se van desbastando hasta que tengan un espesor de 30 micras, con ese grosor, los protegemos con un cubreobjetos y analizamos en el microscopio petrográfico”, declaró el ingeniero geólogo Jaime Torres Trejo, encargado del laboratorio.
De acuerdo con el experto, este estudio arroja información sobre los componentes minerales de un material y la relación que existe entre estos; además, les permite inferir si el material es ajeno o propio del lugar donde fue encontrado, lo cual tiene implicaciones históricas y sociales, sobre todo si se trata de elementos arqueológicos.
El Laboratorio de Geología de la Encrym alberga una colección de muestras de rocas ígneas, sedimentarias y metamórficas.
“Son elementos que sirven de apoyo al curso de petrología y es un acervo que se va incrementando. Es importante tener el curso —de petrología— aquí y no en un aula, porque si surge alguna duda de los alumnos, inmediatamente tomamos el ejemplar y pueden trabajarlo sin problemas, porque no es un bien cultural”.
A los laboratorios de biología y geología de la Encrym, se suma el de química, muestra de la interdisciplinariedad de los procesos de restauración y conservación del patrimonio cultural y de la relevancia de las ciencias en estas labores.
Al respecto, la maestra en conservación forense Jannen Contreras recordó la diversidad del equipo de expertos encargados de la restauración de El Caballito.
“La mayoría éramos restauradores, pero una de las personas más relevantes en el proceso fue el químico Javier Vázquez —también profesor de la Encrym—. Nos estuvo ayudando gente de la Facultad de Química de la UNAM con análisis electroquímicos, además de historiadores, sociólogos, arquitectos e ingenieros de distintas instituciones (…) Cuando lo entregamos, vimos que la gente se tomaba muchas fotos con él y también de la pieza, se pudo reintegrar a un discurso en el Centro Histórico de la Ciudad de México”.
Fuente: Agencia Informativa Conacyt