Hace más de 300 años, el filósofo René Descartes planteó una inquietante pregunta: si no se puede confiar siempre en nuestros sentidos, ¿cómo podemos separar la ilusión de la realidad? Somos capaces de hacerlo, sugiere un nuevo estudio, porque nuestro cerebro controla la realidad cuestionando continuamente sus propias expectativas y creencias pasadas. Las alucinaciones ocurren cuando falla esta comprobación interna de los hechos, un hallazgo que podría apuntar hacia mejores tratamientos para la esquizofrenia y otros trastornos psiquiátricos.
El estudio es “muy elegante” y un paso importante hacia la identificación de las regiones cerebrales que producen alucinaciones, y las mantiene bajo control, dice Georg Northoff, un neurocientífico de la Universidad de Ottawa que no participó en el trabajo.
No siempre percibimos el mundo tal como lo vemos, o lo oímos. En un experimento ideado en la Universidad de Yale en la década de 1890, por ejemplo, los investigadores mostraron repetidamente a los voluntarios una imagen emparejada con un tono. Cuando los científicos dejaron de tocar el tono, los participantes todavía “lo escucharon” cuando apareció la imagen. Una alucinación auditiva similar ocurre en la vida diaria: cuando usted piensa que usted oye su teléfono celular sonar o zumbar, sólo para encontrar que está apagado. “La gente llega a esperar tanto el sonido que el cerebro lo escucha”, dice Albert Powers, psiquiatra de la Universidad de Yale y autor del nuevo estudio.
Estos ejemplos sugieren que las alucinaciones surgen cuando el cerebro da más peso a sus expectativas y creencias sobre el mundo que a la evidencia sensorial que recibe, dice el autor del estudio y el psiquiatra de Yale, Philip Corlett. Para probar esa idea, Powers y sus colegas decidieron aplicar una versión del experimento de 1890 a cuatro grupos diferentes: personas sanas, personas con psicosis que no oyen voces, personas con esquizofrenia (un subtipo de psicosis) que sí, Y las personas -como las autodenominadas psíquicas- que regularmente oyen voces pero no las encuentran perturbadoras.
Los investigadores capacitaron a todos para asociar una imagen de tablero de ajedrez con un tono de 1 kilohertz, de 1 segundo de duración. Cuando el equipo cambió la intensidad del tono ya veces lo sintonizó por completo, se pidió a los participantes que presionaran un botón cuando lo oyeran, aumentando o disminuyendo la presión para indicar su nivel de confianza. Utilizando los escáneres de resonancia magnética, los investigadores capturaron una instantánea de la actividad cerebral de los participantes mientras tomaban sus decisiones.
El equipo de la hipótesis de que las personas que escuchan las voces sería más probable “creer” en las alucinaciones auditivas. Eso es precisamente lo que encontraron: Tanto los esquizofrénicos como los psíquicos autodescritos eran casi cinco veces más propensos a decir que escucharon el tono inexistente que los controles sanos. También estaban un 28% más seguros de que habían escuchado el tono cuando no había ninguno, informaron hoy los investigadores en Science .
Tanto los psíquicos autodescritos como las personas con esquizofrenia también mostraron actividad neuronal anormal en varias regiones cerebrales responsables de monitorear nuestras representaciones internas de la realidad. Las alucinaciones más severas de una persona eran, por ejemplo, la menor actividad que mostraban en el cerebelo, un nódulo arrugado en la parte posterior del cerebro. El cerebelo desempeña un papel crítico en la planificación y coordinación de los movimientos futuros, un proceso que requiere actualizar constantemente la percepción del mundo exterior.
Los hallazgos confirman que, cuando se trata de cómo percibimos el mundo, nuestras ideas y creencias fácilmente pueden dominar nuestros sentidos, dice Powers. El trabajo también sugiere que el cerebelo es un punto de control clave contra esta distorsión, añade.
Northoff dice que los experimentos futuros deben investigar si existen diferencias significativas entre el cerebro psicótico y el sano en reposo. Tales estudios podrían guiar terapias aún experimentales como la estimulación magnética transcraneal, que tiene como objetivo suprimir o estimular la actividad cerebral en áreas específicas a través de corrientes eléctricas. Aún más prometedor, dice Corlett, es la perspectiva de que estudios como éste ayuden a los médicos a predecir quién es probable que desarrolle esquizofrenia, lo que les permite buscar tratamiento temprano.