Las pruebas sobre la viabilidad de la estimulación cerebral profunda (DBS, por sus siglas en inglés) para tratar la enfermedad de Alzheimer, un trastorno que actualmente tiene pocas opciones de tratamiento, parecen muy prometedoras. Los resultados del estudio de fase 2 han demostrado la seguridad de la DBS en pacientes de Alzheimer.
La DBS se basa en un procedimiento neuroquirúrgico mediante el cual se implanta un neuroestimulador que proporciona señales eléctricas a áreas específicas del cerebro para ayudar a regular las señales anormales. La DBS está actualmente aprobada en los Estados Unidos solo para el tratamiento de la enfermedad de Parkinson y el temblor esencial. Sin embargo, su uso está siendo investigado para una serie de afecciones, incluyendo epilepsia, depresión y trastorno bipolar.
El doctor Francisco Ponce, director del Centro de Neuromodulación adscrito al Instituto Neurológico Barrow en Phoenix, Arizona, Estados Unidos, cree que existen también aplicaciones potenciales para el Mal de Alzheimer, la forma más habitual de demencia. Mientras que en el Parkinson y en el temblor esencial el objetivo de los electrodos son los nodos dentro de los circuitos motores, el estudio sobre el Alzheimer se centró en el conjunto de fibras nerviosas conocido como fórnix o trígono cerebral, que forma parte de la red de la memoria.
Estudios piloto anteriores en los que se investigó el uso de la DBS en la enfermedad de Alzheimer ya sugirieron que la técnica podría tener una buena capacidad para reducir el declive cognitivo en algunos pacientes, e incluso determinaron qué cambios metabólicos en el cerebro podrían enlentecer la progresión de la enfermedad a raíz de la aplicación de la DBS.
El próximo paso en los ensayos clínicos será evaluar la eficacia y la seguridad a largo plazo del tratamiento, lo cual no se sabrá a ciencia cierta hasta que el último paciente complete el período de dos años de evaluación a finales de 2016.