No nacemos con la región del cerebro que nos permite leer, llamada la “caja de las letras”, sino que se forma en el momento en el que reconocemos palabras. Esa caja nace vacía, sin repertorio alfabético alguno, y cuando se desarrolla bloquea en parte la capacidad de reconocimiento visual para propiciar un aprendizaje más rápido de la lectura.
Investigadores franceses han observado por primera vez cómo se modifica el cerebro humano durante el proceso de aprender a leer. Lo han conseguido observando el cerebro de 5 niños y 5 niñas de seis años de edad durante un curso de la escuela preparatoria, en el momento de la vida en el que a los niños se les enseña a leer.
A través de la técnica de imágenes de resonancia magnética de su actividad cerebral, pudieron descubrir cómo se forma la región del cerebro especializada en el reconocimiento de palabras durante el aprendizaje de la lectura, conocida como la “caja de las letras”.
Ya se sabía que la corteza visual central, situada en la parte posterior del cerebro, contiene diversas regiones especializadas que se activan cuando reconocemos objetos, caras o lugares. En los seres humanos, estas regiones se modifican por el aprendizaje musical, de las matemáticas o de la lectura.
En los adultos humanos que saben leer, existe también una zona específica de esa corteza visual central que se activa cuando miramos palabras escritas: se llama área visual de formación de palabras (VWFA del inglés Visual Word Form Area), también conocida como la “caja de las letras”.
Lo que no se conocía hasta ahora es cómo se forma en los niños esa región específica del cerebro que nos permite interpretar textos escritos, y si esa lectura sustituye o toma el lugar de otra de las capacidades cerebrales de la corteza visual central.
Lo que descubrió esta investigación es que, en los niños, cada categoría de imagen observada visualmente activa, al igual que en el adulto, una región concreta de la corteza visual. Pero que eso no ocurre con las palabras.
La caja de las letras no nace, se hace
Es decir, no nacemos con una “caja de las letras” que se activa cuando empezamos a leer, sino que se crea cuando se inicia el aprendizaje de la lectura. Concretamente comienza a formarse unos meses después del inicio del curso escolar en el que se enseña a los niños a leer.
Para otros niños, se forma incluso más tarde, una vez que ya han desarrollado algunas habilidades lectoras. Al año, la “caja de las letras” ya está perfectamente instalada en el hemisferio izquierdo.
Otro descubrimiento de esta investigación es que, cuando se forma, la “caja de las letras” está vacía, es decir, no contiene el repertorio alfabético necesario para la comprensión de las palabras leídas. También descubrió que cuando se desarrolla, esta “caja de las letras” bloquea el desarrollo de la zona cerebral asociada al reconocimiento de los rostros en el hemisferio izquierdo.
Eso significa, según los investigadores, que cuando un niño empieza a leer, su cerebro ya está preparado para el reconocimiento facial, pero sacrifica en parte esta capacidad a favor de la capacidad de lectura. En los niños que no aprenden a leer, se desarrolla antes el reconocimiento facial.
Toda la investigación se desarrolló con niños que todavía no sabían leer. Observaron su actividad cerebral mientras aprendían a leer.
Cuando estaban en el escáner de resonancia magnética, tenían que mirar imágenes diferentes de casas, objetos diversos, rostros, palabras y números, y apretar un botón cuando aparecía ante ellos un personaje conocido de dibujos animados.
Cada una de las imágenes mostradas a los niños activa una región visual especializada, como en el adulto. Sin embargo, los investigadores observaron que las palabras activan una región diferente del cerebro, más sensible a las palabras que a las imágenes: la “caja de las letras”.
La investigación también descubrió que, una vez que se automatiza la lectura en el niño, la “caja de las letras” se implanta en una región del cerebro libre de toda especialización. Eso significa que, cuando aprendemos a leer, el cerebro no utiliza habilidades adquiridas para categorías visuales, sino que crea un rincón específico para las palabras.
Asimismo, los investigadores constataron que el desarrollo de la lectura en el hemisferio izquierdo (el del lenguaje oral) bloquea el desarrollo de la región cerebral que responde a las caras en ese hemisferio, contrariamente a lo que pasa en el hemisferio derecho.
Esta investigación ha constatado así que enseñamos a leer a los niños en un momento de plasticidad de esa región cerebral, que aumenta su capacidad de respuesta a los rostros en un medio natural.
Eso significa que el momento escogido por el sistema educativo para enseñar a los niños a leer aprovecha las ventanas de plasticidad ofrecida en ese momento por el proceso de maduración del cerebro humano para permitir un aprendizaje más eficaz.
Fuente: tendencias21