El ligamento que une los músculos de la pantorrilla con el pie es el más grueso y fuerte del cuerpo humano. Un equipo de científicos alemanes ha identificado un entramado de resistentes fibras musculares que otorgan al llamado tendón de Aquiles su increíble resistencia.
Cuenta la mitología que cuando Aquiles era sólo un recién nacido la ninfa del mar Tetis quiso sumergirlo en el río Estigia para hacerlo inmortal. El baño pudo haber significado la vida eterna, si no fuera porque durante el chapuzón la madre del bebé lo sujetaba por el talón derecho para evitar que se lo llevara la corriente. De esta forma, parte del cuerpo del neonato quedó fuera del agua.
Según cuenta una de las versiones de este popular mito griego, la zona se convirtió desde entonces en el punto débil del niño y posterior guerrero. Ahí fue donde el príncipe troyano Paris le clavó la lanza envenenada que le llevó a la muerte.
Paradójicamente, y aunque en la historia el talón se asocia a la fragilidad, el nombre de su protagonista se usa para designar al ligamento más grueso y resistente del cuerpo. El tendón de Aquiles soporta una enorme tensión cuando caminamos, y aún más cuando saltamos, ya que ahí gestiona cargas de hasta diez veces nuestro peso.
Un equipo de científicos de la Universidad Técnica de Múnich acaba de descubrir el secreto de su increíble fuerza aunque, según explica el médico e investigador Rainer Burgkart, coautor del trabajo, “todavía sabemos muy poco sobre la estructura del tejido y la interacción entre el hueso y el tendón”.
Los investigadores, entre los que hay desde ingenieros hasta químicos, han desvelado sus hallazgos en un artículo publicado en ‘Nature Materials’, donde recogen que el tendón de Aquiles es en realidad la extensión de los tres músculos de la pantorrilla, que los une a uno de los huesos del pie. La clave de su fortaleza residiría en una capa de tejido entre los tendones y los huesos formado por fibras de proteínas extremadamente finas, pero muy resistentes, según sus investigaciones.
La presencia de estos cordoncillos musculares explicaría por qué los atletas pueden saltar obstáculos y altas barras sin sufrir ningún daño en el tobillo en los agresivos aterrizajes: la clave está en que durante el proceso, el tendón tiende a pegarse a los huesos.
Como las hebras de una soga
“Se creía que los tendones se agarraban directamente al hueso, pero hay una zona de transición”, explica Andreas Bausch, un investigador en biofísica celular que también ha participado en el estudio. En esa parte intermedia, el tejido se separa en docenas de hilos musculares con una composición bioquímica que les otorga unas cualidades únicas. “Las finas fibras están firmemente ancladas a la rugosa superficie del hueso y son extremadamente resistentes mecánicamente”, detalla el experto alemán.
El éxito de la investigación se ha debido en gran parte a la elección de un equipo multidisciplinar cuyos miembros han aplicado sus conocimientos en diferentes áreas. Los científicos estudiaron el tendón unido al hueso de un cerdo y obtuvieron imágenes de las diminutas fibras con un microscopio.
A continuación, tiñeron algunas de las proteínas de estos cordoncillos musculares para analizar su composición y movieron el tendón para examinar su comportamiento. Dependiendo de la dirección hacia donde lo trasladaban, se activaban unas u otras fibras para mantener la estabilidad de toda la estructura. Por último, crearon un modelo de la zona en tres dimensiones.
“Estos resultados nos permiten, por primera vez, comprender los procesos bioquímicos que tienen lugar en el área de contacto entre tendones y huesos, lo que proporciona a nuestro sistema locomotor su increíble fuerza”, resume Bausch. Si los inventores del mito heleno hubieran conocido esta información, quizá la madre de Aquiles hubiera agarrado otra parte del cuerpo de su hijo.
Fuente: Tecnoxplora