Científicos de la Universidad de Monash, en Australia, han concluido en un nuevo estudio que la región cerebral dedicada a gestionar las emociones es la encargada de regular el miedo a la oscuridad. Frente a la exposición a la luz, el mecanismo que controla el miedo en el cerebro se mantiene activo. Cuando domina la oscuridad, en cambio, este centro se «apaga» y el miedo se hace más fuerte.
La amígdala integra el llamado sistema límbico, siendo su principal función el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales. Concretamente, se sabe que esta zona del cerebro regula las sensaciones ligadas al miedo, poniendo en marcha un mecanismo de alerta cuando sentimos que está en juego nuestra supervivencia frente a algún peligro.
Ahora, los investigadores australianos han descubierto cómo influye directamente la presencia o ausencia de luz en la amígdala, para de esta forma activar o desactivar el miedo ante la oscuridad, una sensación habitual para muchas personas y que impacta principalmente en los niños.
La luz y el miedo
La luz es vital en la regulación de los ritmos circadianos: marca el tiempo de descanso y el período de mayor actividad del día. Al mismo tiempo, mejora nuestro estado de ánimo y hasta puede ser utilizada en tratamientos contra patologías como la depresión.
De acuerdo a una nota de prensa, cuando la exposición a la luz se incrementa se reduce en la misma magnitud la actividad de la amígdala, disminuyendo de esta forma la sensación de miedo.
Por el contrario, al reducir la presencia de luz o directamente frente a la oscuridad total, la amígdala multiplica su tarea y el miedo es la consecuencia lógica de esta mayor actividad.
Además, según el estudio publicado en la revista PLOS One, cuando el mecanismo del miedo se activa, se registra una conexión especial entre la amígdala y otra región cerebral: la corteza prefrontal ventromedial.
Vinculada a la percepción y expresión de emociones, esta zona del cerebro tiene la particularidad de reaccionar con gran velocidad: ante un estímulo visual negativo, puede generar una respuesta en alrededor de 100 milisegundos.
Esto explicaría su integración con la amígdala al momento de sentir la escasez de luz o la oscuridad: como esta condición se encuentra ligada a un posible peligro, se requiere de una respuesta rápida y efectiva para garantizar la supervivencia. En la investigación, este mecanismo fue observado directamente en las imágenes cerebrales obtenidas de un grupo de voluntarios.
Un miedo atávico
Los participantes fueron expuestos a diferentes grados de intensidad lumínica y a la oscuridad, en sesiones de alrededor de 30 minutos. Los escáneres cerebrales, realizados mediante técnicas de resonancia magnética funcional, indicaron que se registra una significativa disminución de la actividad de la amígdala cuando la luz se incrementa.
Como contrapartida, los períodos de oscuridad total se corresponden con un mayor dinamismo de la amígdala y su conexión con la corteza prefrontal ventromedial.
¿Por qué el cerebro relaciona directamente la oscuridad con el peligro y, en consecuencia, activa la sensación de miedo? Por un lado, los investigadores sostienen que un mecanismo cerebral similar se pone en marcha en el caso de la ansiedad: resulta lógico, ya que un incremento en el estado de alerta va de la mano con el aumento del estrés y la ansiedad.
Sin embargo, las causas más profundas de este mecanismo podrían ser ancestrales. Los científicos explicaron que la capacidad para regular nuestra exposición a la luz es un hecho relativamente novedoso en términos evolutivos.
En sentido contrario, cargaríamos con una larga historia previa en la cual la oscuridad no podía manejarse, solo era posible superar los peligros de la noche estando siempre alertas hasta la llegada del nuevo amanecer.
Referencia
Afraid of the dark: Light acutely suppresses activity in the human amygdala. McGlashan EM, Poudel GR, Jamadar SD, Phillips AJK, Cain SW. PLOS One (2021).DOI:https://doi.org/10.1371/journal.pone.0252350