Unos científicos han ideado un modo de suministrar energía de forma inalámbrica a pequeños dispositivos electrónicos que pueden permanecer en el tracto digestivo (gastrointestinal) indefinidamente tras ser ingeridos. Tales aparatos podrían ser utilizados para detectar el estado de dicho tracto, o para transportar depósitos de fármacos que permitan la liberación de estos poco a poco a lo largo de un periodo largo.
El nuevo diseño es obra del equipo de Giovanni Traverso, ingeniero biomédico en el BWH (Brigham and Women’s Hospital), de Boston, Massachusetts, y Robert Langer, profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Cambridge, ambas entidades en Estados Unidos.
Hallar una fuente energética segura y eficiente es un paso esencial en el desarrollo de tales dispositivos electrónicos ingeribles. Para conseguir que un dispositivo de este tipo resida en el cuerpo durante un largo tiempo hay que resolver primero el asunto del suministro energético, tal como enfatiza Traverso. Disponer de la capacidad de transmitir energía inalámbricamente ofrece nuevas posibilidades.
La nueva estrategia está basada en la transferencia inalámbrica de energía desde una antena en el exterior del cuerpo hacia otra dentro del tracto digestivo. Este método proporciona suficiente energía para hacer funcionar sensores que podrían monitorizar el ritmo cardiaco, la temperatura o niveles de nutrientes o gases concretos en el estómago.
En las pruebas realizadas hasta ahora, los investigadores pudieron suministrar de 100 a 200 microvatios de energía a su dispositivo, lo cual es más que suficiente para energizar sistemas electrónicos pequeños. Un sensor de temperatura que transmita inalámbricamente una lectura de este tipo cada 10 segundos requeriría unos 30 microvatios, como también una cámara de video que tome entre 10 y 20 fotogramas por segundo.
En una serie de experimentos que se llevaron a cabo en cerdos, la antena externa pudo transferir energía a lo largo de distancias de entre 2 y 10 centímetros, y los investigadores comprobaron que la transferencia energética no causó daños en los tejidos.
Fuente: Noticias de la Ciencia