Johannes Kleiner, matemático y físico teórico del Centro de Filosofía Matemática de Munich, y Sean Tull, matemático de la Universidad de Oxford, están revolucionando las teorías científicas sobre el origen de la consciencia.
Están inspirados por el neurocientífico y psiquiatra Giulio Tononi, catedrático de Estudios de la Consciencia en la Universidad de Wisconsin, y autor de la Teoría de la Información integrada (IIT), publicada en 2004 en la revista BMC Neuroscience.
Kleiner y Tull consideran la ITT como uno de los principales modelos de la consciencia: describe tanto la calidad como la cantidad de la experiencia consciente de un sistema físico, como el cerebro, en un estado particular, explican en un artículo publicado el año pasado.
Consideran que ITT puede servir como punto de partida para futuras investigaciones formales y como una introducción adecuada para investigadores con antecedentes formales.
Consciencia en todas partes
ITT sugiere que la consciencia está en todas partes a lo largo y ancho del universo, pero que se acumula en los lugares donde se necesita para ayudar a unir diferentes sistemas relacionados.
Esto significa, por ejemplo, que el cuerpo humano está repleto de una tonelada de sistemas que deben interrelacionarse, por lo que hay mucha consciencia (o phi, como se conoce a la cantidad de consciencia en IIT) que se puede calcular, señala al respecto la revista Popular Mechanics.
Y añade: lo revolucionario en IIT no está relacionado con el cerebro humano, sino con que la consciencia no es biológica en absoluto, sino que es simplemente este valor, phi, que se puede calcular si conocemos la complejidad de lo que estamos estudiando.
Y concluye: si el cerebro humano tiene casi innumerables sistemas interrelacionados, entonces el universo entero debe tenerlos también. Y si ahí es donde se acumula la consciencia, entonces el universo debe tener mucho phi.
Modelo matemático de la consciencia
Casi 20 años después de su formulación, Kleiner y Tull están trabajando para convertir IIT en un complejo algoritmo matemático, estableciendo el estándar que luego puede usarse para examinar cómo operan las cosas conscientes, sean animadas o no.
Ambos están siguiendo el ejemplo de Roger Penrose, tanto en su libro de 1989 como en un artículo de 2014, para quien existe una conexión entre los procesos biomoleculares del cerebro que originan la consciencia y la estructura básica del universo.
“Si desarrollamos un modelo matemático de la consciencia basado en datos obtenidos del cerebro, podemos aplicar el modelo a otros sistemas, por ejemplo, computadoras o termostatos, para ver también lo que dicen sobre su experiencia consciente», ha explicado Kleiner a la revista All About Space.
“La teoría consiste en un algoritmo muy complicado que, cuando se aplica a una descripción matemática detallada de un sistema físico, proporciona información sobre si el sistema es consciente o no, y de qué es consciente”, añade.
«Si hay un par de partículas aisladas flotando en algún lugar del espacio, tendrán alguna forma rudimentaria de consciencia si interactúan de la manera correcta», sentencia Kleiner.
Complejo algoritmo matemático
Su versión matemática de la IIT pretende ser lo que podría llamarse una teoría fundamental de la consciencia. «Intenta tejer la consciencia en el tejido fundamental de la realidad, aunque de una manera muy específica», dijo Kleiner. Y si se demuestra que el universo es consciente, ¿entonces qué? ¿Cuáles son las consecuencias?, se pregunta en All About Space.
Su propuesta puede tener implicaciones morales, ya que tendemos a tratar los sistemas que tienen experiencias conscientes de manera diferente a los sistemas que no las tienen, destaca la revista.
Su idea es trascender las teorías emergentistas de la consciencia, que tienden a afirmar que la física es todo lo que existe.
Esas teorías «rechazan la idea de que la consciencia está separada o que es más primaria que la física, y dicen que la consciencia no es más que un fenómeno físico específico que surge de la interacción de las cantidades físicas fundamentales en ciertas condiciones», añade Kleiner.
Sin embargo, si se demuestra que la consciencia juega un papel causal en el universo, tendría enormes consecuencias para la visión científica del mundo. «Podría conducir a una revolución científica similar a la iniciada por Galileo Galilei «, concluye Kleiner.
Analizando la consciencia y su relación con la mecánica cuántica, John Horgan, director del Centro de Escritos Científicos del Instituto de Tecnología Stevens, Universidad en Hoboken, Nueva Jersey, es más circunspecto en un artículo publicado en Scientific American:
“Los investigadores ni siquiera pueden ponerse de acuerdo sobre qué forma debería tomar una teoría de la consciencia. ¿Debería ser un tratado filosófico? ¿Un modelo puramente matemático? ¿Un algoritmo gigantesco, quizás basado en cálculos bayesianos? ¿Debería tomar prestados conceptos del budismo, como anatta, la doctrina del no yo? ¿Todo lo anterior? ¿Ninguna de las anteriores? El consenso parece más lejano que nunca. Y eso es bueno. Debemos tener la mente abierta acerca de nuestras mentes”, concluye Horgan.
Preguntas sin respuesta
En un artículo publicado el pasado abril, Kleiner y Erik Hoel, un neurocientífico norteamericano especializado en la consciencia, asumen el reto que plantea Horgan: destacan lo problemático que resulta la búsqueda de una teoría científica de la consciencia, que necesariamente ha de ser falsable o refutable, tal como establece el método científico.
Consideran al respecto que cualquier teoría de la consciencia debe de ser sometida automáticamente a potenciales pruebas que la contradigan, una fragilidad que afecta a muchas teorías contemporáneas de la consciencia que no impiden su proliferación.
Sobre todo porque la definición básica de consciencia deja en el aire muchas preguntas que todavía siguen sin respuesta.
Referencia
The Mathematical Structure of Integrated Information Theory. Johannes Kleiner, Sean Tull. arXiv:2002.07655 [q-bio.NC]