Investigadores de la Universidad Nacional de Australia (ANU) concentraron una onda sísmica de “fase J” (un tipo de onda que solo puede viajar a través de objetos sólidos) en la tierra lo que les permitio finalmente definir su solidez.
“Descubrimos que el núcleo interno es realmente sólido, pero también más blando de lo que se pensaba anteriormente”, señala Hrvoje Tkalčić, coautor del estudio.
Dos científicos de ANU desarrollaron un metódo de escuchar estas increíblemente débiles olas en el zumbido de las vibraciones de los terremotos que resuenan en nuestro planeta.
El método se basa en tomar dos receptores sísmicos en la superficie del planeta y comparar notas varias horas después de que los ruidos más fuertes hayan desaparecido. Con suficientes pares de señales, puede surgir un patrón.
“Usando una red global de estaciones, tomamos cada par de receptores y cada gran terremoto, eso es muchas combinaciones, y medimos la similitud entre los sismogramas”, comentó Hrvoje Tkalčić. “Eso se llama correlación cruzada, o la medida de similitud. A partir de esas similitudes, construimos un correlograma global, una especie de huella digital de la Tierra”.
Conseguir un control sobre la naturaleza de las entrañas de nuestro planeta no es tarea fácil. Apenas podemos excavar más de 12 kilómetros en la corteza, que apenas roza la superficie, y mucho menos revela lo que hay miles de kilómetros debajo de los pies.
Hace un siglo, se pensaba que nuestro planeta tenía una capa externa gruesa y crujiente y un centro pegajoso hecho de metales fundidos. Todo eso cambió en la década de 1930, luego de las lecturas sísmicas de un gran terremoto en Nueva Zelanda, arrojarón señales de ondas de compresión que no deberían haber estado allí. Un sismólogo danés llamado Inge Lehmann sugirió que estos patrones eran probablemente un eco rebotando en un centro sólido.
Este núcleo interno se ha establecido firmemente en los modelos geológicos de la estructura de nuestro planeta. Tiene aproximadamente tres cuartos del tamaño de nuestra Luna, hecha de hierro y níquel, y chisporrotea a una temperatura aproximadamente tan caliente como la superficie del Sol.
Incluso podría haber una complejidad en su estructura, con diferencias en la forma en que sus cristales de hierro se alinean dando al núcleo interno su propio “núcleo interno”.
Pero incluso si todo eso ya está establecido en los modelos geológicos, es bueno ahora obtener pruebas firmes de que los científicos han estado en el camino correcto, “Resulta que, si nuestros resultados son correctos, el núcleo interno comparte algunas propiedades elásticas similares con el oro y el platino”, comentó Hrvoje Tkalčić.
Toda esta información es vital si queremos construir una comprensión firme de fenómenos como la formación planetaria o cómo funcionan los campos magnéticos. Nuestra propia burbuja protectora de magnetismo se revierte regularmente, por ejemplo, y todavía no hemos determinado exactamente cómo sucede esto.
“La comprensión del núcleo interno de la Tierra tiene consecuencias directas para la generación y el mantenimiento del campo geomagnético, y sin ese campo geomagnético no habría vida en la superficie de la Tierra”, dice Tkalčić.
Fuente: Cerebro Digital