El proyecto de Elon Musk está en marcha, con fecha prevista de lanzamiento para 2023. La cantidad de tareas que tendría que hacer un módulo (alunizar, volver a despegar para viajar a la Tierra, aterrizar aquí…) y las diferencias de comodidad entre un viaje de astronautas y uno de placer hacen profetizar que el satélite se deberá disfrutar desde lejos.
El concepto de turismo espacial lleva años orbitando (nunca mejor dicho) sobre nosotros. Las ideas pioneras del magnate Richard Branson y su compañía Virgin Galactic han dejado paso a la visión futurista de Elon Musk y su empresa SpaceX. El milmillonario Yusaku Maezawa debería ser la primera persona que fuera más allá de los límites de nuestra Tierra, de la mano del también fundador de Tesla. Sin embargo, no podrá emular a Neil Armstrong y otros astronautas que llegaron a la Luna.
Para conseguir esto, habría que diseñar un vehículo capaz de llegar a la órbita lunar y descender sin poner en riesgo la vida de sus ocupantes. También, el mismo cohete ha de ser capaz de volver a la Tierra y de despegar cuando sus ocupantes quieran. Todo ello hace de la empresa lunar una tarea difícil.
En cada uno de los alunizajes que se han realizado hasta ahora, los astronautas iban en un módulo que no se posaba sobre la superficie. Para bajar, iban a otro módulo que funcionaba como un bote que descendía. Hacían sus trabajos en la Luna, se subían al ‘bote’ y eran elevados hasta el módulo de habitación. Para ello, eran ayudados por un compañero que se quedaba frente a los mandos.
Hace varias décadas, la idea era que el módulo donde se encontraran los tableros y habitáculos de los astronautas fuera el que descendiera hasta la Luna. Sin embargo, se rechazó la idea: era mucho trabajo despegar, regresar a la Tierra y aterrizar aquí. De momento, SpaceX no ha publicado información técnica sobre cómo sería el alunizaje, por lo que existen dudas de que fueran más perfectos que los de las misiones de la NASA.
Otro de los argumentos para que SpaceX no se pose en la Luna es el coste del módulo de aterrizaje. Tomando como modelo el programa del módulo lunar de la NASA entre 1963 y 1973, un módulo de aterrizaje constaría hoy 17.000 millones de dólares (14.500 millones de dólares), con la inflación ajustada. A ello se suma que los pasajeros probablemente querrían ir más cómodos que los astronautas de hace cuatro décadas, lo que obligaría a un espacio más amplio. Espacio más amplio también para que los acompañen astronautas o sistemas de navegación: los turistas no van a saber cómo manejar las máquinas.
Unos artistas orbitarían junto a Maezawa en el Big Falcon Rocket, el nombre del cohete de Space X. El proyecto está previsto para 2023. Será entonces cuando él y el resto de viajeros pasen una semana en el espacio. Sin embargo, parece que se tendrán conformar con ver la Luna de lejos.
Fuente: Tecnoxplora