El descubrimiento de los antibióticos y el inicio de su explotación, en la primera mitad del siglo XX, cambió la medicina. Infecciones simples que previamente mataban a las personas se volvieron sencillas de tratar.
La capacidad de los antibióticos para evitar infecciones hizo posibles las operaciones quirúrgicas rutinarias, los trasplantes de órganos y la quimioterapia para el tratamiento del cáncer, entre otras muchas clases de tratamientos.
Pero debido a su sobreuso y utilización inadecuada, los antibióticos están perdiendo su eficacia. Muchas especies de bacterias han desarrollado resistencia ante antibióticos utilizados de manera común, y han aparecido las bacterias resistentes a múltiples fármacos (los llamados supermicrobios), afectando a hospitales y centros de cuidados sanitarios. El pasado mes, la Organización Mundial de la Salud emitió un aviso grave: al mundo se le están agotando los antibióticos.
Una nueva prueba, desarrollada en el Instituto de Tecnología de California (Caltech) en Estados Unidos, identifica bacterias resistentes a los antibióticos en menos de 30 minutos. Este plazo tan breve, a diferencia del de varios días que requieren los métodos convencionales, podría ayudar a invertir esa preocupante tendencia hacia la resistencia a los antibióticos, permitiendo a los profesionales de la medicina elegir mejor con qué antibióticos tratar una infección y evitando así darles a los microbios oportunidades de volverse resistentes.
Cuando los doctores tratan a los pacientes que sufren infecciones bacterianas, a menudo se saltan la primera línea de antibióticos, como la meticilina y la amoxicilina, fármacos a los que las bacterias tienen una mayor probabilidad de ser resistentes, y pasan directamente a antibióticos más fuertes, como el ciprofloxacino. Esta práctica incrementa las posibilidades de que el tratamiento sea efectivo, pero no es la ideal. Y ello se debe a que un mayor uso de los antibióticos de segunda línea hace más probable que las bacterias también se hagan resistentes a estos fármacos más fuertes.
El problema es que no ha habido un modo rápido y sencillo de que un médico sepa si la infección de su paciente es resistente a un antibiótico en particular. Para descubrirlo, el doctor tendría que enviar una muestra a un laboratorio, y esperar de dos a tres días para averiguarlo.
El nuevo test creado por el equipo de Nathan Schoepp, Rustem Ismagilov y Travis Schlappi es capaz de detectarlo en solo media hora. Funciona de la siguiente manera: una muestra de orina del paciente (la cual puede contener algunas de las bacterias culpables de la infección) es dividida en dos partes. Una parte es expuesta a un antibiótico durante 15 minutos, mientras que la otra parte es incubada sin antibióticos. La prueba opera bajo el principio de que las bacterias normales replicarán peor su ADN (en preparación para su división celular) en una solución con antibiótico, lo que resultará en la presencia de menos marcadores de ADN. Sin embargo, si las bacterias son resistentes al antibiótico, su replicación del ADN no se verá dificultada y el test pondrá de manifiesto números similares de marcadores de ADN tanto en las soluciones tratadas con antibiótico como en las no tratadas.
Cuando el test se usó en 54 muestras de orina de pacientes con infecciones causadas por la bacteria Escherichia coli, los resultados del test coincidieron en un 95 por ciento con aquellos obtenidos usando la prueba estándar de dos días, que se considera el patrón de referencia en cuanto a la precisión.