Un estudiante está tratando de desarrollar una antena cien veces más pequeña que la que incorporan los ‘smartphones’ que podría usarse en un chip que, implantado en el cerebro, podría ayudar a paliar trastornos mentales como la depresión o las migrañas.
A medida que la tecnología ha avanzado, el tamaño de las antenas que utilizan los distintos dispositivos ha disminuido de forma considerable. Esto ha posibilitado que los aparatos puedan ser cada vez más pequeños, porque los componentes ocupan cada vez menos espacio en su interior.
Pero no solo eso, sino que al ser tan diminutos ya hay quien ha pensado que sería buena idea realizar implantes en el cuerpo humano, algo que sería mucho más efectivo para combatir ciertas patologías y que no debeŕia ser ni tan molesto ni tan complejo como algunas décadas atrás.
Esta es la teoría que mantiene Hwaider Lin, un estudiante de doctorado en la Universidad de Northeastern que ha creado una antena cien veces más pequeña que las que llevan nuestros teléfonos inteligentes.
Y en este caso su propósito no es diseñar ‘smartphones’ de un menor tamaño, ni mucho menos. Su objetivo es incorporar esa antena a un chip que pueda colocarse en el cerebro humano y, de esta forma, tratar más eficazmente ciertas enfermedades mentales como puedan ser las migrañas o la depresión.
A día de hoy, los investigadores usan corrientes electromagnéticas para estimular las neuronas del cerebro, y así ayudar a tratar estas afecciones. Pero estas corrientes se generan fueran del cerebro y, al tratar una zona demasiado amplia, representan un método más impreciso.
Con la antena diseñada por Lin, los encargados de tratar estos problemas podrían actuar de forma más eficaz y precisa para estimular las neuronas específicas que están dañadas.
Además, la antena que ha diseñado este estudiante utiliza un tipo de onda diferente, como es la acústica. Estas son vibraciones físicas de lento movimiento, de tal forma que su velocidad permite que puedan coincidir con la frecuencia de una onda electromagnética pese a que su longitud es miles de veces más pequeña, lo que permite que el tamaño de la antena también se reduzca.
Es por esto que la antena de Lin es capaz de traducir esas ondas acústicas en electromagnéticas, de un movimiento más rápido pero con la misma frecuencia. Y todo ello gracias al material magnético con el que está construida.
“Nuestro material es lo más importante para esta antena”, explica este estudiante, que trabajaba en el Laboratorio de Microsistemas y Materiales Avanzados de la Universidad de Northeastern.
Fuente: Tecnoxplora