Desde hace décadas el refresco de cola es el de mayor consumo en el mundo y su notoria presencia en la alimentación de muchos mexicanos está impregnada de diversos significados como prácticas religiosas o como medio para contactar con el mundo espiritual, además de constituir un factor clave dentro del entorno y costumbres sociales de algunas culturas del país, lo que al mismo tiempo representa un peligro para la salud pública, afirmó en entrevista la doctora en antropología social, Teresa Ochoa Rivera.
La también nutrióloga y coordinadora del doctorado en bienestar social en la Universidad Iberoamericana (UIA), además de investigación bibliográfica, llevó a cabo un trabajo de campo con una metodología de corte etnográfico en la comunidad de San Jerónimo Amanalco del municipio de Texcoco, Estado de México.
“En ese lugar hay por lo menos 100 tiendas de abarrotes en donde la venta de refrescos ocupa el primer sitio, seguido del huevo y el pan casero. Para esta población no hay comida sin refresco, porque si este falta la comida está incompleta. El refresco representa para los habitantes de San Jerónimo Amanalco, prestigio, diferenciación social o solidez económica y desde niños hasta ancianos lo consumen”.
La investigadora agregó que en esa comunidad no ofrecer refresco de cola a quien visita una casa, por ejemplo, es expresarle que no es bienvenido y aun cuando allí abundan manantiales como el Atlanhuitec, Tlalanquízatl, Pinahuizatl, Meyánatl, Tecatitatl, Axolohuapa, Amilpa, Terrero, entre otros, lo último que se ofrece es agua. Las ciudades no son la excepción y con frecuencia suele darse refresco de cola u otros en fiestas o reuniones de diversa índole y “para no errarle, el de cola no puede faltar”.
“Bienvenidos a San Juan Chamula, Cancuc, Zinacantán… Chiapas”
Esta gran penetración de bebidas gaseosas y saborizadas como hábito de consumo de los mexicanos de igual forma caracteriza las zonas rurales e indígenas del país, entre las que destaca Chiapas, donde letreros de la gran empresa multinacional de bebidas industrializadas dan la bienvenida en algunos de los lugares más marginados del estado.
En Chiapas valoran mucho el gas y al abrir las botellas lo hacen con especial cuidado para que ‘el alma’ del refresco no salga, porque de lo contrario ya no sirve. Además les representa una bebida curativa y piensan que al eructar la enfermedad sale, igualmente consideran que es útil contra el “mal de ojo”, el empacho u otros malestares, explicó la doctora Ochoa Rivera.
Asimismo, en fiestas tradicionales como la de solicitud de mano para una boda, la novia debe llevar un refresco de cola porque de lo contrario se considera irrespetuoso. Por su parte, los cristianos relacionan el aguardiente con el mal y las bebidas azucaradas, con el bien. Los tzotziles utilizan el refresco como una bebida representativa en sus rituales o ceremonias.
La tradición de comer barbacoa los fines de semana igualmente se acompaña de refresco de cola, mismo que hace tiempo desplazó a la bebida tradicional de maíz y agua, el pozol, lo que conforme al doctor e investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), Marcos Arana Cedeño, ha afectado sobremanera la salud y nutrición. “El problema de diabetes en la población indígena del estado de Chiapas se ha triplicado por el gran consumo de refresco que tienen”. Donde según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la diabetes está catalogada entre las primeras causas de muerte de la entidad.
Para la elaboración de su producto, la empresa multinacional requiere extraer la poca agua potable que hay en ciertas comunidades, un amplio estudio sobre el tema está documentado en la tesis de la antropóloga y exbecaria del Conacyt, Laura K. Jordan, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).
En La Pila, municipio Huixtán de Los Altos de Chiapas, la explotación de los pozos se llevó a cabo a cambio de remodelar escuelas o donar computadoras usadas, manifestó la nutrióloga Ochoa Rivera.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la población chiapaneca es la más pobre del país, razón por la que, dada la energía que proporciona y la mala calidad de agua que hay en muchas partes de la República Mexicana, la ingesta de refresco se considera viable pese a que en exceso conlleva serios problemas a la salud.
Riesgos epidemiológicos
El Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) afirma que, dentro del territorio nacional, a las bebidas azucaradas se les atribuye más de 24 mil muertes anuales, mientras que a nivel mundial la cifra es de 184 mil. En México, 22 y 33 por ciento de las defunciones de hombres y mujeres menores de 45 años, respectivamente, relacionadas con diabetes, enfermedad cardiovascular y obesidad son imputables a las bebidas azucaradas.
El Inegi no publica información específica sobre consumo de refrescos en el país porque vincula sus resultados con los de los alimentos. Sin embargo, datos de la asociación civil El Poder del Consumidor, la cual también menciona el síndrome metabólico como otro de los padecimientos derivados de la ingesta de gaseosas, además de caries, refieren que en promedio los mexicanos consumen 163 litros de bebidas azucaradas al año, y que entre 1989 y 2006 el consumo de refrescos por persona aumentó en 60 por ciento.
El mismo organismo, cuyos datos sustenta en especialistas del INSP y del INCMNSZ, alude a que en 2013 las principales causas de muerte fueron las enfermedades cardiovasculares y diabetes, resultando en 145 mil 237 y 87 mil 245 fallecimientos, respectivamente.
En relación con el sobrepeso, la República Mexicana tiene una prevalencia de 38.8 por ciento, cifra que sitúa a la nación en la segunda tasa más alta, después de Chile. En cuanto a obesidad, la prevalencia es de 32.4 por ciento, segundo lugar también después de Estados Unidos. Lo que en ambos casos rebasa los estándares promedio de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).
Gravar el impuesto
En opinión de la doctora Teresa Ochoa Rivera, el aumento de impuesto a esta clase de bebidas no desalienta el consumo porque para la población es un hábito, forma parte de su cultura y dieta diaria. La antropóloga considera que lo que hace falta es obligar a la industria refresquera a cumplir reglamentos, legislarla con mayor rigor. “Modificar, regular y aminorar la publicidad, así como establecer políticas para facilitar la disponibilidad de agua en las comunidades y escuelas. No es posible que estas empresas sí lleguen a comunidades tan alejadas que inclusive programas federales como Prospera no”, refirió.
El cardiólogo y epidemiólogo Dariush Mozaffarian, rector de la Escuela Friedman de Políticas y Ciencias de Nutrición de la Universidad Tufts, en Boston, Massachusetts, Estados Unidos, aseguró en conferencia dentro de las instalaciones del Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen) que, desde su perspectiva, el impuesto sí es una medida efectiva para controlar y reducir el consumo, lo que mejorará la salud y calidad de vida de los ciudadanos.