Un seguro supone contratar la cobertura de un riesgo, medido en función del nivel de previsibilidad de un suceso y sus consecuencias. Conforme la sociedad y la economía han ido progresando, han ido surgiendo nuevos riesgos y coberturas que individuos y empresas, por un lado, y aseguradoras, por otro, han ido incorporando a su modus operandi de forma natural. Sin embargo, en el ciclo actual estas variaciones se aceleran como jamás se había visto, lo que genera mucha incertidumbre entre los primeros y dificulta la adaptación de las segundas, que deben responder más rápido que nunca.
Actualmente, los expertos vinculan la aparición de nuevos riesgos con cinco contextos de cambio global. Uno de ellos: la disrupción de los patrones medioambientales, como muestra la mayor frecuencia de las catástrofes naturales, el agotamiento continuado de los recursos o la exigencia de responsabilidades medioambientales. Otros son los avances tecnológicos, principalmente porque, entre otros aspectos, aumentan las amenazas cibernéticas, los usos cuestionables de la IA o los drones y la potencial toxicidad asociada a la nanotecnología. Otras tendencias son las sociodemográficas –el envejecimiento de la población, la migración a las ciudades, los nuevos estilos de vida y patrones de trabajo…– y las vinculadas a la nueva economía –los modelos de negocio disruptivos, cambios regulatorios, guerras comerciales, criptodivisas, burbujas de deuda…–. El quinto gran propulsor de nuevos riesgos es el relacionado con medicina, salud y sanidad, en referencia a inquietudes sobre el incremento de costes, más enfermedades crónicas o los nuevos brotes de enfermedades infecciosas.
Con todo, sucede que los que consideran que están suficientemente cubiertos frente a la diversidad de nuevos riesgos no llega al 15% de los particulares ni al 25% de las empresas. Esta percepción es incluso más negativa en España. Mientras, apenas un 40% de las aseguradoras considera que está respondiendo con holgura a los nuevos riesgos relacionados con salud o el ahorro. La proporción es menor aún si se refiere a ciberataques (16%) o catástrofes naturales (15%). Claramente, no se está respondiendo a las demandas de los clientes y, por ende, hay un gran mercado sin cubrir.
Una de las razones por las que esto ocurre, más allá de que la velocidad del cambio es extrema, tiene que ver con la dificultad de medir, evaluar y gestionar los riesgos de forma integral, así como de llevar la personalización al máximo. No es sencillo cuantificar la probabilidad de un ciberataque, ni el valor reputacional de una empresa, como tampoco lo es predecir los costes médicos futuros en un momento en que las enfermedades crónicas crecen y se alargan los tratamientos de los pacientes.
Este es un eje central de trabajo de las aseguradoras para mejorar su capacidad y agilidad en idear y lanzar novedades. El escenario es amplísimo, tanto en diversidad de riesgos emergentes a cubrir como en modalidades de coberturas. La buena noticia es que los clientes son receptivos a probar nuevas opciones. En España, seis de cada diez están interesados en modelos alternativos de seguro. Más aún, cuatro de cada diez están dispuestos tanto a compartir datos adicionales como a pagar más para tener un mejor control de riesgos y servicios de prevención. Aunque todavía solo un tercio de las aseguradoras está trabajando en estas áreas, está claro que van a ser esenciales en la evolución de su negocio.
Además, el tipo de modelos de seguro a los que están abiertos es muy amplio, por lo que se espera un abanico de oferta que combine modelos incipientes, como los seguros basados en uso; seguros bajo demanda; seguros que incluyen servicios proactivos de valor añadido (preventivos); pólizas paramétricas; seguros P2P, y microseguros. En concreto, las dos primeras modalidades son las que acaparan el mayor interés, cerca de un 35% cada una. La principal vía de las compañías tradicionales para canalizar estas innovaciones está siendo la firma de acuerdos comerciales o de compra con insurtechs, así como la creación de incubadoras propias.
Aunque no es nuevo decir que la tecnología es otra baza indiscutible para cubrir la asimetría entre oferta-demanda, sí es relevante destacar que la ciencia de datos va a ser, posiblemente, la mejor arma. Las herramientas de inteligencia de negocio tradicionales tienen una alta penetración en el sector, pero de cara a la gestión integral del riesgo, las compañías deben llevar sus procesos analíticos a un siguiente estadio, para ser capaces de recoger, filtrar y procesar los mayores volúmenes y nuevos tipos de datos en tiempo real, y ser más veloces en hacerlo. En España, más del 50% ha desarrollado capacidades para dar recomendaciones de salud en función de los hábitos monitorizados o analizar nuevas fuentes de información con machine learning. Sin embargo, las de monitorización y modelización de riesgos en tiempo en real apenas están en el 25%. La dirección está marcada.