No nos queda mucho tiempo para que sobrepasemos el punto de no retorno en el que la alteración de nuestro clima y las consecuencias del cambio climático nos aboquen a un escenario poco favorable para las generaciones venideras.
En nuestro interés de no solo avisar (o como nos critican algunos, meter miedo y asustar) continuamos con esta serie de artículos que nos ayudan a entender cómo podemos pasar a la acción desde distintos sectores de actividad. Ya vimos cómo afrontar el cambio climático desde el punto de vista de la energía, y ahora vamos tratar el transporte y la movilidad.
Existe un consenso generalizado sobre el objetivo a largo plazo de llegar a conseguir emisiones nulas de gases de efecto invernadero (GEI) en el transporte para 2050, si bien, para lograr esta meta la reducción debe ser constante y ambiciosa sin dejar los mayores esfuerzos para el largo plazo, de ahí que sea conveniente y necesario también establecer objetivos de reducción específicos para el sector en el corto y medio plazo.
Para articular los planes que nos lleven a eliminar las emisiones exige incorporar a la legislación, normativa y buenas prácticas una visión del transporte enfocada a un catálogo de servicios multimodales frente al actual sistema, que se basa principalmente en la propiedad individual de vehículos, especialmente automóviles.
La planificación de una movilidad sostenible se debe asegurar fomentando el uso del transporte público e incentivando y facilitando los desplazamientos en los que no intervenga el motor, es decir, a pie o en bicicleta.
¿Cómo podemos avanzar en este sentido? Aquí van algunas posibilidades:
A nivel municipal y regional podemos definir objetivos obligatorios de reducción de los desplazamientos en automóvil en las áreas urbanas y metropolitanas. Restringir y prohibir la circulación de vehículos diésel por ciertas áreas urbanas, como ya se está anunciado en algunas capitales europeas. Potenciar las líneas de financiación para apoyar los sistemas de transporte público urbanos y metropolitanos, sosteniendo y abaratando así el servicio de los mismos. Regular y fomentar conceptos de la economía colaborativa, como son el carsharing y el carpooling, para compartir y racionalizar el uso del vehículo privado.
Estos planes deberían cuestionar la construcción de más carreteras, tendidos ferroviarios y la ampliación o construcción de nuevos aeropuertos, ya que en España y otros países desarrollados, actualmente existe una sobrecapacidad de infraestructuras, y las inversiones deberían ir dedicadas a mantener o mejorar lo ya existente.
En un momento en el que se apuesta a nivel mundial por la red ferroviaria de alta velocidad, se muestra como más efectivo recuperar y mejorar las redes de trenes de cercanías, que son los que más pasajeros transportan. También es interesante completar la electrificación de toda la red y aumentar el transporte por mercancías en ferrocarril, especialmente en España, dominada por el uso de camiones.
Las leyes y normativas deben apoyarse en una fiscalidad ecointeligente que no incentive los modos más contaminantes, es decir carretera y aviación, y estimule y haga más atractivo el modo ferroviario y los medios menos contaminantes, como son el transporte público y el que no emplea el motor. Algunas medidas en este sentido serían, en carretera, establecer tasas que graven el transporte de mercancías por carretera, la equiparación de los impuestos entre el diésel y la gasolina, aumentar los impuestos y tasas vinculados a la circulación en automóvil y eliminar todas las ayudas para fomentar la compra de nuevos automóviles.
Y en el sector de la aviación, impedir las subvenciones ocultas que algunas regiones vía publicidad hacen las compañías aéreas, y establecer herramientas fiscales que graven mucho más los viajes aéreos internos. Otra cuestión interesante sería ampliar las contribuciones de la aviación civil a otras que no sean únicamente los bonos de carbono por compensaciones. Y en todas estas cuestiones es imprescindible que las administraciones públicas prediquen con el ejemplo y sean casos de éxito a estudiar. Éstas son algunas posibilidades:
Los planes de renovación de flotas y vehículos deben considerar prioritariamente la electromovilidad y las opciones de bajo consumo energético Regular y reducir las plazas de aparcamiento de todos los edificios pertenecientes a las distintas administraciones, disuadiendo así del acceso en automóvil Establecer criterios de compra verde en los pliegos de contratación que beneficien, especialmente, a las empresas con flotas menos contaminantes Incentivar a aquellos trabajadores que accedan a sus puestos de trabajo utilizando transporte público y los modos no motorizados.
Y nos queda por comentar el papel de los controvertidos biocombustibles. Si bien aparecen muchas voces que argumentan que no contribuyen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero principalmente por la deforestación que provocan, sí que es cierto que su incorporación racional a los combustibles de automación puede colaborar a una transición a un modelo que utilice en su totalidad fuentes renovables sin emisiones directas.
Cerramos sin olvidarnos del impacto (positivo) en el empleo de este cambio de paradigma hacia un transporte descarbonizado, lo que puede requerir inicialmente de ayudas para la incorporación de ciertos trabajadores que se puedan ver afectados a los nuevos sectores.
¡Una nueva movilidad con el transporte público, la economía colaborativa y las renovables como pilares de la misma!
Fuente: Ecointeligencia