Los investigadores alertan de los riesgos que corren estos animales. Pero resaltan que hacen falta más datos para conocer el alcance del problema en España
Son unos grandes desconocidos para el ser humano. Solo en España se han descrito hasta 40.000 especies de insectos y cada año se añaden 200 más a la lista. Abejas, abejorros, moscas, mariposas, luciérnagas, escarabajos… Y, a pesar de ese desconocimiento, los científicos no tienen dudas de que muchas de esas especies están en declive en el mundo por la presión humana. La duda es, hasta qué punto la situación es tan catastrófica como estiman algunos estudios. Porque faltan datos y series históricas para comparar.
El debate sobre el estado real de las poblaciones se ha recrudecido después de la publicación de una investigación de la Universidad de Sidney (Australia) en la revista científica Biological Conservation, que fue recogida por innumerables medios de comunicación del mundo. Los autores del estudio, Francisco Sánchez-Bayo y Kris A.G. Wyckhuys, concluyen que más de la mitad de las especies del planeta están disminuyendo rápidamente y una tercera parte se encuentra amenazada por la extinción. Unos datos que hacen temer que más del 40% de las especies de insectos se extingan en las próximas décadas. Las mariposas y las polillas se encontrarían entre las más afectadas por esta amenaza.
Pero, a la vez que se aprecian disminuciones, existen reductos —en zonas bien conservadas— donde estos artrópodos están a salvo y científicos que se alejan de la visión catastrófica que aportaba el citado artículo. El ecólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Carlos M. Herrera ha comprobado, en 29 parcelas y durante los últimos 20 años, la evolución de los polinizadores de áreas no perturbadas por el hombre de la Sierra de Cazorla, en Jaén. Durante esos dos decenios ha anotado con meticulosidad qué flores había, quién las visitaba y durante cuánto tiempo. Ha reunido tres millones de registros de 65 especies de plantas y de unas 600 de polinizadores. Y los datos recogidos le permiten asegurar que en estos lugares los insectos objeto de su estudio han aumentado. Con estos resultados, Herrera sostiene que los cambios en la abundancia de los polinizadores “pueden obedecer a dinámicas muy complejas”, por lo que hay que evitar las generalizaciones basadas en muestreos modestos. Son necesarias “analíticas potentes, que no se limiten a grupos particulares de plantas o polinizadores”, opina.
Para Javier Alba-Tercedor, catedrático de Zoología de la Universidad de Granada y experto en los insectos acuáticos en Sierra Nevada, “no hay duda alguna de que estamos asistiendo a una gran extinción, pero los insectos han demostrado a lo largo de millones de años su capacidad de adaptación a condiciones muy cambiantes”. A esa capacidad de adaptación se agarra este investigador para ser optimista y rechazar que los insectos vayan a “desaparecer de la faz de la Tierra”. Pero esto no quita para que Alba-Tercedor pida que se actúe para evitar el impacto negativo de la actividad humana en este tipo de animales.
Comparte la misma percepción Jorge M. Lobo, investigador del CSIC especialista en escarabajos, que aboga por elaborar unos protocolos que permitan reunir datos suficientes sobre poblaciones de insectos de forma parecida en lugares diferentes durante largos periodos de tiempo. Se trataría de “construir un sistema similar al utilizado por los servicios meteorológicos, que recoge datos de forma continua y permite obtener una información constante”. Porque, añade Lobo, “si están cayendo los insectos, lo primero que se debería abordar es la elaboración de un censo real”. En 2011 hubo un intento de recopilar datos por parte del Estado que se plasmó en el Atlas Rojo de los invertebrados amenazados en España. La publicación reúne noticias sobre más de 200 insectos. Pero hasta ahí llegó, no se ha continuado con el proyecto ni se ha actualizado.
Hace pocas semanas, un grupo de científicos firmó un decálogo para la conservación de los polinizadores silvestres en la península Ibérica. Proponen aumentar la disponibilidad de flores, reducir el uso de plaguicidas, una legislación que proteja a las especies más sensibles, mejorar la educación ambiental de los agricultores e impulsar la investigación y conocimiento sobre los insectos. “Lo cierto es que seguimos sin conocer el estado de conservación de gran parte de esa fauna”, se quejan.
A pesar de la falta de un retrato completo, algunos casos en los que sí existen datos suficientes sobre el declive son alarmantes. Estos son algunos de los más destacados.
Abejorros | Extinciones en la cordillera Cantábrica
La situación de los abejorros es complicada: el 70% de las especies están clasificadas como amenazadas o con tendencias decrecientes en la población por la UICN. La aportación de este grupo de insectos a las tareas de polinización es muy importante, dado que son capaces de autorregular la temperatura corporal y aguantar el clima frío que impera en sistemas montañosos. Unas áreas especialmente sensibles a los cambios de temperatura y que se han convertido en una especie de laboratorios naturales donde estudiar el cambio climático.
En España un estudio sobre polinizadores a cargo de José Ramón Obeso, catedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo, ha registrado el complicado momento que atravesaban ya hace un decenio los abejorros en la cordillera Cantábrica. En la zona habitan 24 especies, incluyendo alguna con severos problemas de conservación en Europa como es el caso del B. cullumanus.
La investigación indica que algunas de familias “parecen haberse extinguido”, aunque la mayoría han subido en altitud media. La desaparición de ejemplares se detectó sobre todo en zonas bajas (hasta 900 metros) y medias (entre 900 y 1.500). A partir de esa altura, aumentan las colonizaciones. No solo eso, sino que los abejorros generalistas (con mayor capacidad de adaptación) son más abundantes en esos entornos, en detrimento de otros más sensibles. Esto ha provocado una homogeneización de las especies, cuyas consecuencias sobre la polinización de las plantas están todavía “lejos de ser esclarecidas”.
Abejas | El polinizador más eficiente y rentable
Las abejas son uno de los polinizadores más eficientes y populares junto a los abejorros. De las 1.000 especies que existen en España (en el mundo se han descrito 20.000), la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) considera que el 2,6% de ellas están amenazadas. Pero el número podría ser mayor, aseguran los expertos, porque “de muchas no hay información suficiente”, tanto es así que en Europa se desconoce el estado del 56,7%. “Su declive se debe a múltiples factores”, explica la científica Cristina Botías. Pero dentro de ese cúmulo de causas destacan la pérdida de hábitat, las enfermedades infecciosas emergentes, la exposición a plaguicidas y la competición con las abejas que proceden de explotaciones de apicultura y que desestabilizan el equilirio natural, además del cambio climático.
Las consecuencias de su desaparición serían graves: En España el 70% de los principales cultivos de consumo humano dependen de la polinización por insectos. Por lo que se estima que su caída podría suponer una reducción de entre el 40% y el 16% de las cosechas de frutas y hortalizas.
Ignasi Bartomeus, científico del CSIC y especialista en abejas, considera que “no todo está perdido si se cambia la trayectoria actual”. Sus conclusiones se basan en un estudio que publicó el año pasado en el que compararon los registros históricos de una investigación exhaustiva realizada en Valladolid en los ochenta con la situación actual. “En localidades naturales cerca de Hornillos y Olmedo la población se han mantenido estable, pero en zonas transformadas cerca de Valladolid, Zamadueñas o Toro se han perdido más especies”, explica. Por lo tanto, “no depende del municipio, sino de la transformación del hábitat”. Es ahí donde hay que centrar la atención.
Mariposas | Algunas vuelan más alto, otras desaparecen
En Europa, el 17% de las especies de mariposas está amenazado, un 10,1% está en camino de estarlo y las diurnas se enfrentan a descensos del 30%. El científico Constantí Stefanescu coordina el Catalan Butterfly Monitoring Scheme (CBMS), una red de seguimiento con más de un centenar de estaciones en Cataluña, Andorra y Baleares. Stefanescu señala que el 70% de las especies de mariposas comunes que han seguido están en regresión. Una de las más afectadas es la Melanargia occitania, que en los últimos 25 años ha experimentado una bajada “alarmante”. En todas las localidades con poblaciones se han observado colapsos e incluso algunas extinciones. Sus problemas se deben a la modificación del hábitat con cultivos de regadío y pérdida del pastoreo ovino que provoca un aumento del matorral. Otro ejemplo de mariposa en apuros es la Parnassius apollo, conocida como Apolo. Emblemática del Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama (Madrid), ha subido en 40 años de los 980 metros (su distribución más baja) a 1.450, y del lugar más elevado en el que vivía a 2.040 metros ha escalado a los 2.250. El aumento de temperatura media en 1,3 grados en 46 años está detrás de los cambios, explica Juan Vielva, responsable del Centro de Investigación.
Algunas especies como la Libythea celtis, la mariposa del almez, se desmarcan de la tendencia. En las últimas tres décadas esta mariposa (con fama de rara a mediados del siglo pasado) se ha convertido en común en muchos puntos de Cataluña. Ha colonizado Barcelona y en 2018 hubo concentraciones de centenares de individuos sobre todo en la montaña. La actividad humana, en este caso, ha sido positiva, al plantarse almez en muchos pueblos y ciudades.
Escarabajos | Los antiparasitarios los convierten en zombis
La mayor parte de las más de 200 especies de escarabajos peloteros que hay en España se encuentran en peligro por el uso exagerado de los antiparasitarios para el ganado, explica José M. Lobo, científico del CSIC. El más conocido es la ivermectina, que les provoca dificultados para moverse o volar y una debilitación del sistema inmune, que les vuelve más vulnerables a los ataques de los hongos. “Las dosis menores de los antiparasitarios que están en el campo son insuficientes para causarles la muerte pero se convierten en zombis”, aclara Lobo. Todavía existen reductos donde escapan del peligro, como Doñana, donde no se puede administrar ese tipo de productos a los animales, o en el Parque Nacional de Cabañeros, en el que no hay ganado.
La misión de estos coleópteros es vital para la naturaleza porque hacen desaparecer los excrementos de otros animales de forma que pasan al suelo, favoreciendo que el terreno se nitrifique y se airee. Además, se evitan las infecciones por parásitos que pueda generar el excremento en el caso de que no desapareciera. Si estos insectos disminuyen o desaparecen, las boñigas se acumulan en el campo, los parásitos llegan al pasto y cuando la vaca lo come, se infecta. “Esto ya está pasando en zonas de los Picos de Europa, por ejemplo, donde se ven pequeños montículos, que son antiguos excrementos, cubiertos de pasto que es de peor calidad”.
La solución, aclara Lobo, es sencilla. “Solo hay que aplicar la lógica y administrar a los animales el medicamento en los momentos en que es necesario”, explica el investigador. En el caso de que se detectaran en una explotación ganadera ejemplares con altas dosis de parásitos, lo mejor es separarlos del resto y enterrar el excremento.
Insectos acuáticos | Remontar el cauce para escapar del calor
Científicos de la Universidad de Granada han comprobado que los insectos acuáticos (tricópteros) de los ríos del parque nacional de Sierra Nevada (Granada) se han desplazado en los últimos 20 años cauce arriba, escapando del incremento de temperatura de casi dos grados achacado al cambio climático. La investigación demostró que estas especies son muy sensibles a la subida de las temperaturas, además de ser excelentes bioindicadores de la existencia de buenas condiciones ambientales.
El profesor Javier Alba-Tercedor, del grupo de investigación y catedrático de Zoología, explica que si el calentamiento continua “muchas especies desaparecerán porque llegará un momento en el que no podrán migrar a más altura al haber alcanzado las cumbres”. Además, surgirán fenómenos de competencia debido a que aparecen nuevos colonizadores que también están subiendo, y esto hace más complicado la permanencia de endemismos (especies que solo se encuentran allí) que albergan los ríos de alta montaña de Sierra Nevada.
El peor escenario se plantea para las familias de estos invertebrados que viven cerca de las cimas de las montañas, que se enfrentan al riesgo adicional de extinguirse al no poder seguir subiendo. Por lo tanto, se espera que los insectos acuáticos de aguas de cabecera experimenten una reducción en su área de distribución, mientras que son reemplazadas progresivamente por especies del cauce medio o bajo y por otras generalistas que se adaptan mejor a los cambios.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores compararon las condiciones actuales de temperatura y caudal de los cursos de agua del macizo montañoso de Sierra Nevada con las que se midieron otros estudios de décadas pasadas.
Grillos y saltamontes | Agricultura y urbanismo cortan sus alas
No es una sensación, es una realidad: El habitual cri cri con el que el grillo amenizaba las noches veraniegas amenaza con convertirse en una rareza. En Europa un cuarto de especies de grillos y saltamontes están amenazadas por actividades humanas como la agricultura o el urbanismo. Su estado podría ser peor, dado que todavía faltan datos, según una investigación para la UICN que estudió 1.082 especies de Orthoptera, el nombre científico de ese grupo de invertebrados. Agrupa a más de 1.000 especies en Europa que desempeñan importantes funciones en el ecosistema, como formar parte de la dieta de muchas especies de vertebrados.
De las 739 especies endémicas de Europa, 231 peligran. De ellas, la mayor parte se concentran en la península Ibérica, los Balcanes y montañas como los Alpes, los Pirineos, los Cárpatos y los Apeninos. Las zonas europeas con mayor diversidad de esos animales están el sur del continente, sobre todo en el Mediterráneo, que también concentra a algunas de las más vulnerables.
La principal amenaza con la que se enfrentan es la pérdida, degradación y fragmentación de sus hábitats como consecuencia de la intensificación del uso agrícola, que convierte terrenos de pastizales o matorrales en tierras de cultivo. A ello se suma la degradación causada por el sobrepastoreo, el uso de fertilizantes o maquinaria pesada y la mortalidad directa por los pesticidas, además del desarrollo turístico y la urbanización.
Fuente: El País