Ligero, eficiente y económico: la planta desarrollada en Suecia viaja por todo el mundo buscando nuevos usos.
Parece un enorme colchón inflable, pero en su interior está lleno de vida, la misma que sirve para convertir los residuos orgánicos en alimento para animales o combustible. Hablamos del biorreactor textil diseñado en Suecia por la Universidad de Borås y FOV, una empresa textil.
Hoy en día, la mayoría de los biorreactores son sistemas fijos de acero inoxidable, vidrio u hormigón. Pero el investigador Mohammad Taherzadeh y Fredrik Johansson, desarrollador de negocios de FOV, querían algo diferente e innovador.
“Pensamos, ¿por qué no un biorreactor hecho de material textil? Estábamos convencidos de que había algunas ventajas interesantes, como la facilidad de transporte“, explica Taherzadeh. “En nuestro campo de investigación somos expertos en procesos de fermentación para la producción de biogás y bioetanol, mientras que FOV se especializa en textiles técnicos, por lo que hemos combinado nuestra experiencia.”
El encuentro dio lugar a una colaboración para investigación que en 2014 produjo el primer prototipo de un biorreactor textil: una simple pirámide de poliamida con dos aberturas. En pocos años, el diseño se ha mejorado y testado en varios proyectos de investigación por todo el mundo, comenzando a producir biogás a partir de residuos de alimentos y luego de estiércol.
Los investigadores alimentaron el dispositivo con diferentes tipos de residuos orgánicos y probaron diferentes mezclas para lograr la mejor producción posible de biogás. También han ensayado reactores de diferentes tamaños para obtener las características técnicas deseadas.
“Nuestros reactores están hechos de materiales textiles y poliméricos sofisticados. El revestimiento del tejido lo hace resistente a los gases y a los productos químicos“, añadió Taherzadeh. “Pueden utilizarse dondequiera que haya residuos biodegradables, por ejemplo en la industria alimentaria, la agricultura o el tratamiento de aguas residuales, en plantas pequeñas o grandes.”
En países con climas tropicales, el proceso de digestión anaeróbica húmeda funciona bien, ya que el material con el que se llena el reactor se mezcla con agua para formar un lodo acuoso y no hay necesidad de añadir calor. El mismo proceso funciona menos bien en un clima frío, porque entonces las bacterias en el reactor se congelan y mueren. Es por eso que el grupo está estudiando un método de digestión en seco, en el que la cantidad de líquido se reduce al mismo tiempo que se mejora el aislamiento. “Nuestras pruebas a escala de laboratorio parecen prometedoras y estamos listos para realizarlas a gran escala.
Fuente: Ecoiventos