El pez más grande del mundo, el tiburón ballena (Rhincodon tipus), de hasta 18 metros de longitud y 21 toneladas de peso, despliega su carismática presencia en aguas mexicanas durante la temporada de avistamiento –de mayo a septiembre–, lo mismo en el Caribe que en el Pacífico y el Golfo de California, donde el turismo se viste de buzo para nadar a su lado.
En los últimos 75 años, las poblaciones de la más inofensiva entre las 400 especies de escualos han descendido en un 50% en todo el mundo, tanto por sus depredadores naturales –la orca y los tiburones blanco y tigre–, como porque su propio nado, lento y cercano a la superficie marina, lo convierten en presa fácil de los pescadores y lo hacen susceptible a sufrir colisiones de las naves.
Aunque puede vivir un siglo, se ve también amenazado por los derrames marinos de productos tóxicos, vertidos de hidrocarburos y desechos plásticos, a lo que se suma su tardía madurez sexual y esporádica reproducción que dificultan la recuperación de sus poblaciones.
El trotamundos de piel moteada atrae a propios y extraños en mares templados y tropicales de Australia, Nueva Zelanda, Honduras, Filipinas, Tanzania, Belice y México. En nuestro país, el Gobierno de la República impulsa su avistamiento en Áreas Naturales Protegidas cumpliendo protocolos.
Durante la 2ª Conferencia Internacional del Tiburón Ballena (2008) más de 40 países establecieron el 30 de agosto como Día Internacional del Tiburón Ballena con el fin de educar a la población y crear conciencia sobre la importancia de conservar al también llamado tiburón dama o tiburón dominó.
Desde 2016, su nombre aparece con el estatus de amenazado en la Lista Roja de especies en peligro de extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2001 lo cataloga como especie amenazada.
Fuente: GreenScreen