Independientemente de su clase social y de su nivel de ingresos, hay una pregunta que hacen casi todos los extranjeros que visitan China: ¿Dónde puedo comprar falsificaciones? La formulan con una mueca de remordimiento o con una sonrisa pícara, dependiendo de su estatura moral. Y buscan de todo: bolsos, relojes, ropa, y calzado. Pocas cosas hay más excitantes que llevarse lo que parece un producto de lujo por una centésima parte de lo que cuesta el original. Pero cada vez es más difícil encontrarlos.
Curiosamente, en estos mercados siempre ha sido difícil ver a ciudadanos chinos entre los clientes. Se da la irónica circunstancia de que los extranjeros viajan a China para comprar falsificaciones mientras las pujantes clases adineradas de China se mueven por Europa adquiriendo los productos reales. De ahí que sean ya quienes más productos de lujo compran en el mundo. Pero no todos pueden permitírselo, así que las falsificaciones gozan de buena salud. Eso sí, ahora se han mudado al ciberespacio.
Las plataformas de comercio electrónico son el escondite perfecto. Pero no es ningún secreto que están llenas de productos pirata: tanto el gobierno chino como las propias empresas son conscientes del problema. “Las falsificaciones son inevitables”, reconoció Huang Zheng, fundador y consejero delegado de Pinduoduo. Precisamente, esa plataforma se ha convertido en la última diana de las autoridades chinas, que han abierto una investigación por la venta de productos falsificados. “Tenemos que seguir el mismo camino que han abierto otros -en referencia al gigante del comercio electrónico Alibaba- y sufrir lo mismo que han sufrido ellos”, añadió Huang, un exempleado de Google de 38 años que se ha convertido en el último milmillonario chino gracias a la salida a bolsa de Pinduoduo en Nueva York.
Pero la fortuna de 21.100 millones de dólares que amasa no va a impedir que las autoridades de Shanghái investiguen si en su plataforma, que opera como un cruce de Amazon y Groupon -los usuarios pueden hacer grupos para adquirir productos que son más baratos cuantas más personas los compongan-, se comercializan falsificaciones y productos que infringen la propiedad intelectual de otras maneras.
Porque en China hay dos tipos de imitaciones: las que copian el original hasta en el último detalle, y los productos ‘shanzhai’, como se conoce a lo que parece una copia pero no lo es. Por ejemplo, recientemente han aparecido en un centro comercial de Shanghái camisetas de Cailun Kailan, escrita esta marca con la misma tipografía de Calvin Klein. También están Baelngiaca por Balenciaga, Gncci por Gucci, y un sinfín de marcas que siguen la estela del mítico reloj ‘Trolex’. El problema es que muchos consumidores no notan la diferencia -o les da igual- y que estas imitaciones dañan la reputación de la empresa real.
Estos productos ‘shanzhai’ están por todas partes y no se esconden, porque es muy difícil ir contra ellos. Al fin y al cabo, no son una copia. El problema es que los avispados vendedores de las falsificaciones muchas veces se esconden tras ellos para ofrecer copias exactas. Y las plataformas reconocen que es muy difícil descubrirlos. Sobre todo en Taobao, la rama C2C de Alibaba, donde cientos de miles de vendedores comercializan millones de productos.
El roedor a veces pierde
Es el juego del gato y el ratón. Pero el roedor no siempre se sale con la suya. China quiere mejorar su protección de la propiedad intelectual porque las falsificaciones también afectan ya a sus propias empresas. Por ejemplo, directivos de Xiaomi reconocen a EL PAÍS que sus teléfonos móviles se copian a gran escala, y que resulta muy difícil acabar con esta práctica debido a los numerosos fabricantes de electrónica ubicados en la provincia de Guangdong. De ahí salen también los iPhone que se comercializan antes incluso de que se presenten los nuevos modelos.
Hemos hablado con algunos de ellos, bajo la condición de respetar su anonimato, para descubrir cómo dan esquinazo a los cazadores de piratas. “A veces lo que mejor funciona es cambiar algo en el nombre de la marca. Por ejemplo, basta con listar un producto como de Za*a para que no salten las alarmas. Luego en las fotos no aparece nunca el logotipo. El problema es que sus herramientas cada vez son más sofisticadas y van aprendiendo de estos trucos”, comenta un vendedor de falsificaciones de Zara.
“También usamos palabras clave que se asocian con las falsificaciones. Por ejemplo, el término ‘haute couture’ -alta costura en francés- se utiliza para denominar las falsificaciones de alta calidad. Los clientes ya saben cómo buscarnos”, cuenta otro que vende zapatos. Luego están quienes aparentan vender el producto original. Utilizan imágenes promocionales y listan un precio astronómico. Mayor incluso que el del producto original. “Eso nos permite aparecer en las búsquedas y luego damos pistas para que los consumidores identifiquen que ese importe no es el precio real”, explica un comerciante de vinos que tiene listado un vino francés muy famoso por 12.000 yuanes (1.500 euros) pero que en realidad lo vende por 200 (25 euros).
Sucede lo mismo con el material audiovisual. “Yo pongo que vendo Blu-Ray y DVD a 100 o 150 yuanes (entre 13 y 19 euros) para que el filtro automático no lo detecte como copia. Cuando los clientes nos contactan por el chat de Taobao pidiendo el catálogo de títulos, les enviamos nuestra página web para que puedan ver las carátulas y hacer el pedido desde allí, donde cuestan entre 6 y 20 yuanes (entre 75 céntimos de euro y 2,56 euros) en Blu-Ray. Si nos cierran la web, abrimos otra”, cuenta otro pequeño empresario que copia material audiovisual. “La clave está en lograr que el cliente contacte con nosotros directamente por el chat de Taobao o por WeChat para explicar la realidad”, añade.