Algo nuevo implica un cambio e innovación implica algo nuevo, por lo tanto, no podemos pensar en innovar sin pensar en hacer cambios, pero cambiar puede ser todo un desafío sobre todo cuando ese cambio envuelve aspectos culturales, tradiciones o simplemente hábitos arraigados.
Hoy día algunas de las empresas más importantes del mundo reúnen a millones de utilizadores dentro de sus aplicaciones o soluciones en todos los continentes, y con estas soluciones han conseguido cambiar la vida y comportamiento de cada una de estas personas, estas empresas han conseguido también cambiar modelos de negocio que sobrevivieron cientos de años e incluso derrumbar monopolios y líderes de mercado simplemente cambiando las reglas del juego.
De la misma forma que en los años cuarenta se desató la fiebre de oro en California, 50 años más tarde nuevamente California es la cuna de otra fiebre, pero esta vez es una fiebre tecnológica, donde la corrida es por crear la startup que se convertirá en el próximo Unicornio. Y esta vez la fiebre ha tomado dimensiones globales, miles de empresas de base tecnológica luchan por ser los creadores de la próxima idea que transformará el mundo.
Para que una de estas nuevas empresas consiga llegar a sus primeros mil millones de dólares, tiene que ser innovadora en todo el sentido extenso de la palabra, es decir, que sea capaz de desarrollar a partir de conocimiento una idea y convertirla en una nueva marca, un nuevo producto, servicio o modelo de negocio e introducirlo con éxito en el mercado.
Según cifras del Observatorio Mexicano de la Innovación (OMI), en lo que va de la década, los resultados del porcentaje de empresas que invirtieron en el desarrollo de proyectos de innovación tienen una tendencia de crecimiento de 0,5% anual, en 2010 del total de las empresas en México el 15,53% desarrollaron proyectos que involucran actividades de innovación, para 2016 el porcentaje subió para 18,05% de las cuales 68,5% son Pymes reflejando la importancia que dan las Pymes a la innovación como estrategia de crecimiento.
Es común para gran parte de las empresas pensar en la innovación como el desafío de transformar una idea en un nuevo producto, pero pocas veces las empresas piensan en la necesidad de crear un cambio al interior de la empresa o crear competencias en la organización para convertirla en detonadora del cambio.
La velocidad a la que la tecnología está cambiando el mundo, obliga a las empresas a reflexionar sobre su propósito, sus valores o su imagen hacia el exterior, el mercado se ha sofisticado a tal grado que decir que somos innovadores no es suficiente, tenemos que demostrar al cliente, no solo con nuestros productos sino con toda la experiencia que le brindamos como marca, que somos realmente innovadores.
De acuerdo con un reporte de la Comisión Europea, a nivel mundial Corea del sur tiene el mejor performance de innovación, la Unión Europea se coloca en 5to lugar después de Canadá, Australia y Japón y por arriba de Estados Unidos. Tanto en el caso de Corea como en el Europa resalta como estrategia la inversión en capital humano como uno de los principales factores de crecimiento y desarrollo de la innovación en los 28 países de la Unión Europea, siendo la apuesta más importante la creación de competencias y capacidades específicas en ciencia y tecnología como detonador del cambio.
Como ya dije, innovación es algo nuevo y algo nuevo implica un cambio, pero la cultura laboral y la formación escolar que recibimos desde temprana edad nos condiciona a evitar el cometer errores.
Cuando pretendemos crear una nueva ideas debemos arriesgar para salir de lo que ya conocemos, este salto a lo desconocido nos puede llevar a un error y eso genera resistencia al cambio, porque implica riesgo, y un riesgo implica potenciales errores, con lo cual el cerebro sabotea nuevas posibles ideas que conduzcan a un posible error, es decir condiciona las nuevas ideas para permanecer próximo de aquello que ya conoce, y sabe que funciona, entorpeciendo el proceso de la innovación.
Si una empresa quiere ser innovadora es importante que esté abierta a los cambios y que cree una cultura de apertura y flexibilidad que permita detonar un cambio profundo en la organización.
Cambios que detonan innovación pueden partir del cambio de la imagen corporativa, siempre y cuando este cambio sea profundo. Si este cambio se sustenta en el cambio de valores, propósitos, posicionamiento, y a su vez se traduce en una visión alargada hacia los servicios, la atención al cliente o la experiencia integral, el resultado será una empresa fértil para la innovación.
Fuente: Forbes