Control remoto, sistema inteligente de difusión del calor, autonomía de seis horas en modo eco, recarga de baterías on charge… Pocos adivinarían que esta descripción técnica corresponde a unas plantillas calefactables que permiten regular la temperatura del calzado desde una aplicación móvil. Se trata de Biontech Thermic, un producto de Grupo Morón que estará disponible a mediados de año con la promesa de que no hay nada igual en el mercado. Para ratificar esa originalidad, para asegurarse de que no exista algo parecido en China o Estados Unidos, sus fabricantes se guardaron las espaldas y contrataron a Innovarty, una consultora de innovación entre cuyos servicios se encuentra el desarrollo de nuevos productos. “Facilitamos las labores de I+D de las compañías, para lo cual no solo investigamos todo lo referente a patentes y registros, sino que también analizamos la viabilidad de la idea y definimos y ejecutamos la hoja de ruta hasta llegar al producto final”, señala Alfonso Morant, fundador y CEO de Innovarty.
Aunque ese paso previo es fundamental para apostar por auténticas disrupciones que no acaben en saco roto por reinventar la rueda, muchos parecen obviarlo. No en vano, según la información que maneja Clarke, Modet & Co a partir de fuentes propias y datos de la Oficina Europea de Patentes y su equivalente española, actualmente en torno al 25% de la inversión en I+D en Europa se podría estar dedicando a una investigación redundante, lo cual se traduce en el desperdicio anual de unos 60.000 millones de euros. Para hacernos una idea de la dimensión del problema, según el INE el gasto total en I+D en España en 2017 fue de 14.052 millones de euros.
- Externalizar no es cuestión de tamaño
Benjamín Martínez, director de Marketing, Alianzas y Comunicación de Clarke, Modet & Co, remarca la importancia de eliminar ese riesgo a través de la inteligencia tecnológica, es decir, el conjunto de investigaciones centradas en la propiedad industrial e intelectual. Estas pesquisas están encaminadas a elaborar un informe FTO (Freedom To Operate) que determina si un producto o procedimiento está sujeto en un país o región al registro de una patente, un modelo de utilidad, un diseño industrial o cualquier otra protección específica. “Este paso no solo sirve para contrastar y testar la novedad de un producto, sino que además ayuda a localizar las últimas tendencias, a explorar nuevas oportunidades de negocio y a reorientar las labores de investigación”, según Martínez.
Clarke, Modet & Co cuenta con una unidad de consultoría que realiza esta labor de inteligencia tecnológica para empresas de cualquier magnitud que deciden externalizar esa fase de su ciclo de innovación, desde startups hasta pymes y grandes cuentas. Alfonso Morant, de Innovarty, corrobora que ni el tamaño ni el sector son factores determinantes para subcontratar estos servicios y apunta que cada vez hay más grandes organizaciones que tienen “la necesidad” de apoyarse en firmas especializadas en esta investigación y en otras etapas del ciclo de innovación para ganar agilidad: “La burocracia que exige desarrollar internamente algunos proyectos alarga tanto los procesos de I+D que cuando el producto sale al mercado ya puede estar obsoleto, por lo que algunas compañías lo externalizan o incluso crean sus propias spin-offs para innovar más rápido”.
- Salir del garaje
Aun así, algunas grandes multinacionales, como HP, continúan apostando por asumir de principio a fin todo el proceso. “Este año cumplimos 80 años marcados por una constante innovación que seguimos entendiendo tal y como la definieron nuestros fundadores, que decían que si una idea no aportaba una contribución no podía salir del garaje”, recuerda Miguel Ángel Turrado, director de innovación de la compañía en España. Con el fin de garantizar esta máxima, una de las iniciativas de HP es la dedicación en exclusiva de un área de su centro de I+D de Sant Cugat del Vallès (Barcelona) a diseñar nuevos productos junto a sus clientes. “Les invitamos a nuestras instalaciones, los escuchamos y trabajamos mano a mano en la concepción de nuevas ideas sobre las que después nuestros ingenieros aplican todo su conocimiento para desarrollarlas”, según Turrado.
En este punto, el directivo de HP reconoce el rol del departamento de Propiedad Intelectual de su compañía, que acciona todo lo necesario para cumplir con las normas de protección y defensa que después garanticen la adecuada salida al mercado. Una vez resuelta la labor de investigación en inteligencia tecnológica, Turrado destaca que las propias disrupciones de los últimos años han propiciado cambios importantes en el proceso de innovación. “Por ejemplo, con las importantes mejoras que hemos introducido en la impresión 3D, ahora podemos crear no solo prototipos, sino fabricar objetos con la calidad requerida para un producto final”. Esto permite una estrategia bridge production, es decir, hacer tiradas pequeñas de un producto, sacarlo al mercado de forma controlada y ver la respuesta de los clientes ante esta innovación para continuar introduciendo posibles cambios hasta tener la versión final que mejor encaje con las expectativas o necesidades del momento.
‘Startups’, las más fieles lectoras
“En España, la mayoría de las compañías no cuenta con un proceso sistemático para corroborar que su innovación no es redundante, sino que confía en sus propios conocimientos o intuición”. Así de tajante se muestra Benjamín Martínez, de Clarke, Modet & Co, al hablar de la investigación previa que requiere el lanzamiento de un nuevo producto o solución. En su opinión, el asunto tampoco mejora mucho entre aquellos que sí dedican esfuerzos o recursos a esta fase, dado que una gran parte de ellos se limita a buscar en fuentes científicas pero obviando las patentes como fuente de conocimiento: “Se trata de un grave error, porque se calcula que el 80% de toda la literatura tecnológica publicada únicamente puede encontrarse en patentes, por lo que en realidad esa investigación de mercado solo abarca el 20% de la información disponible”.
Sin embargo, Martínez afirma que las startups que forman parte de aceleradoras o incubadoras suelen llevar un control riguroso de las patentes registradas a través de consultoras que participan en esas mismas iniciativas. La razón estriba en que cuando existe un fondo de capital riesgo detrás de una idea, los responsables de esta inversión exigen un proceso de inteligencia tecnológica previa para evitar que su capital se destine a una innovación redundante.
Fuente: Retina El Pais