Una científica —bióloga para más señas— convertida en inversora. No es el perfil más común, pero para Montserrat Vendrell (Barcelona, 1964) es una evolución natural. “Para invertir en este sector tienes que saber mucho de ciencia, conocer a los emprendedores y saber quién sabe qué y a quién llamar”. Nos lo cuenta en su oficina en Barcelona, a punto de marchar a Budapest para la entrega del premio EIT Woman del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT), al que fue nominada.
Vendrell no pasa desapercibida en el ecosistema. Fue parte del equipo fundador del Parque Científico de Barcelona, que también dirigió. Tras 10 años que incluyeron montar la primera incubadora del parque, 70 empresas y tres centros de investigación, se lio la manta a la cabeza para la creación de Biocat, un clúster cuya misión era —y es— implementar políticas público-privadas para este sector, en colaboración con universidades, centros de investigación, compañías farmacéuticas, escuelas de negocio y demás actores. “Fuimos pioneros en impulsar el sector como motor económico y canalizarlo mediante internacionalización, desarrollo de talento emprendedor y trabajo en visibilización”, afirma.
En España se hace muy buena ciencia y hay poca inversión para el número de investigadores”.
Vendrell se define como “una persona que empieza proyectos”. De manera casual conoció a Guy Paul Nohra, un reconocido inversor en biotecnología en Silicon Valley, que vio que Vendrell tenía buen ojo para las startups y le propuso asociarse para montar Alta Life Sciences (Alta LS) en Barcelona en 2017.
¿Cuál es la situación actual de Alta LS?
Somos socios de Altamar, que gestionan 6.000 millones de euros, normalmente fondos de fondos. El nuestro es su primer fondo directo. Nuestro objetivo es conseguir 120 millones de euros, que no es fácil. Nuestro flujo de inversiones es de más de 250 empresas en poco más de un año. No damos abasto. Los fondos en España en este sector los puedes contar con los dedos de una mano.
¿Qué estrategia y criterios rigen sus inversiones?
Queremos invertir tanto en empresas en estadios tempranos, para poder seguir invirtiendo en etapas posteriores, como en etapas más consolidadas, para equilibrar el riesgo. Sobre todo tenemos foco en España. Aquí se hace muy buena ciencia y el ratio ciencia-inversor aún es alto: hay poca inversión para el número de investigadores que hay en España. No obstante, también estamos explorando invertir en otros sitios, o traer tecnologías de startups estadounidenses aquí.
En cuanto a los criterios, buscamos ciencia de primera clase: que esté bien publicada y en un espacio superinnovador, que la propiedad industrial esté asegurada y que haya patentes sobre las cuales construir una propuesta de valor. También consideramos el tamaño del mercado, por volumen o por precio; el panorama de competidores en el ámbito y la estrategia regulatoria. Y, por supuesto, es clave el fundador o fundadora y el equipo. Luego hay intangibles, pequeños elementos que la intuición te indica que puede ser una buena inversión.
¿Cuál es su principal foco?
Los fármacos van a suponer casi el 50% de nuestras inversiones. Sobre todo medicina personalizada. Eso sí, no en estadios de desarrollo temprano sino cuando se empiezan a hacer pruebas en humanos o un año antes.
¿Y en estadios más tempranos quién invierte?
Hay otros fondos que lo hacen. La financiación viene más de fondos públicos, de grandes grupos familiares o de empresas que buscan innovar o por responsabilidad social. También se está poniendo de moda el crowdfunding. Aquí [en Barcelona] está Capital Cell, que lo hace muy bien.
¿Cuesta invertir en biotecnología?
En realidad no. Tiene retornos muy altos y con más hitos a lo largo de camino, además de potenciales salidas mucho mayores que otros sectores. Requiere más capital pero, si las condiciones son buenas, merece la pena. Los grandes fondos de EE UU dicen que tienen antes salidas en biotecnología que en tecnologías de la información, por ejemplo. En cuatro años te ha podido comprar una farmacéutica.
¿Y en España?
La Asociación Española de Bioempresas (Asebio) cumplirá 10 años en 2019 y es un orgullo ver cómo ha evolucionado el sector, las historias de éxito… Es un ramo que necesita su tiempo de cocción pero que, además de los altos retornos, tiene un gran impacto en el talento que forma. Esto ayuda a crear un denso tejido de emprendedores y de expertos que van de un lugar a otro, como pasa en Silicon Valley o en clústeres más maduros. ¿Cuál es el sector más difícil? El de los dispositivos médicos empieza a serlo. Ya hay grandes fondos que están empezando a sacarlos de su portfolio porque la rentabilidad no es muy diferente a sectores como el biotecnológico y el mercado está copado por pocos grandes actores como Medtronic o Johnson and Johnson. Además, el proceso de aprobación regulatoria es durísimo.
¿Cómo está el área del e-health?
La salud digital sube como la espuma. Nadie sabe aún muy bien cómo monetizar esas inversiones, pero todo el mundo invierte en este ámbito. Está adquiriendo vicios de inversiones locas a lo Elon Musk o Facebook.
¿Por qué?
Por el potencial de la ciencia de datos, que son el futuro de las ciencias de la vida. Lo que generas con tu actividad, con el uso de tus dispositivos, con las pruebas que te haces, lo que consultas… Todo eso es una nube de datos que te define como persona y con todo ese repositorio se pueden hacer muchas cosas. Google ha montado Calico y el resto de grandes tecnológicas están entrando también en el sector salud, lo que indica cuán atractivo es ese espacio. Nuestra estrategia en este caso es hacer pequeñas inversiones para entrar en el sector.
¿Hay que invertir en ciencia básica?
La ciencia básica es imprescindible. Gracias a ella Biocat está entre los mejores clústeres europeos de biotecnología. Lo que no se puede es financiarlo todo. Hay que buscar la excelencia y priorizar la buena ciencia, financiar personas (buenos investigadores) y buenos proyectos, como hacen los planes nacionales y otros europeos como Horizon 2020. Solo así se explica que tengamos en España un centro número uno en el mundo de fotónica (ICFO) o el CRG, un centro entre los 10 mejores en genómica.
¿Cuál es el mayor reto del sector de las ciencias de la vida?
Tener un equilibrio en las salidas para nuestras empresas. Que el mercado se lo crea, que las grandes farmacéuticas sigan interesadas en introducir en sus carteras innovación de estos sectores, que a nivel regulatorio no se pongan más trabas.
¿Cambiaría algo en regulación?
Buscar métodos más rápidos para encontrar soluciones a problemas de salud desatendidos y que estas lleguen antes al mercado. Se puede hacer con asociaciones, con fundaciones de pacientes, con hospitales, mediante compra innovadora de productos y demás modalidades que te permitan compartir el riesgo, avanzar sin comprometer la seguridad.
¿Se innova en las grandes farmacéuticas?
Por el modelo que tienen es muy difícil que puedan abarcar todo. Tienen que ser cada vez más eficientes porque se ha incrementado el coste de lanzar un fármaco al mercado y el número de fármacos nuevos ha disminuido. Hay una brecha de innovación que tienen que solucionar y que pasa por asociaciones con pequeñas empresas, coinvertir en startups con fondos de capital riesgo, creando fondos corporativos… Buscar innovación fuera, con buenas áreas de desarrollo de negocio.
Fuente: Retina El Pais