En El Incal, un cómic de ciencia ficción futurista de Moebius y Jodorowsky, el presidente tiene ojeras, michelines y aspecto de poca salud. Hasta que le ponen un nuevo cuerpo, joven y atlético, a su mente. Cuando empieza el cómic no se sabe cuántos cuerpos lleva gastados ya pero sí que el presidente ha encontrado por fin la fórmula de la inmortalidad. Basta con mantenerse en el poder lo suficiente como para seguir pagando el costoso trasplante.
Si los emprendedores Robert McIntyre y Michael McCanna prosperan en sus investigaciones, el universo del Incal podría ser un poco menos ficción y un poco más ciencia. En 2015 fundaron en California la empresa Nectome con el objetivo, decía su web anterior, “de hacerle un backup a tu cerebro”. Aunque desde entonces le hayan bajado el tono, la promesa de Nectome sigue siendo revolucionaria: “Conservar las marcas físicas de los recuerdos de largo plazo”. O como explicó McIntyre durante una entrevista con EL PAÍS RETINA, “es como si el cerebro pasara a ser de un material muy parecido al cristal, en el que se conserva cada una de las sinapsis [conexiones entre neuronas], incluyendo los cambios físicos que esas sinapsis experimentan cuando se forma un recuerdo de largo plazo”.
A McIntyre no hay que rascarle mucho para que empiece a hablar de los premios otorgados. La Brain Preservation Foundation le dio en 2016 el premio Pequeños Mamíferos (por sus avances en la conservación de las sinapsis de un conejo y en 2018 el Grandes Mamíferos(por lo mismo, pero con cerdos). Él dice que sobre esos dos logros construirá la tecnología para conservar los recuerdos humanos.
Su innovación es el uso simultáneo de dos técnicas que antes no se habían combinado: el embalsamiento y la conservación criogénica. La primera la conocemos desde los egipcios. La segunda, desde el mito de la congelación de Walt Disney (un bulo que ha oscurecido casos reales de personas criogenizadas, como el beisbolista Ted Williams). Eso sí, para que funcione y se conserven todas las sinapsis debe hacerse con cerebros frescos. O dicho de otra manera, vivos.
Ahí es donde comenzó la polémica. Siguiendo el ejemplo de Tesla, Nectome abrió una lista de espera para ganarse el derecho a estar entre las primeras personas con el cerebro conservado. Solo hacían falta 10.000 dólares y estar dispuesto a que el proceso de embalsamado comenzara antes del último latido del corazón. Para el MIT, aquello fue demasiado. El prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts le había concedido una beca de 300.000 dólares y el respaldo de uno de sus laboratorios (el del neurocientífico Edward Boyden). Cuando su revista Technology Review habló del caso, decidió interrumpir la colaboración. “La neurociencia no ha avanzado lo suficiente como para saber si hay un método de conservación de la memoria capaz de conservar todos los tipos de biomoléculas relacionadas con los recuerdos y la mente”, dijo la universidad en un comunicado.
“Nunca podemos tener el 100% de la certeza, pero Nectome es lo más cerca que nadie ha estado nunca de conservar, casi a la perfección, los atributos físicos del cerebro”, respondió McIntyre a RETINA. “El cerebro está lleno de redundancias, en el sentido de que los recuerdos son almacenados en más de un lugar, y hay un amplio consenso en la comunidad neurocientífica de que los recuerdos de largo plazo son cosas físicas, alteraciones anatómicas en las sinapsis, cambios en las biomoléculas celulares y sinápticas”.
¿Y la conciencia? ¿Se recuperará con la memoria? Para el MIT, no es algo sencillo de definir. “¿Puede un ordenador tener conciencia?”, se preguntaba el organismo en el comunicado. La respuesta, dicen, es que no hay respuesta: “Es posible que algún día podamos usar un ordenador para simular con exactitud los circuitos neuronales, si conseguimos tener suficiente información de los mapas biomoleculares, pero en este momento no sabemos cómo se sentiría una simulación de ese tipo, incluso una que llegue a la escala del cerebro humano”.
En honor a la verdad, los científicos de Nectome no prometen que su servicio sirva para recrear la conciencia, por mucho que ese haya sido el sueño oculto de las 25 personas que se anotaron a su lista de espera (entre ellos, el emprendedor tecnológico Sam Altman. “Los recuerdos son diferentes a la conciencia”, dice McIntyre. “La gente puede perder la conciencia pero aún así mantener sus recuerdos de largo plazo”.
El tema despierta tantas preguntas científicas como filosóficas. Nectome ha contratado los servicios de Anders Sandberg, del Instituto para el Futuro de la Humanidad (Universidad de Oxford), para ocuparse de las implicaciones éticas. McIntyre dice que sus principales preocupaciones son “determinar qué nivel de evidencia hará falta para decidir si una técnica puede ser capaz de conservar los recuerdos” y “determinar el valor que los recuerdos tienen para la sociedad”.
Espero que la gente del futuro no tenga que vivir el horror de que durante el siglo XXI la gente más rica y acomodada gastase su dinero y recursos tratando de vivir para siempre como un fardo sobre sus descendientes”.
Michael Hendricks, neurociéntifico de la McGill University
No hace falta ser muy quisquilloso para imaginar algún cuestionamiento más. Como el que describió Michael Hendricks, neurociéntifico de la McGill University, durante su conversación con MIT Technology Review: “Espero que la gente del futuro no tenga que vivir el horror de que durante el siglo XXI la gente más rica y acomodada que hubo en la historia gastase su dinero y recursos tratando de vivir para siempre como un fardo sobre sus descendientes”.
Para responder a esa crítica, McIntyre se remite al argumento del progreso de una forma que hace pensar en las razones de salud invocadas por los defensores de la modificación genética en embriones humanos. “Entiendo que la capacidad de conservar los recuerdos de largo plazo es la llave que nos permitirá acceder a la riqueza de experiencias de los que vinieron antes que nosotros, y aprender de ellos. Este descubrimiento nos catapultará a una nueva era, permitiendo que construyamos a partir de la sabiduría de nuestros antepasados, en vez de dejar que desaparezca en el pasado”.
Fuente: Retina El Pais